03 El amor

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∘◦༺ L O H A N E ༻◦∘

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L O H A N E

Las últimas horas de la mañana eran heladas y tormentosas, te hacía temblar hasta los dedos de los pies. A mediados de otoño nadie podía argumentar que el frío era mucho mejor que el calor, ya que, a diferencia de nuestro invierno seco, el frío era húmedo y se te calaba hasta por los huesos. Nada es fácil en otoño.

Mis pies resbalaban por las veredas nuevas que habían instalado frente a las tiendas de esta calle, el agua de la lluvia, previa a nuestra decisión de caminar juntos, las había embadurnado como un jabón que podía predecir tu futura muerte (resbalarse y morir, fin).

Oía como gotas de una calma llovizna caían sobre el paraguas que el chico sostenía encima de nuestras cabezas. Es un tipo de ruido que, aun siendo distante, disipa mi estrés. Miré a mi costado, quedándome con los ojos absortos en las manos del sujeto: sus dedos eran largos y huesudos. También, tenía una piel sumamente pálida, como si hubiera estado encerrado por muchísimo tiempo. Levanté la vista un poco más, pudiendo ver su rostro. Los ojos de Edmond Dechart estaban perdidos en la calle; la expresión que envolvía sus facciones era de aflicción, al principio creí que la caída lo había lastimado más que a mí, pero era mucho más que eso.

Lo seguí contemplando, como si viera una pintura abstracta. No tan abstracta (absurda) como sería la muestra de una banana pegada a la pared con una cinta de papel, pero en definitiva, él era alguien difícil de comprender.

—¿Qué pasa? —me preguntó, sin apartar la mirada del frente.

Yo, por otro lado, seguía viéndolo con los ojos bien abiertos y una ligera sonrisa de par en par. Ya saben, igualita a la célebre escena de Jack en la peli del Resplandor: "¡HERE'S JHONNY!".

—Here's Jhonny... —dije con timidez.

Mierda, tendría que haberlo interpretado con más ímpetu.

—¿Eh? —Frunció el ceño.

¿Por qué no dejé que aquel auto simplemente lo atropellara? Hubiera sido más fácil de sobrellevar.

Me aclaré la garganta, deformando mi increíble performance. Retomar conversaciones luego de un evento incómodo nunca fue mi fuerte, pero no tardé en matar esa pequeña pausita silenciosa que uno mismo crea post pena ajena.

—No suenas de Fresno. Es decir. En general. Tu acento es... raro. —Ladeé la cabeza, intentando acomodar las palabras—. ¿Eres de Francia? —Alcé las cejas, a ver si le atinaba.

Negó con la cabeza sin decir nada. Yo lo tomé como la invitación a una adivinanza, así que fui a por otra opción.

—¿Marruecos...?

—No. —Hundió las cejas.

—No me jodas.

Soltó una risa nasal y negó lentamente con la cabeza.

Adiós, extraño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora