EL FIN DE LA INVASIÓN

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Soy una profesional.

Inspiro. Espiro. Me recompongo.

Levanto una mano y silencio al réptil en remojo.

—Silencio —ordeno. Y como soy una diva, me obedece—. Tus excusas no me interesan. Quiero que ella se explique.

Mi supuesta amiga y aliada ante el mal tiembla entre las burbujas de la piscina mágica.

—África —la apremio—. ¿Qué es esto?

—No es lo que crees, de verdad —dice con miedo mientras sale del jacuzzi.

—¿Entonces?

—Yo... Solo estaba hablando con el sobre, emmm, ¡purpurina! —y la traidora cree que me ha engañado—. Sí. Purpurina...

—No intentes engañarme —agito la mano para alejarla, cual mosca molesta—. Este reptil no entendería el complejo mundo de la purpurina; no creo ni que sepa lo que es —veo que Marco intenta hablar, pero lo callo con un movimiento rápido, dejándole claro su lugar.

—Vale —resopla el Continente Hundido—. Hablábamos sobre Hunter, su hermano.

—¿Este ser tiene un hermano? —me dirijo al bicho subacuático, que sigue despachurrado en el jacuzzi—. ¿Hay otro como tú?

Asiente, pero antes de que pueda formular cualquier palabra entra otro de mis hermanos, Papadopoulos, a la sala y nos dice que están esperando a Marco.

Instantáneamente Marco y yo nos miramos. ¡Tenemos que devolver a Grace!

—Diles que ahora voy —finge el sapo tener alguna autoridad—. Tengo que ir a por unas cosas.

Papadopoulos asiente y se va corriendo, como siempre, a avisar a los demás.

En pocos segundos me veo bocabajo con un trasero muy bonito delante de mi cara, pero a una altura vertiginosa del suelo.

¡Marco me ha cogido!

*          *          *

Nos rendimos tras una hora dando vueltas para encontrar a Octavio y darle Grace. Marco me ha llevado colgada boca abajo durante todo el trayecto, y tengo la sensación de que no voy a necesitar colorete nunca más. Le he dado golpes en la espalda hasta que toda la sangre de mis brazos me ha llenado el cráneo. No recuerdo mucho más.

Creo que hemos recorrido toda el Ala Sur y nada: no está. Y eso que allí tiene sus ROMs y cachivaches.

Nos sentamos. A Marco le cuesta un poco coordinar cómo me deja en el sofá del área de descanso. Sigo aturdida un buen rato, hasta que me caigo al suelo. Marco permanece sentado en un sillón floreado, pasado de moda hace un par de semanas.

Mi sofá va a conjunto y me estremezco, avergonzada. Pero como es quien es, no me siento mal por el anfibio.

—Así que... —trato de buscar un tema para conversar, porque ese es mi deber como anfitriona y no soporto el silencio. Silencio implica no ser el centro de atención y eso es impensable—. ¿Tienes un hermano?

—Sí —Marco asiente y se reclina sobre el respaldo horrendo. Como él—. Hunter. Mi hermano pequeño. Puede que te suene: es un jugador profesional de videojuegos...

Pese a ir en contra de todas mis convicciones e ideales, vuelvo a sentarme en el sofá. Hago un puchero confuso. Es un desperdicio de una de mis muecas perfectas, pero no puedo evitarlo.

WaterloveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora