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Había anochecido y Evan no había dado señales de vida, ni siquiera había encendido el móvil. Ya habían pasado más de veinticuatro horas desde que se marchó y estaba tan desesperada que en cualquier momento iba a salir a buscarle, aunque no sabía muy bien por dónde empezar.

Tenía los ojos hinchados de tanto llorar, pero no podía parar de hacerlo. Necesitaba que volviera a casa, necesitaba explicarle que meterme en su vida fue un error, que sólo quería ayudarle porque de verdad me importaba. Deseaba con todas mis fuerzas que supiera que jamás le traicionaría, que nunca le daría de lado ni le dejaría solo. Necesitaba que supiera de una vez por todas que le quería más que a mi propia vida y que jamás fue mi intención causarle ningún daño.

Me sentía la peor de las personas por haberle hecho daño. Herir a Evan era como apuñalarme a mí misma, como si su dolor fuese el mío. Le quería tanto que si él sufría yo lo hacía también.

No podía comprender su dolor porque a mí jamás me tocó vivir algo como aquello, ni siquiera algo parecido, pero quería comprenderle. Algo en mi interior le entendía aunque no hubiera sufrido el mismo pasado que él. La empatía que sentía hacia Evan desde que me abrió su corazón me daba ganas de llorar, me hacía querer meterlo en una burbuja de amor y alegría para que no saliera jamás, para que nunca más volviera a saber lo que era sufrir. Evan Hirst había sido un niño con demasiados problemas y traumas que se había convertido en un adulto con un peso inmenso sobre él, y no podía sentirme peor por no poder hacer nada para ayudarle.

Mi pecho dolía demasiado mientras que mis lágrimas empapaban todo mi rostro. Todo mi cuerpo se estremecía con cada sollozo. En mi corazón había un agujero que se hacía más grande conforme los minutos en su ausencia pasaban. Necesitaba desesperadamente que volviera...

La puerta del apartamento se abrió, pero había imaginado tantas veces ese sonido que tardé unos segundos en reaccionar. Sabía que sólo podía tratarse de una persona, y me levanté corriendo, limpiando las lágrimas que caían por mi cara.

Le encontré de espaldas a mí mientras cerraba la puerta. Todavía llevaba la ropa que había usado el día anterior, pero parecía que estaba más sucia. Su cabello era una mata de pelo negro alborotado y, cuando se giró lentamente, las ojeras bajo sus ojos me indicaron que él tampoco había descansado; seguramente había estado despierto toda la noche al igual que yo.

–Hola... –susurré con la voz rota, a causa de las emociones que se amontonaban en mi garganta.

Evan no respondió, únicamente me miraba con el ceño fruncido, pero no con una mueca de enfado ni de ira, sino con algo parecido al arrepentimiento, algo parecido al dolor, y eso hizo que mi corazón se encogiera todavía más.

Se abalanzó sobre mí sin decir ni una palabra y juntó nuestros labios en un beso que se me antojó necesitado y desesperado, como si hubiera estado anhelando este momento desde hace mucho.

Mis manos viajaron a su nuca y las suyas aprisionaban mis mejillas con fuerza para que no pudiera separarme de él, aunque no pensaba hacerlo. Ni por todo el oro del mundo iba a separarme de él ahora, no si me permitía estar a su lado para siempre.

Me agarró con fuerza por las caderas y me elevó, haciendo que enrollara mis piernas entorno a su cintura, aprisionándome contra él, y yo me dejé hacer encantada mientras caminaba conmigo a cuestas sin separar nuestros labios. Su lengua se había adentrado en mi boca sin permiso, pero no lo necesitaba porque yo estaba deseosa de acariciarla con la mía. Me dejó caer sobre la cama sin dejar de besarme, sin dejar de hacerme sentir plena y feliz. Necesitaba tanto esto que no me parecía real.

Todo su cuerpo parecía desesperado por tocarme, por sentirme, y mis manos no paraban de acariciarle por todas partes en un intento por demostrar que de verdad estaba ahí conmigo, besándome y haciéndome sentir millones de sensaciones que solo revivían cuando él me tocaba. Su lengua acariciaba la mía con agilidad y sin cuidado, tan ansiosa como yo lo estaba por él, por tenerle cerca de nuevo.

Apariencias (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora