Capitulo 6

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Agatha

Sospechas

Cuatro años antes.

-- Dios no puedo creer que Marina no nos haya invitado a su súper estúpida fiesta de Halloween -- Se quejó Esme mientras caminaba descalza de un lado a otro en mi habitación. Sus pasos ligeros pero bastante molestos.

-- A mí no me molesta quedarme en casa -- me abstuve de comentarle que a mí sí me habían invitado. -- La noche está estrellada y el viento no es tan frío, podríamos dar una vuelta.

-- ¿Un sábado por la noche? -- su rubio cabello bailó cuando volteó a mirarme con violencia -- No hay nada interesante que hacer en este pueblucho de mierda. Qué idea tan mala Agatha.

-- Pues en todo caso sabes que es culpa tuya. -- replique con desdén. -- Si pudieras controlar a tus hormonas y no te hubieras besado con el casi-novio de Marina, estaríamos bailando y no en mi cuarto pensando en qué hacer. -- Finalicé acomodándome en mi cama.

-- Dios tu actitud de derrota no ayuda en nada. -- Esme meditó un poco frente a mi tocador (Probablemente sólo mirándose al espejo). Movió sus cejas de manera graciosa, probablemente satisfecha pues acaba de hacérselas.

-- Podríamos irnos a dormir temprano como para variar. -- Dije con mis manos picando por quitarme el vestido. Había sido un día largo con mis padres levantándome a las ocho de la mañana, oirlos pelear en la tarde y luego recibir a una muy molesta Esmeralda que nunca aceptaría ninguna palabra cercana al no.

-- ¡Ya sé! -- me ignoró -- Nos vamos a colar a la fiesta. -- volteó a mirarme con una mirada que prometía travesuras.

-- Tu idea apesta. -- rodeé lo ojos, ni porque el mismísimo Dios me lo pidiera iba a ser parte de un escándalo relacionado con Marina y Esmeralda, dos chicas de mucho cuidado.

-- Es brillante. -- ella sonrió y juro que vi como sus frenillos brillaron. Puedo ver un desastre acercándose.

Con su plan en mente mi amiga se adentro a mi armario en búsqueda de quién-sabe-qué, y yo como buena amiga que soy fui tras ella antes de que se robara algo de mi ropa.

-- Además esto debería interesarte. -- Comentó ella casualmente pasando sus dedos por mis pertenencias.

-- ¿A qué te refieres? -- la miré con molestia.

-- He notado que has estado suspirando por un tal "Ojos verdes" -- tiró el vestido que estaba observando al suelo y me observó fijamente.

-- No tengo idea de qué hablas.-- la amenaza asomándose por mis labios.

-- Vamos Agatha, podré necesitar gafas pero no soy ciega del todo. -- replicó -- lo tienes escrito en todos tus cuadernos, lo cual me sorprende porque no eres el tipo de persona que hace esas cursilerias. -- se mofó con crueldad.-- Vamos dime ¿Es Andrés?

-- ¿Qué? -- Exclamé con horror.

-- Es el único chico de ojos verdes en el curso. -- ladró -- Y no creo que el señor Abello sea una opción.

-- ¡Ugh Esme! -- grité -- Qué asco. Respétame un poco. Andrés es un imbécil y el profesor de inglés tiene 50 años.

Ella estalló en risas, y no tuve más remedio que imitarla mientras volvía a mi cuarto con ella siguiéndome de cerca. Las paredes rosadas nos recibieron con cariño.

-- Entonces ¿Quién es? -- preguntó mientras yo tomé sus gafas de la mesita de noche.

-- Deberías ponértelas más seguido -- le dije caminando hacia ella.

-- Sabes que me hacen ver fea. -- Se quejó. -- Vamos deja el silencio y confiesa.

-- Yo creo que te dan un toque misterioso -- repliqué mientras se las ponía. -- ¿Cómo sabes que no hablo de ti?

-- Estoy muy segura de tu heterosexualidad -- dijo con humor alejándose.

Dejé que una sonrisa partiera mis rostro para después volver a estallar en risas. Esme bufó y se volvió a meter en mi clóset, después de unos cuantos segundos volvió con una falda que casi no usaba y una blusa escotada.

-- Vamos dulzura cámbiate. -- Dijo lanzándome la ropa y acercándose a mi bolsa de maquillaje. -- Nadie deja a Esmeralda Greco y Agatha Dominguez fuera de una fiesta. Si no ¿Por qué otra razón irían los chicos? -- dijo sacando los utensilios -- ¿A ver a las amigas mojigatas y feas de Marina? No lo creo.

Sonreí con diversión. Sí, tal vez mi mejor amiga era muy diferente a mí, en tantos sentidos que probablemente muchos no entenderían cómo es que somos tan cercanas, cómo es que ella puede contarme todas las travesuras que suele hacer sin inhibirse en lo más mínimo. Lo único cierto y verdadero en nuestra amistad que casi rayaba la obsesión era que yo la admiraba desde lo más profundo de mi ser. Toda ella era una canción de Marina and the Diamonds. No, de hecho podría dedicarle todo el álbum a su compleja personalidad, atrevida, pícara, astuta, y aventurera, una niña rica que le encantaba empaparse de lujos y al mismo tiempo de cosas tan sencillas como tomarse una cerveza a escondidas a pesar de ser muy joven para ello. Esa niña era la razón por la cual yo disfrutaba mi vida al máximo de vez en cuando, no podría imaginarme nunca estar sin sus comentarios mordaces y pervertidos, después de todo ella soltaba el veneno que yo me moría por expulsar a través de su filosa lengua. Los quince años le hicieron bien a sus curvas y a su carácter, a cada momento parecía más inalcanzable para todos.

-- Ya lo creo que no. -- dije tomando la falda y la blusa para irme al vestidor, no me quedaba más que arriesgarme una noche más a seguir sus estúpidas ideas.

Cuestion de perspectivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora