13 Más que halloween

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∘◦༺ L O H A N E ༻◦∘

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L O H A N E

La sala y la cocina eran iluminadas por distintas luces de un cálido color naranja, las cuales provenían de un par de grandes lámparas y unas cuantas velas aromáticas que Micky había estado deseando encender desde el año pasado. La casa se había inundado de un intenso olor a canela y manzana verde, ambos siendo un recordatorio del otoño, de su cercano final. Por otro lado, el estéreo de la tele estaba al máximo, reproduciendo una de las playlist de Micky.

—Touch me, touch me, don't be sweet. —Cantaba Micky, palmeando sus caderas, su torso y sus hombros entre cada pausa. Su dedo índice se dirigió hacia Sarah, quien estaba tras el desayunador de la cocina, preparando una jarra de vodka con jugo de durazno.

—Love me, love me, please retweet. —Sarah continuó la letra de G.U.Y de Lady Gaga, abanicando su rostro con la diestra y luego cubriendo sus ojos con el aire teatral que tanto la caracterizaba.

La castaña me dedicó una mirada cómplice, señalándome con la cuchara que sostenía en la diestra y haciéndome partícipe de este dueto en cadena.

—I wanna be that guy. —Canté en voz baja, moviendo de lado a lado la brocha de maquillaje con la que estaba maquillando a Edmond—. G-U-Y —deletreé, volviendo a posar la brocha sobre el párpado del chico y picándole accidentalmente el ojo.

—¡Ah! —gritó Edmond, cubriéndose el ojo con una de sus manos. Sus comisuras se curvaron hacia abajo y su ojo sano me juzgó con recelo—. Ya es la tercera vez. Me vas a dejar tuerto.

Mi boca se abrió, mostrando las dos filas de mis dientes chocando entre sí; un gesto que expresaba un verdadero «La cagué». Terminé por ceder el peso de mi cuerpo sobre mis piernas flexionadas, sentándome sobre ellas. Me encontraba de bruces en la alfombra de la sala, entre las piernas de Edmond, quien estaba sentado plácidamente en el sofá. Junto a mis piernas había un estuche del tamaño de una cartera, era de Sarah, y dentro había tanto maquillaje que hasta me resultaba abrumador. Demasiado para elegir. Entre Micky y yo habíamos decidido que Edmond iría de vampiro. Nos la hacía fácil, ya era pálido, por lo que únicamente nos habíamos dedicado a conseguirle colmillos, sangre falsa y una capa negra en una tienda de disfraces.

¿Yo? Yo me había disfrazado de cucaracha. Pero en lo posible no lo volvamos a mencionar, el recuerdo es un pelín traumatizante. Ser coquette en Halloween nunca fue una opción.

El pobre chico llevaba encerrado con nosotras tres hace ya hora y media, había tenido el tiempo suficiente para recibir y digerir las amenazas de una Mikaylah territorial, casi que en celo. Dios, si pensaban que su creatividad sólo se limitaba a su curioso vestuario, deberían de haber oído sus insultos. Era ingeniosa como el carajo. Definitivamente Britney Spears le afectaba en tanto a dramatismos. Desataba su lado más tóxico.

—Deja de quejarte, Eduardo. Una vez me arranqué las pestañas con una de esas mierdas. —La chica le señaló el rizador de pestañas que yacía en uno de los cojines del sofá—. La belleza duele. —Su boca hizo un puchero y se limpió una lágrima invisible.

Adiós, extraño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora