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No fui consciente de lo que había hecho hasta que llegamos frente a la puerta del edificio abandonado. Había liberado al monstruo iracundo y furioso que albergaba en el interior de Evan. Había creado el nacimiento del enfado más grande que le había visto a mi novio jamás... y me sentía mal en todos los aspectos posibles.

Tiraba de la manga de su camiseta en un intento de frenar sus pasos, pero me era imposible hacer que dejara de andar. Sus movimientos eran movidos por la violencia y la irritabilidad que crecía cada vez más con cada paso que daba.

Era de noche y mi miedo a la oscuridad había quedado en último plano porque más miedo tenía a lo que fuera a pasar a continuación. La ansiedad y los nervios crecían en mi interior con el paso de los segundos, el estómago me pesaba como si hubiera comido rocas y todas mis extremidades temblaban de tan solo imaginar lo que iba a ocurrir.

Evan abrió la puerta que conducía a las escaleras de una patada fuerte y brusca.

–¡Evan, por favor...! –rogué al borde del colapso emocional–. ¡No hagas esto!

Se giró bruscamente, provocando que soltara la manga de su camiseta por el miedo que su violenta mirada me daba. La ira estaba impresa en sus preciosas facciones y me sentí la peor mierda de todas por haber creado al ser iracundo que había delante de mí.

–¡No voy a dejar que intenten quitarme a mi novia! –rugió en un grito furioso. Había gritado tanto que probablemente su garganta ardiera.

Se dio la vuelta y empezó a bajar las escaleras rápidamente, y yo le seguí angustiada.

–¡Evan, es tu amigo! –grité, en un intento de hacerle entrar en razón.

Él hizo chocar contra la pared la puerta al abrirla, tan fuerte que el sonido del impacto retumbó por todo el silencioso lugar.

–¡Los amigos no ligan con mi novia! –gritó, y giró su cuerpo para entrar a la estancia, donde todos lo miraban atónitos y en silencio–. ¡¿Dónde estás?!

Caminó hacia el centro de la sala, con los puños apretados y las venas surgiendo de su cuello, producto de la rabia, y escaneó la estancia de lado a lado en su busca.

–Evan... –murmuré, notando que las lágrimas iban a salir de mis ojos.

Todo el mundo nos miraba perplejo, intentando averiguar qué pasaba con Evan. Nora y Brandon se habían levantado de golpe de sus asientos con la alarma arraigada en sus caras, y ella fue quien se aproximó a mí. Al ver las lágrimas en mis ojos me abrazó de lado sin dejar de mirar al chico iracundo frente a nosotras.

–¡¿Dónde coño está Matt?! –el grito que profirió hizo que algunos dieran un paso atrás.

–¿Qué pasa? –me susurro Nora, en busca de una respuesta para el enfado de su amigo.

Yo no podía hablar, no podía ni moverme, sabía que respiraba porque el pecho me iba a la velocidad de la luz, pero era incapaz de procesar nada que no fuera la furia en mi novio.

–Matt ha intentado... –las palabras no querían salir de mi boca–. Ha intentado li-ligar conmigo.

Evan se acercó con pasos raudos y veloces hacia una de las mesas y la volcó, haciendo volar por los aires todo lo que había encima. Los gritos de las mujeres presentes se escucharon por todo el lugar y muchos se sus conocidos le preguntaban qué pasaba o le tachaban de loco por lo que acababa de hacer.

–¡¿Y por qué se lo has dicho?! –preguntó Nora alarmada, observando los destrozos que Evan estaba causando por donde pasaba.

Entonces, las lágrimas salieron de mis ojos.

Apariencias (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora