PREFACIO

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"No quería despertarme. Me lo pasaba mucho mejor dormido. Y eso es muy triste. Era casi como una pesadilla al revés, como cuando te despiertas de una pesadilla y te sientes aliviado. Me desperté en una pesadilla".

Ned Vizzini.

Una suave brisa acaricia mi piel, llevando consigo el susurro de las hojas que danzan al ritmo del viento

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Una suave brisa acaricia mi piel, llevando consigo el susurro de las hojas que danzan al ritmo del viento. El aire apenas logra disipar el calor asfixiante que se cuela por las ventanas entreabiertas.

Froto mis ojos contra la almohada y me doy la vuelta.

Recostada en la cama, mi mente se sumerge en imágenes de un recuerdo difuso. Su silueta se recorta contra la luz dorada del atardecer. Él permanece de espaldas, como si el mundo entero se desvaneciera ante sus ojos, ajeno a mi presencia. Una sensación de invisibilidad me envuelve, mientras observo cómo sus manos se aferran a la barandilla. Echa la cabeza hacia atrás, admirando las pocas nubes que quedan a la puesta del sol.

—Volviste... —susurro con una voz apenas perceptible, sintiendo cómo mi corazón se estremece ante la indiferencia de su silencio.

Mis dedos arrugan las sábanas y una lágrima se desliza por mi mejilla.

Decido levantarme de la cama, aunque mis piernas apenas me sostienen, y avanzo hacia él con pasos indecisos. El aroma embriagador de las rosas impregna el aire, arrullándome en una espiral de emociones encontradas. El repentino flash de una cámara me ciega por un instante, mientras el viento agita las páginas de un libro cercano, como si quisiera arrastrar nuestros recuerdos al olvido. Con cada paso, siento cómo la fuerza me abandona, y la misma se desvanece con cada página arrancada. Pero aun así, me acerco a él, extendiendo mi mano temblorosa hasta sus piernas. Las puntas de mis dedos logran acariciar la tela de sus pantalones, buscando desesperadamente un atisbo de conexión.

—No puedo seguir sin ti —musito entre sollozos, dejando que mis palabras se pierdan en el silencio que nos rodea.

Mis dedos se aferran con firmeza a la tela de su prenda, tirando suavemente de ella en un intento desesperado por llamar su atención. Finalmente, él se voltea. Sus ojos se encuentran con los míos, los suyos carecen de brillo. Solo hay ausencia. Un fantasma de lo que alguna vez fue. Los labios del hombre se curvan en una sonrisa gentil. Su expresión trasmite una calma inquietante. «¿Qué te ha sucedido, mi dulce extraño...?».

—Sí puedes, Lohane.

Oigo el murmuro de su voz, aun cuando sus labios no se mueven para pronunciarlo.

Vuelvo a jalar de la tela. Me falta el aire. Estoy cerca... tan cerca de él.

—Pero no quiero —respondo.

DEJA TU HUELLApaís, fecha y un mensajito

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Adiós, extraño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora