Juliana y Valentina

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Valentina Carvajal

Ya he ido desvelando parte de mi historia a lo largo de estos cuarenta y cuatro capítulos. Aunque en un principio lo pensara, a diferencia de Oliver Ballesteros, mis padres no me abandonaron porque quisieran, acabé en la casa de acogida porque ellos murieron cuando apenas era una niña. Yo no me revelé contra el mundo tirando huevos podridos y mal olientes a los coches como hacía él, yo castigaba al mundo con mi silencio. Mi padre y mi madre ya no estaban, acabé en un lugar desconocido, donde un hombre y una señora pretendían ocupar un puesto que a mi parecer por aquel entonces no les correspondía. Yo ya tenía padre, yo ya tenía madre y ellos no eran nadie. Hasta que apareció West, fue el primero en ganarse mi confianza, fue el puente al conocimiento, mis padres estaban en el cielo y aunque me querían no pudieron llevarme con ellos. El problema que tuve es que ese cuento de que estaban en el cielo duró poco, estaban muertos y punto.

West, el hermano mayor que todo mundo desearía tener, él se puede decir que es el mejor de los cuatro. Tom cayó en los negocios turbios, Oliver se dejó llevar por los fantasmas de su pasado y que puedo decir, caí en el mismo juego que mi ex marido. Cuando ocurrió el trágico accidente, me culpé y por mucho que mi vida se vaya sanando, ese sentimiento no desaparece por arte de magia, hay días que digo, fue un accidente y yo hice todo lo que estuvo en mi mano, otros días, ya sea porque un acontecimiento me recuerda ese momento, pensamientos intrusivos me dicen "mala, mala madre". Reconozco que esos pensamientos fueron los que me llevaron a tomar decisiones erróneas.

Hasta que conocí a Juliana. Ella espanta todos esos malos pensamientos, incluso no hace falta que diga nada. Tiene una forma de mirar, de hablar o actuar, es quien por primera vez en mucho tiempo me ha hecho sentir realmente bien, quien derriba todas mis fortalezas. Me acuerdo perfectamente como nuestros caminos se cruzaron, un viaje de negocios, esa noche no quería estar sola en la habitación, me ahogaba entre esas cuatro paredes, formaban incomodos ecos de los remordimientos. Así pues, hice lo de siempre, buscar una distracción, algo que me hiciera recordar lo mierda que podía llegar a ser. Acabé en un bar lleno de estudiantes, todos y todas atractivas. De hecho, mi fijación en un principio estaba puesto en uno de los chicos. La vida quiso ser caprichosa, mi zapato resbaló y maldije, no me apetecía levantarme y ponerme de nuevo el zapato, suerte la mía que una chica pasaba, un poco achispada por lo contenta que iba. Educada y dulce tuvo la amabilidad de agacharse y ponérmelo. En un principio no le vi bien el rostro, llevaba puesto un sombrero, cuál fue mi fascinación cuando poco a poco fue alzando la cabeza, que forma tan intensa de mirar, sentía el calor de su mirada en cada capa de epidermis, hasta cruzar nuestras miradas, resultó imposible no sonreír. Tenía los ojos más marrones y preciosos que había visto nunca. En los últimos años no me fijaba en esos detalles, más bien me hacía la pregunta ¿es cogible? ¿Si? Pues al lio. No tenía problemas en ese aspecto, todos y todas caían, no quiero creerme una supermodelo, pero confieso que si me considero lo suficientemente atractiva y explosiva. Esa noche, Juliana Valdés me sorprendería. Se acercó, animada por sus amigos y se sentó a mantener una charla conmigo. Normalmente no pierdo tiempo en formalidades, una copa y proponía ir a mi habitación, el problema es que me percaté en el anillo que tenía en su mano, anillo de castidad eso complicaba un poco las cosas, me agradó mucho charlar con ella, sobre todo su mirada tan llena de deseo y a su vez tan llena de inocencia. Me debatí si dejarle ir, respetar su compromiso, pero sinceramente, me moría por probar sus labios carnosos y sexys, en todo el trayecto del bar al hotel no pensaba en otra cosa, en cómo serían sus besos. Era curiosa, era educada y en ningún momento se propasó conmigo. ¿De verdad quedaba gente así? Juliana Valdés resultó ser esa excepción. Me dejé llevar, viejas costumbres de perra en celo. La tenía delante, tan inocentemente nerviosa, tan extremadamente sexy, ese look a lo marlboro era... conseguía que se me empapara el tanga, coquetamente me acerqué y mi mano comenzó a deslizarse por su pierna. "Wau" fue lo único que dije cuando mi mano llegó a su entre pierna, notando un notable bulto y una dura erección, tenía pene eso en un principio me dejó estupefacta, hasta que noté en mi sexo doblemente excitado. Pero como bien dije, Juliana Valdés fue una maldita excepción, pues llena de estupor me hizo la cobra y entre balbuceos huyó de mi habitación. Olvidándose su sombrero.

El diablo viste de rojo (Juliantina G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora