Capitulo 4

3 0 0
                                    

Agatha

Cayendo

Cinco años antes.

Conozco a Darien hace bastante, prácticamente desde que tenía siete años. Ahora después de seis años podría decir que lo conozco a la perfección. A pesar de eso tengo que admitir que empiezo a preocuparme, antes sólo era un mosquito molesto revoloteando entre Esmeralda y yo, pero últimamente es un encanto, se toma la delicadeza de recordarme todos los días que soy interesante, divertida y que nunca se cansaría de oírme susurrarle en las noches antiguas leyendas griegas. Es increíble tener ese tipo de atención, que casi siempre se llevaba mi mejor amiga, los hombres solo me buscaban para que les hiciera algún tipo de favor escolar, algunas veces se me acercaban, guiados por mi belleza, pero desaparecen a la velocidad de la luz cuando notaban que yo no era como otras chicas, o mejor dicho como Esmeralda quien no se traba al hablar, no tiene ni un poco de reserva al acercarse a ellos y que posee un sentido del humor que encandilaría a cualquiera. Pero Darien, él no es como los otros chicos, por primera vez un chico me ve solo a mi, y me encanta.

Esmeralda lo está notando, y sé que me está juzgando. En su mente probablemente la estoy cambiando por un simple chico... No me gusta admitirlo pero Darien suele consumir mi mente y mi mejor amiga siempre fue del tipo celoso, sabía que tenía que elegir entre ella y la persona que me había estado robando el sueño y el aliento estos días, mi destino era colgarme a ella, aprovecharla para sacar adelante mi vida social y esperar a que otro chico, más oportuno y fácil de controlar apareciera en mi vida, por más aburrido y conformista que sonara. Así que decidí hablar con él.

-- ¿Sabías que en griego Agapi significa amor de vida? Es bastante curioso si me lo preguntas. -- Me comentaba bajo la sombra de un manzano -- Siempre que pienso en esa palabra me acuerdo de ti.

Estábamos mirando las hojas mecerse al suave viento de abril, acabábamos de salir del colegio y no me apetecía llegar a casa sólo para oír a mi padre quejarse por la falta de dinero. Eran días en los que simplemente me gustaba tumbarme a mirar como la naturaleza nos abrazaba con tanto amor.

-- Tal vez es por tu nombre, Agatha. -- Continuó mientras giraba su cabeza para mirar mi perfil -- O... puede ser por esos labios.

Me tomó por sorpresa su afirmación así que volteé a verlo súbitamente sin ser consciente de lo cerca que estábamos. Mire ese par de jades fijamente, cada vez que quedábamos tan cerca mi respiración se atoraba en mi garganta, sentía que con una sola mirada me desnudaba el alma. No sabía si eso me gustaba o me molestaba pero definitivamente me intimidaba.

-- Sé que crees que tiene que elegir entre ella y yo -- dijo mientras tomaba mi barbilla entre su dedo índice y pulgar. -- Pero no tienes por qué pensar así, sólo déjame todo a mí Agapi, entiendo que todo esto te duela -- miró directamente mi boca y luego me sostuvo la mirada. -- Nos puedes tener a ambos.

Y me besó. Conocía que era su primer beso pero él siempre me guió, sus labios que eran torpes e inexpertos me embargaron con dulzura pero incipiente posesión. Entre nuestros hambrientos movimientos se creaba una enferma obsesión y a decir verdad... No me molestaba.

Mi primer beso es una experiencia que me cuesta recordar con amor, pues había sido forzado y todo menos placentero. Otra acción que habían hecho los chicos para ver si yo era lo suficientemente interesante como para mantener su atención.

-- Te reto a robarle un beso a Agatha. -- murmuró Andrés a Arturo un día donde el bloque de inglés quedó libre por la falla del profesor.

-- No lo sé amigo, ella no parece el tipo de chica que aceptaría un beso robado gustosa, de hecho creo -- volteó a mirarme pensando que yo a tres puestos no escuchaba perfectamente lo que ellos decían -- creo que no ha dado su primer beso.

-- Oh vamooooooos, no seas idiota -- le había respondido Andrés con sorna -- es hermosa ¿Qué no la ves? Las chicas hermosas estan hechas para besarlas y recordarles que eso son -- Andrés se encogió de hombros -- chicas besables, no creo que se vaya a quejar prácticamente le estás haciendo un favor.

Me levanté de mi puesto muy disimuladamente con la esperanza de poder irme antes de que ellos intentaran hacer algo. No tuve suerte.

-- Ve rápido, antes de que salga. -- murmuró Andrés apurando a Arturo.

-- Ugh amigo, está bien pero si pasa algo te echaré toda la culpa. -- dijo Arturo caminando hacia mi mientras que Andrés lo chistaba con emoción, ansioso por ver como todo terminaba.

Y Arturo cumplió, me tomó del hombro justo antes de que pudiera alcanzar el pomo de la puerta, susurró mi nombre, y antes de que yo pudiera pararlo o tomarle la mano a para evitar su próximo movimiento, me tomó de la nuca y estampó sus labios contra los míos, haciendo que nuestros dientes se estrellaran, alcanzó a mover un poco sus labios pero algo lo detuvo.

-- ¿Qué demonios está mal contigo? -- esta vez fue Esmeralda la que tomó a Arturo del hombro y lo jaló con tanta fuerza que lo arrancó de un solo tirón de mi.

-- E-esmeralda yo no-o sabía que tu-tu estabas viendo. -- Arturo vió a mi amiga con temor, no era secreto que tenía un flechazo por ella, pero no era ni lo suficientemente atractivo, ni tenía una pizca de carisma como para captar la atención de su amor platónico.

-- ¿No sabías? Pues eso me vale tres campos de pepino -- no fue una intervención muy valiosa, pero me valió lo suficiente como para quererla un poquito más. -- ¡Vas a pedirle perdón a Agatha ya mismo! Si no yo te haré hacerlo, a mi estilo.

Dicho y hecho Arturo me pidió perdón seis veces seguidas de diferentes maneras, mientras que escuchaba la risita de Andrés de fondo, como una clara advertencia de que muchos hombres eran así, y que debía tener mucho cuidado con aquellos que se pasaran. Esmeralda siempre iba a ser todo lo posible para protegerme, pero sabía que los chicos con Andrés nunca iban a dejar de fastidiar.

Darien me estaba besando con tal delicadeza pero al mismo tiempo pasión, que no pude evitar compararlo con la incomodidad de haber besado a Arturo. Darien era un Dios y Arturo un simple humano con falta de carácter, y no pude evitar sumirme en su hechizo.

Por unos cuantos minutos me permití olvidar que lo que hacíamos no estaba bien, que esto iba a perjudicarnos y principalmente, que me estaba metiendo en la boca del lobo. Por él, estaba dispuesta a dejar de ser el cazador y volverme caperucita. Después de todo, perderlo absolutamente todo, mi valores, mis creencias, y hasta mi familia, me sabría dulce.

-- Darien prometeme algo... -- dije alejándome -- No puedes permitir nunca que alguien más esté conmigo.

Mi compañero me miró con esa mirada pícara que me ponía nerviosa tan a menudo.

-- Te lo prometo.

Nunca creí que él fuera a ser tan leal a lo que prometía.

Cuestion de perspectivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora