Capitulo 7

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Agatha

Charlas

Un año antes.

Mentiría si dijera que Paul no me tenía un poco embelesada. Cuando hablábamos me sentía transportada a un mundo paralelo, como si de repente no hubiera nadie más que él moviendo sus labios con una ligereza casi mitológica que de no ser por sus ojos casi tan fríos como el más lejano de los mares, pensaría que la mismísima Artemisa estaba hablándome en las profundidades del bosque.

Me permito suspirar muy pasito para que no me note pero para él perderse el más mínimo detalle es totalmente imposible.

-- ¿Acaso algo te aflige Marie? -- Preguntó fijando su penetrante mirada en mí. Odiaba mi segundo nombre con cada fibra de mi ser, pero cuando lo decía él simplemente parecía que tenía mucha más clase, mucho más valor. Cuando Paul me llamaba así, me sentía alguien totalmente especial.

-- No, sólo me parece injusta tu habilidad para hipnotizar a todos con tu voz. -- Respondí un poco ronca, mis labios patosos y secos.

Me permití disfrutar un poco de su risa, pausada y sensual como si nunca tuviera prisa para nada. Me hacía feliz saber que podía mantener una sonrisa en su rostro, pues cuando Paul hacía acto de presencia, hacer que una mueca por simple que fuera saliera de él era casi imposible.

-- Podría reclamarte lo mismo. -- Me respondió minutos después con humor.

Bufé un poco entre divertida y encantada antes de responderle.

-- Sí bueno, pero es diferente. -- Me levanté de la banca en la que estábamos sentados y me planté en frente. -- Lo mío es un engaño, como una ilusión que con el chasquido de los dedos -- dije imitando la acción, -- desaparece.

- ¿Y cómo es el mío? -- me preguntó mirándome atentamente, recargándose en la silla y cruzando sus brazos.

Conocía esa acción, estaba a punto de negar lo que yo iba a decir, se iba a poner a la defensiva porque cualquier cosa que yo dijera y lo hiciera sentir halagado era una mentira para él. Siempre me lo decía "No merezco cumplidos ni halagos, soy una criatura tan imperfecta que para poder alguna vez aspirar a ser mejor, tengo que fingir ser un dios".

-- Es magia, de aquella que te hace parpadear sorprendido y te preguntas si todo lo que hay frente a ti es real o una simple imaginación. -- dije mirándolo con intensidad, el ceño fruncido, la boca relajada y nuestros ojos haciendo un contacto tensionante.

Y de pronto así como nuestras conversaciones se volvían exigentes y animadas, esta súbitamente se sumó en un silencio que reflejaba la reflexión y cuestionamiento que nos hacíamos después de una charla.

-- Bueno, este talento que dices que tengo no sirve de nada si nadie está dispuesto primero a darme un minuto de su atención. -- me dijo él mirando al suelo con una mano en la mejilla.

Ignoré el hecho de que probablemente se estaba limpiando una lágrima, y me dediqué a observarlo atentamente. Paul era la obra de arte suicida más hermosa que haya visto, un cuadro de depresión que simplemente no podías dejar de admirar.

-- Bueno, ni siquiera tú te das un minuto de atención. -- Respondí tomando mi bolso del suelo.

-- ¿A qué te refieres? -- Me preguntó cuando le di la espalda. Probablemente haciendo una amague para levantarse.

-- ¡Nos vemos Paul! -- Respondí con simpleza mientras me alejaba de él.

Su actitud de sabelotodo y clasista a veces solo era una fachada par ocultar al ser más triste que haya conocido alguna vez, pero eso nadie más lo tenía que saber, me encantaba ser la única que conocía esa actitud tan íntima de él. Egoísta, lo sé, pero no todos los días tenías la suerte de encontrarte con alguien como él, y no me iba a arriesgar a perderlo.

Menos si sabía que nadie lo entendería como yo, Paul no necesitaba pesar. Sólo a alguien que supiera cuándo callar y cuándo hablar. Alguien con la prudencia y la paciencia de un monje, alguien como yo.

Cuestion de perspectivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora