TREMENDA CASTAÑA

19 4 2
                                    

La mirada de Octavio alterna entre Marco y yo. Se muerde el labio, tratando de reprimir una carcajada.

Salto de la cama. En la vida me había movido tan rápido. ¡Parezco el buenorro de Terrazán!

El aire matutino me pone la piel de gallina. Bajo la mirada y me veo...

Me veo...

¡En ropa interior! Horrorizada, recuerdo que Marco...

Que Marco...

¡Solo lleva una toalla! Encima, mientras dormíamos se ha desanudado y...

—¡No! —grito en un susurro. La situación es de lo peorcito que he vivido jamás, pero no voy a ponerme a chillar. No quiero despertar al chimpancé nadador y hacerla aún más terrible, si cabe—. Octavio, por favor, no es lo que parece...

lo que parece. Estoy temblando.

Octavio sonríe con suficiencia:

—Oh, Rayita... —finge una consternación exagerada. Octavio siempre quiso ser actor, pero en las obras de teatro de la escuela nunca le permitieron ser más que un árbol o una roca. Ahora estudia algo relacionado con una Pitón—. En menudo lío te has metido. Espera a que se lo cuente a Jacinto... O, incluso mejor, a tus Cuatro Continentes y Jap...

—Son Cinco Continentes, estúpido —Octavio alza las manos—. Y como le cuentes esto a Jacinto, juro que te destrozaré tanto la vida que tendrás que irte a vivir a una grieta de alguna montaña para esconderte de las hordas de gente que te perseguirán día y noche con antorchas y rizadores de pelo sobrecalentados...

Octavio suspira. Deja caer la cortina a su espalda.

—Tranquilízate, pequeña gángster —sonríe. Todavía sonríe, el imbécil. ¿Es que no es consciente de que soy la reina de las redes sociales? Prácticamente controlo el mundo—. Podemos llegar a... un acuerdo.

Retrocedo un paso. La espalda me choca contra el cristal frío de la ventana redonda y un escalofrío me recorre todo el cuerpo.

—A mí nadie me chantajea.

—¿Estás segura de eso, hermanita?

A mi derecha, Marco se remueve, aún dormido. La toalla queda en una posición muy peligrosa.

No tengo opción. Por primera vez a la vida, he sido vencida. Y todo por culpa de ese intento de pez.

—Muy bien —susurro lo más rápido que puedo. Tengo que zanjar este asunto cuanto antes. No soportaré mucho más la humillación—. ¿Qué quieres?

Octavio es el peor actor del mundo. Finge pensárselo.

—No es tan sencillo, ¿sabes?

Me despego de la ventana, cruzo la habitación y cojo el pecho de su camisa. Con un tirón brusco, lo obligo a mirarme a los ojos.

—Pues piensa, neandertal. No tengo todo el día, pero sí un equipo de abogados que podrían inventarse una explicación perfectamente plausible de todo esto en menos de lo que tu tardas en escribir una de esas galimatías con la Pitón.

Octavio me arranca la mano de su camiseta repleta de unos y ceros y se sacude una suciedad imaginaria.

—Entonces, ¿por qué quieres comprar mi silencio? Si no te hace falta...

Empieza a retirar la cortina de terciopelo bordado. Le cojo la muñeca.

—¿Qué... —mi voz es un gruñido. Oh, my gloss, ¿en qué me he convertido?— ...quieres?

WaterloveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora