28 Lenguaje corporal

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E D M O N D

Mi zurda empuñaba el bolígrafo con cierto pesar, como si mis manos fueran capaces de conectar con las emociones que intentaba transmitir mediante la tinta. Lo único que quise transmitirle al final de la carta fue:

Te amo, Lohane Bouchard.
Experimenta, ama, repara y expresa.
No padezcas un tiempo perdido.
No busques entenderlo todo.
Sólo ama hasta el cansancio,
con limites y sin prejuicios.
Ama.

DECHART, EDMOND.
tercer carta.

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They'll be here pretty soon
Lookin' through my room for the money
I'm bitin' my nails
I'm too young to go to jail
It's kinda funny

Los bajos de la melodía que se reproducía en los pequeños parlantes de mi computadora lograban que el cristal del ventanal detrás mío vibrase con bastante frecuencia, y si te acercabas lo suficiente, podías escuchar un ruido semejante al aleteo de unas abejas. Según Loha, Bellyache se disfrutaba mucho más en su versión lenta, y que además, era aún más satisfactorio oírla dentro de las cuatro paredes de la pequeña sala de mi departamento.

Ese día el color de su cabello era azul. Al otro día quizás sería verde. Y a lo mejor, en unas semanas vuelva a ser gris. Lohane Bouchard, mimetizando su aspecto como un camaleón que nunca logra encontrar la roca en donde descansar. Largos mechones azules se encargaban de asechar su rostro hasta cubrir ciertas facciones de este, siendo producto de aquel consciente tambaleo que hacían sus piernas al bailar de lado a lado como un rombo.

Respiré hondo, muy fuerte y dramático, demostrando un falso y mal actuado cansancio hacia ella. Lo divertido era que... Loha siempre sabía cuando bromeaba. ¿Tan obvio era que la amaba?

Ella sonrió.

—¿Where's my mind? —Cantaba frente a mí, abriendo mucho la boca y exagerando la pronunciación de cada una de las letras—. ¿Where's my mind? —Repitió una vez más, y cuando la música estalló en su golpe de instrumentos, Loha dio un pequeño brinco moviendo la cabeza de abajo hacia arriba y de izquierda a derecha, y viceversa. Lo hacía con mucha lentitud, bailando al ritmo de la canción.

Loha estaba feliz. Al menos ese día era feliz.

—Canta conmigo —dijo Loha.

—No me sé la letra. —Removí los labios hacia un costado, excusándome.

—Entonces siente la canción. —Su cabeza seguía haciendo esos raros movimientos de arriba hacia abajo, y ahora, sumaba sus hombros en un chistoso meneo. 

Adiós, extraño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora