𝐎𝐔𝐑 𝐃𝐈𝐀𝐑𝐘 | frechip ; treinta días, terminada.

𝐎𝐔𝐑 𝐃𝐈𝐀𝐑𝐘 | de compras

----- 𝐎𝐔𝐑 𝐃𝐈𝐀𝐑𝐘 -----
día ocho

—Freddy, osito, sabes que no es necesario que me compres todo esto.—Habló el mexicano, algo nervioso. No le gustaba que Freddy le compre cosas, eso alimentaba mucho más los rumores de que estaba solo con por el dinero, aunque no era cierto. Chip estaba con él porque de verdad lo amaba, demasiado.

—¿Por qué no? Chip, revise tu armario y todo lo que tienes ahí en tu departamento, no tienes nada.—Le dijo, dejando más ropa sobre los brazos del mayor.—Además, no solo es por ti, es por mi, me gusta usar tu ropa de vez en cuando.

—... ¿La camisa que tienes ahora no es tuya, wey?

—No. Es tuya, la agarre hace dos meses cuando me quedé en tu departamento a dormir.—Hizo comillas con los dedos en dormir, porque no fue así.—Tengo más si quieres que te las devuelva.

—No, no, no, así está bien, se me hace lindo que te andes robando mis camisas, chiquito.—Le sonrió, dándole un beso en la mejilla. Freddy lo miró, dándole otro, pero en los labios, causando una risa nerviosa.

Llevaban ocho meses siendo novios, todavía le daba algo de pena esos besos. Freddy a pesar de que era más pequeño que él en estatura, le ponía nervioso su presencia, los roces, los besos, toques, caricias, todo, hasta la voz le daba nervios.

—Luego iremos a comprar comida para ti. Revise tu cocina antes de salir, no tienes nada bueno para comer, Chip, pareces un niño.—Se volteó, agarrándole de la camisa para subirla, dejando ver el abdomen bien marcado y trabajado del mexicano.—Sorprendentemente estás en forma, me gusta.

Sonrió, siguiendo con la compra, que más bien era ver camisas que le gusten y dejarlas en Chip, sin revisar el precio, pues no era problema.
El mexicano iba detrás de él, viendo lo bonito que se veía el menor, sus caderas que se movian cada que caminaba, linda cintura, todo de él era perfecto, moldeado por un Dios.

Pagando por todo, y dejando las bolsas en el auto, era hora de ir al supermercado. Freddy dejaba muchas cosas que Chip podía comer, en su familia la comida saludable era escencial.

—Necesitas mucha comida, Chip, no me mires así, mides casi dos metros.—Le dijo, sonriéndole.—Necesito que estés bien, ¿Cómo vas a cargar con mis hijos si no estás bien de peso?—Siguió su camino por los pasillos.

—... ¿Tus que, wey?

No respondió.
—Freddy... Mi amorcito... Dime qué es pura mamada lo de tener bebés.

El menor se volteó, sonriéndole.
—No es. De verdad quiero tener hijos contigo.

—Pero tu los cargas, wey.

Ahora Chip se sentía un película de terror.