–¿Estás segura de que no quieres que te lleve? –la voz de mi padre me hizo girar para mirarle. Ajustaba su uniforme frente al espejo del salón para obtener una presencia impecable.
–No, papá, gracias –respondí haciéndole a un lado con mi cadera para mirarme en el espejo; me había hecho una coleta alta y odiaba que los mechones rebeldes quedaran sueltos–. No te preocupes, no llegaré tarde.
–Eso espero. No me gustaría tener que ir a buscarte a casa de Iris.
Tragué saliva con dureza.
Le había dicho a mis padres que iba a casa de mi amiga para ver una película y cotillear sobre la gente que conocíamos, lo típico que solíamos hacer. No podía decirles que en realidad había quedado con un chico, y mucho menos con el más delincuente del instituto. Seguro que me encerraban en mi habitación con candado. Ellos eran sumamente protectores y sabía que si su hija mayor les decía que iba a salir por ahí con un chico sus alarmas se encenderían y se atacarían de los nervios, sobretodo mi padre. Así que, aunque odiara hacerlo, tuve que mentir.
–Tranquilo, llegaré a las ocho.
–Ni un minuto más –ordenó, besó mi frente y se marchó hacia la cocina.
Aproveché que a mi padre todavía le quedaban diez minutos para marcharse para así poder irme sin que viera hacia dónde me dirigía. Había quedado con Evan en la puerta de la biblioteca municipal y quedaba en el lado contrario de la ciudad, si mi padre me veía sería mi fin.
Caminaba calle abajo mirando el suelo por el que pisaba. De vez en cuando echaba vistazos rápidos a los coches que pasaban por mi lado para asegurarme de que no se trataba de mi padre. Estaba nerviosa y aterrorizada por si me descubrían. Nunca tuve la necesidad de mentir a mis padres y eso provocó que un nudo muy grande se instalara en la boca de mi estómago.
No tardé mucho en llegar a la entrada de la biblioteca, donde supuestamente Evan ya debería estar, pero no fue así. No le vi por ningún lado. A mi mente llegó la idea de adentrarme al edificio para averiguar si estaba ahí esperándome, pero en ningún momento me dijo que estaría dentro, solo que me esperaría en la puerta.
El sonido estridente de una moto llamó mi atención y no pude evitar fijar mi vista en el vehículo negro y en el conductor. Llevaba un casco totalmente cerrado y negro y vestía con colores oscuros. No me hizo falta pensar mucho para saber que se trataba de él. Se quitó el casco, poniéndolo sobre su muslo y me observó.
–¿Vienes o qué? –preguntó de mala gana.
Yo estaba petrificada y me sentí estúpida por un momento al creer que caminaríamos como adolescentes normales. También me sentí realmente imbécil cuando me encontré caminando a su dirección.
"¿Qué estoy haciendo? No quiero subirme ahí", pensé sin dejar de andar.
–No me digas que te dan miedo las motos –bufó poniendo los ojos en blanco.
–¿Cómo lo sa...?
–Estás pálida y rígida como una pared, no hay que ser muy inteligente para darse cuenta –observó con las cejas alzadas y mirada aburrida–. Eres tan...
–¿Molesta? –terminé por él.
–Iba a decir predecible, ya sabes, porque a la mayoría de las chicas os asustan las motos. Pero tu respuesta no está equivocada tampoco.
Me quedé mirándole con los ojos entrecerrados y los dientes apretados. Ya sabía yo que no era una buena idea eso de quedar con Evan, pero mi lado adolescente, ese que me decía que me arriesgara y saliera de mi casa, me hizo querer probar cosas nuevas más allá de estar con Iris o estudiar.
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Apariencias (Libro #1)
Teen FictionNayra Jackson es una adolescente normal, una que obedece a sus padres y es muy aplicada en sus estudios, pero, sin querer, un día acaba castigada después de clase, lo que a sus padres no les hace ninguna gracia. Lo que ella no espera es que Evan, un...