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Mi vida social, o al menos la poca que tenía, había muerto...

Cuando mis padres se enteraron de que su hija mayor había sido partícipe de una pelea no pudieron creerlo. Cierto es que el director no les dijo que yo le había pegado a nadie, pero les dijo que todo había empezado por mí.

Mi padre se enfadó muchísimo. Me exigía decirle quienes eran esos chicos y qué hacía yo con ellos. Claramente, no le dije sus nombres y le conté que uno de ellos me pidió una cita, yo dije que no y el otro chico trató de defenderme. A mi padre no le hizo ni puñetera gracia, pero mi madre pareció más calmada cuando supo que uno de ellos intentó ayudarme.

Total, que yo seguía castigada por haber estado con Evan esa tarde y ahora mis padres me habían ordenado que me alejara de esos dos chicos, aunque no sabía cómo hacerlo porque compartía clases con los dos.

Me encontraba sentada en las gradas del campo de fútbol junto con Iris, quien quería ver el entrenamiento de Connor y de su equipo, aunque sabía que sólo quería verlo a él. A mí el fútbol no me agradaba demasiado, la verdad, pero lo hacía por mi amiga. Estaba tan enamorada de él que no me importaba pasar mi descanso viendo cómo varios chicos corrían de aquí para allá y se pasaban el balón si con ello Iris estaba contenta.

No podía hacer otra cosa que mirar el entrenamiento mientras escuchaba los gritos de algunas chicas que también lo veían, no tenía nada más que hacer. Hubiera estado jugando a algún juego en mi smartphone, pero mis padres todavía lo tenían y yo estaba más aburrida que una ostra.

Iris se emocionaba cuando Connor la miraba o le sonreía y yo no podía parar de poner los ojos en blanco cada vez que soltaba un grito de boca cerrada. Comprendía perfectamente que mi amiga estuviera coladita por él, pero no compartía esa emoción histérica que le entraba cada vez que él la miraba. Era como ver a una niña abriendo un regalo.

Una mancha negra acaparó mi campo de visión por el lado derecho y giré mi cabeza, curiosa por saber de quién se trataba, y no había que ser muy lista para saberlo, pero yo no era demasiado espabilada y no imaginé que se tratara de Evan.

Sus ojos azules conectaron con los míos y se me hizo imposible apartar mi vista de él, incluso cuando pasó de largo y se perdió por debajo de las gradas donde estábamos sentadas Iris y yo.

Sentí calor en mis mejillas y tuve que morderme el labio para no sonreír. Evan me había mirado, sí, y yo me había alegrado sin razón. Ahora me sentía como Iris, pero no quería gritar de la emoción, bueno sí, pero me contuve.

Tomé un profunda respiración y me puse en pie de un salto, envalentonada. No sabía por qué, pero quería hablar con Evan. No sabía qué iba a decirle, ni mucho menos esperaba que fuera amable o simpático conmigo, pero algo en mí quería ver sus ojos azules de nuevo.

-Vuelvo enseguida -le informé a mi amiga.

-Te vas a perder el entrenamiento -me reprochó ella.

-Sólo son unos chicos lanzando un balón, no es algo que me apasione.

-Tú misma -escuché que dijo cuando comencé a bajar los escalones.

El estómago empezó a encogérseme conforme me acercaba más a la parte de atrás de las gradas. Mis brazos temblaban y en mi garganta se había instalado un nudo demasiado grueso. ¿Desde cuándo me ponía así de nerviosa? Joder, haber conocido a Evan iba a acabar conmigo y con mi cordura.

Evan fumaba un cigarro apoyado en una de las vigas con un pie apoyado también. Su mueca parecía la de alguien aburrido y su mano libre estaba metida en el bolsillo de una de sus muchas chaquetas de cuero. Se podía apreciar su belleza pese a su rostro desganado y desinteresado. ¡Joder, podía ver lo guapo que era con sólo verlo de lejos! No me extrañaba nada que las chicas del instituto estuvieran detrás de él como perras en celo, pero por su ruda y grotesca personalidad ninguna se atrevía del todo a hablar con él.

Apariencias (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora