Black widow

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Juliana Valdés tenía la vida planeada desde que era una adolescente. Era de un pueblo pequeño donde todo el mundo se conocía. En el instituto conoció a Liah, quien era su prometida y junto a ella hicieron los votos de castidad hasta que se casaran después de terminar la carrera y justo ese día había llegado. Liah era dos años más que ella y marchó a la ciudad para trabajar en una empresa de moda importante, como asistente y que, por suerte Juliana comenzaría a trabajar como ayudante. Así pues, esa noche sus compañeros y ella se estaba montando la última fiesta, celebrando que ya habían acabado su vida como universitarios. En parte Juliana estaba ilusionada, porque hacía meses que no veía a la mujer que amaba, así pues, estuvieron en un bar bebiendo sin parar mientras contaban sus batallitas en la universidad:

_ La verdad es que no me arrepiento de nada_ comenzó a decir Cynthia_ he bebido, he sudado la gota gorda para sacar las notas a delante y follado como una descosida_ Cynthia era la compañera de habitación de Juliana_ aquí la única que se mantiene virginal_ rodeo los hombros de Juliana con el brazo_ es aquí la amiga_ soltó una carcajada_ ni siquiera cuando la novia se quedaba a dormir hizo nada.

_ Sin embargo_ dijo sonriente Juliana_ ya me conozco tus repertorios de gemidos y de orgasmos.

El chico que estaba enfrente esbozó una carcajada, bien sabía que mucho de ellos los había provocado él:

_ Lo que no logro entender_ todos estaban achispados, hasta la misma Juliana y eso que no bebía casi nunca_ ¿por qué? Eso llegar de anciana y morirte solo con haber estado con una mujer, al menos cátalo con otra y tienes con que comparar.

Dijo Sebastian, otro chico con el que había ido juntos a unas cuantas clases:

_ ¿Tienes falta de lívido?_ preguntó curiosa Cynthia_ digo, ¿es que tú nunca te pones cachonda?

Juliana frunció el ceño:

_ Pues claro, solo he hecho votos de castidad no quiere decir que sea de piedra_ se terminó su combinado_ voy al baño.

Tenía la vejiga a reventar, ya estaba acostumbrada a que sus votos de castidad saliera a relucir. Era cierto en el instituto los hizo, más por Liah, ella quería vivir esa experiencia de casarse y estar con la única persona que había amado. Pidiéndole a Juliana, que si decía que le quería, esperaría todo el tiempo que hiciera falta. Y lo hizo, quería a Liah, quería pasar ese tramo juntas, casarse y ser su primera vez, algo que contaría a sus nietos. Tambaleante entró en el baño, sonriente vacío su vejiga, lo cierto es que era de las pocas estudiantes que no fue a muchas fiestas. Ya que las fiestas sobre todo las de las fraternidades, había mucho alcohol, muchas chicas con las camisetas mojadas marcando todo, y como bien había dicho, no era de piedra. Tiró de la cadena y se lavó las manos. Hasta ahí su vida iba bien, como había planeado junto a su prometida. Lo que no contaba, es que al salir de ese baño, todo acabaría y se toparía con que el diablo vestía de rojo. Juliana en su plena borrachera, vio como un zapato se le caía a una mujer que estaba sentada. Cuan príncipe de cenicienta se tratara, se arrodillo y amablemente le puso el zapato de color rojo a su dueña, no fue hasta que le vio puesto, cuando recorrió la pierna con sus ojos marrones, que piernas más bonitas, comenzó la tela roja, un precioso vestido rojo y ceñido, bonito cuerpo, pensó cuando iba por el abdomen, no se dio cuenta que abrió un poco la boca cuando llegó al busto, señor que delantera, siguió con su mirada escáner hasta que, joder que ojazos azules:

_ Gracias

Dijo sonriente la chica que estaba sentada, una rubia que quitaba el hipo y todos los putos males. Juliana tragó saliva e intentando recuperar la compostura:

_ De nada señorita

Sonrió y se giró para volver hasta su mesa:

_ Señorita

El diablo viste de rojo (Juliantina G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora