17 A sus pies

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∘◦༺ E D M O N D ༻◦∘

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E D M O N D

—¿Qué edad tendrá? —preguntó Loha, quien se balanceaba en la banqueta.

Estábamos descansando tras la barra del barista (es decir: yo), hasta ahora no había entrado ningún cliente nuevo. Lohane jaló del trapo que colgaba de mi hombro y pateó suavemente la posteridad de mi rodilla, casi haciéndome caer de bruces. Fruncí el ceño, volteándome hacia ella con una expresión de confusión que, si Lohane seguía así, tarde o temprano la transformaría en una de enojo.

—Haz la apuesta. —Señaló a una señora.

Reprimí un gruñido lleno de desdén y me crucé de brazos, girándome en dirección a la persona señalada. Era una mujer de cabello blanco. Sus arrugas eran prominentes y sus tetas parecían llegarle hasta las rodillas. Me quedé un breve instante pensando. «¿Será un mártir de la Primera Guerra Mundial?». Ella venía al menos una vez a la semana y diría que siempre envejecía un poco más, pero estaría firmando su fecha de defunción.

—Entre los ochenta y un pie a la tumba. —Tanteé, moviendo la cabeza de lado a lado como si lo estuviera meditando con suma seriedad.

La duda era cosa de todos los días. Lohane siempre tenía una excusa para mencionarla en busca de nuevas conspiraciones. Estaba obsesionada.
La vida de esa desconocida le era tan significativa que había hecho una lista mental acerca de ella. Como por ejemplo: Loha sabe que la señora Phillips siempre llega a las cinco en punto. Su marca de ropa favorita es Armani y Dior. Su colonia habitual es de Givenchy. Tiene un mínimo de cuatro nietos y es viuda. Y lo más cómico, es que esa mujer tiene una extraña fijación conmigo. A veces me ve con cara de espanto, como si mi simple presencia le disgustara; me analiza de pies a cabeza y llega un momento en el que los pensamientos comienzan a causarme remordimiento. ¿Mi pelo se ve muy bohemio? ¿Tengo la bragueta abierta? ¿Estoy teniendo una erección? ¿Qué mierda tengo en la cara como para que me vea de esa forma? Ah, es pasta dental. No obstante, hay ocasiones en las que se dirige a mí de una forma inusualmente amorosa. Me gustaría que fuera algo maternal, pero suele rozar lo que se conoce como acoso sexual. Al menos eso dice Loha. Por Dios, ella dice tantas cosas.

—Lo voy a anotar. —Asintió Loha, también cruzándose de brazos.

La vi por encima de mi hombro y no evité sonreír al notar como imitaba mi posición.

—Ya deja de molestar y ve a consultar si la mesa cinco eligió algo del menú.

Sus ojos se pusieron en blanco y entre gruñidos se bajó de la banqueta, era como ver a un niño siendo obligado a hacer su tarea antes de ver la televisión. Guardó su anotador dentro del bolsillo de su delantal y le palmeé la espalda antes de que ella fuera a cumplir su tarea. Volvió al cabo de un minuto, señalándome los postres de limón e indicándome que querían dos. Los preparé en dos pequeños platos de porcelana amarilla y les hinqué sus respectivas cucharas. Lohane entregó el pedido y volvió a sentarse en la misma banqueta.

Adiós, extraño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora