∘◦༺ L O H A N E ༻◦∘
Dejé caer mi mochila junto a la pequeña mesa ratona de la sala y me desplomé en el sofá como un muñeco de trapo. Odiaba mi instituto, las clases, los alumnos, y en especial, que Micky no estuviera ahí. Saqué el móvil del interior del bolsillo de mi abrigo y lo primero que hice fue textearle.
Llegaron las cuatro y pico de la tarde, yo seguía oculta entre los cojines del sofá, sin siquiera haberme quitado el uniforme escolar. Escuché como la puerta principal se abrió de par en par, golpeando el picaporte contra la pared lateral. Me levanté, asomando el rostro por encima del respaldo del sofá, y con el enorme alivio de saber que era Micky quien había entrado a la casa, solté un extenso suspiro.
—¿Y tú no estudias o qué? —Fruncí el ceño, alzando los brazos hasta la parte superior de los cojines. Descansé mi mentón sobre mi carne.
—Clases virtuales. Actualízate, bruta —respondió, señalándome con el dedo índice y luego meneando la cabeza de lado a lado.
Aun de espaldas a la puerta, empujó su pie contra la madera, volteándola y cerrándola con una increíble habilidad a ciegas. Micky lucía unos ajustados jeans color verde que le llegaban por encima del ombligo, complementándolo con una camisa lila de sedosos volados y unos tenis blancos. Entre sus brazos cargaba una enorme caja con diferentes retazos de cinta en varios sectores.
—¿Y eso? —Señalé la caja.
—Ven. Traje algo —me indicó, avanzando hasta la cocina.
Una vez que logré levantarme del sofá, le seguí el paso, quedándome de pie a pocos metros de la mesa en la que ella había dejado la caja. Micky abrió un par de cajones hasta dar con el de los cubiertos. Revolvió el contenido, sabiendo exactamente qué era lo que buscaba, y sacó unas tijeras. Se acercó hasta la caja, sosteniéndola con la zurda, y cortó el centro entre las aletas superiores que anteriormente habían estado aseguradas por el adhesivo de la cinta. Separó los cartones al tiempo en que yo me iba asomando hasta quedarme a un lado de ella.
—¿Adornos de Halloween? —Alcé las cejas y fruncí los labios, sin entender a qué iba todo esto.
—¡Sí! —respondió con entusiasmo. Sacó dos pequeños fantasmas de plástico, sujetando uno en cada mano y acercándomelos a la cara—. Tu festividad favorita. ¡Halloween! —Movía los fantasmitas de lado a lado, como si brincasen en el aire.
Tomé uno de los muñecos, el que Micky sujetaba en la diestra, y lo analicé, volteándolo hacia diferentes ángulos. Ladeé la cabeza con una mueca llena de curiosidad.
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Adiós, extraño ©
Teen FictionLa vida no vuelve a ser la misma después de tantos intentos fallidos. Lohane había desistido de la vida, pero su alma seguía deseando que la tercera no fuera la vencida. Unos ojos iluminaban las ideas de la chica. Una voz guiaba sus escritos. «¿Quié...