Prologo

21 0 0
                                    


Una vida deplorable es la que probablemente me toque llevar, por cobarde, por morderme los labios y la lengua causándome llagas que arden entre las palabras contenidas y respuestas olvidadas. Mis manos sangran gracias a mis uñas enterradas, llenas de rabia e impotencia. Mis lágrimas escondidas detrás de la garganta y el llanto que se expresa entre nubes en mis ojos. Pero no tengo derecho a quejarme, tal vez a observarle en silencio y sentir un nudo en el corazón. Me volví adicta a ese extraño apretón que siento en el pecho, pero ¿cómo no voy a amar el acelerado palpitar que le prosigue? hambriento de atención.

A veces creo que ese dolor se vuelve una droga, que se cuela como morfina en mi vena cava, me produce satisfacción y un recuerdo en el que pensar cuando las estrellas se hacen presentes y el sol se va. El momento en el que mis manos se extravían entre los pliegues de mis sábanas y los dobleces de mi cuerpo, y mis ojos se cierran pero mi visión por lo contrario va más allá del cielo, añorando alcanzar ese éxtasis que sólo sus ojos pueden causar.

Alguno entre ustedes ya debe pensar que estoy loca, hasta acosadora me deberán llamar, por supuesto que me lo tomo con sarcasmo la verdad, pues una, ya se hubiera atrevido a dar el paso

¿Qué significa el paso?

¿Hablan del paso hacia delante? Ese en el que lo miro a él a los ojos, llena de determinación y le confieso lo que siento sin tergiversar la veracidad de lo que hay en mi mente.

¿O hablan acaso del paso hacia atrás? Ese en el que sigo con mi orgullo intacto, la barbilla en alto y sin embargo las manos aún vacías y frías.

Aún así me concierne que las cosas salgan mal, que mi lengua, reconozco viperina, empieza a soltar barbaries que probablemente todavía no siento. Me atrevo a no decir lo que siento. No obstante a mentir sobre lo que no siento, no. Definitivamente no. Esa hipocresía no me va.

Puede que en unos años, cuando las arrugas empiecen a surcar mi rostro y me sienta constantemente observada por ojos de escrutinio y miradas juzgantes me empiece a importar el qué dirán, incluso de pronto palpen la hipocresía en mis besos y abrazos. Hoy sin embargo soy joven y me atrevo a pecar de presumida al decir que también bella, y estoy dispuesta a errar y volver a intentar porque hace parte de mi juventud. Ahí es donde radica mi miedo a dar el paso, y esta vez no es el paso que le concierne a él, sino a mí entrando a este mundo sin piedad que les gusta llamar adultez. Donde los amigos se van, el dinero importa más y ¡que viva la libertad!

Sé muy bien que en ambos casos que les presento doy pasos hacia los lados. Camino en círculos evitando el sujeto de mis temores ¡Sí!, soy una cobarde, Aunque ser una silenciosa observadora de lo que me gusta. las cosas que se pueden llegar a descubrir son sorprendentes, porque a diferencia de una conversación en la que los secretos se esconden entre miradas y besos perdidos, ser fiel observador es como tomarlos desprevenidos en su momento más vulnerable y con una sencilla sonrisa en el rostro, deshilachar sentimiento y pensamiento saboreando el momento agridulce de mi triunfo y su pérdida.

Cuestion de perspectivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora