Mi pulso se acelera.
Noto como los nervios van tomando el control de mi cuerpo.
NO.
NO.
NO.
Y NO.
Inspiro y espiro.
Mejor.
Soy una influencer reconocida alrededor del planeta azul, ¿o era rojo? Quizá granate. Bueno, que más da; ese pequeño detalle no va a modificar mi estatus. Además, soy mundialmente conocida por ser brillante (incluso sin purpurina) no por ser atrofísica.
A ver, ¿qué me podría poner? AAAAAAHHHHH. La situación me supera. Creo que voy a necesitar la ayuda de mi vestidor automático.
Corro la cortina y entro en un espacio muy amplio. A mi derecha se situa la colección de bolsos para llevar un domingo por la tarde si, y solo si, llueve muchísimo. A la izquierda se alza un rígido armario que nunca nadie ha conseguido abrir. La leyenda dice que en las profundidades del mueble en cuestión yacen todas aquellas prendas pasadas de temporada. Pero es tan solo una leyenda urbana. Pura habladuría de mis seguidores.
Justo delante mío se encuentra mi maravilloso reflejo. El espejo esta cubierto por una capa muy fina de diamante. Pero no un diamante cualquiera. Solo aquel situado a pies del monte Eberesto.
Me acerco a la superficie de mi espejo. OHHWWW. Es que es tan sumanete perfecto. Casi como la gran e inigualable Raymunda.
Después de horas seleccionando entre mis mejores prendas el algoritmo toma una decisión: un vestido color escarlata con incrustaciones de oro 100% real. De mis orejas cuelgan unos pendientes dorados de forma triangular y mis pies están adornardos con unos zapatos altos de última generación. Tienen tecnología blutut y además evitan que te resbales por culpa de un mal paso.
Genial, perfecta y divina.
Así soy yo y así es como me mostraré al mundo en el congreso.
Tan solo me queda tomar una última decisión. El avión.
Había pensado en el de color amarillo claro con finas líneas de diamante, pero no me acaba de convencer el ruido que hace al despegar. Es poco elegante.
Mejor el plateado con acabado de perlas del oeste. El ruido que emiten sus motores es pura melodía y, además, el gas que desprende se organiza para mostrar mi cuenta de Eestrogram al mundo. Perfecto. No se hable más.
* * *
Minutos más tarde me encuentro ante la alfombra roja. Me siento en mi salsa, todas las personas que me rodean están más a o menos a mi altura.
La ceremonia de recibimiento está a punto de empezar y, como cada año, los invitados tenemos que deslizarnos a través del camino carmesí. Así te presentas al mundo.
Fotógrafos reconocidos y otras celebridades se encuentran a mi alrededor. Es una oportunidad perfecta para hacer contactos y ampliar mi círculo de seguidores.Saludas a todo el mundo de manera amistosa, escuchas superficialmente sus palabras, pones cara de aparente interés y, finalmente, os dais la dirección de vuestra cuenta. Uno más.
Observo con indiferencia los pasos de los aspirantes a influencer. Pfffff, mira ese traje con todos los colores posibles. Y ese otro de color turquesa tampoco se queda corto.
Pasan así los próximos 10 minutos, cada cual peor que el anterior.
De repente un chico me llama la atención. No por su manera de lucir la ropa. Su cara me resulta extrañamente familiar.
Necesito saber quien es y qué ha hecho para merecerse estar en un lugar como este.
Le pregunto a un chaval cualquiera:—Perdona, ¿quién es ese?
Los ojos se le abren de par en par y suelta una carcajada burlesca.
—¿En serio no lo sabes? Debes ser de las pocas personas de este planeta que no conoce al gran Hunter. ¡Es el mejor jugador de Lul! Forma parte de los Xayenger.
Se me llena el rostro de ira, de un rojo que casi no se diferencia de mi vestido.
¿QUÉ HACE ESE AHÍ?No me pienso dejar eclipsar por un semi-anfíbio gamer. Piensa Ray, piensa.
Me siento colapsada. Nonononono...—Perdone, ahora le toca a usted desfilar, Raymunda.
Mierda, no puedo dejar que mis seguidores noten la histeria en mi rostro. Me recompongo rápidamente y empiezo a desfilar por la alfombra.
Justo acaba de salir Hunter y ahora me toca a mí, espero que no se de la vuelta y me vea. Tengo que evitarlo por todos los medios. No puedo permitir que la prensa nos vea juntos. Eso podría suponer el fin de mi imperio de purpurina...
Basta pensar con lo peor para que suceda. Se da una vuelta de 180 grados y nuestras miradas se cruzan. El diámetro de sus ojos aumenta ligeramente y en sus labios se dibuja una sonrisa.
Mierda.
Me ha visto.
Intento caminar lo mas rápido posible pero me atrapa.
—Oyeeee.
Oigo su voz pero no le hago caso.
—PERDONAAA.
Emite un ruido muy desagradable, motivo de más para que no nos vean juntos.
—RAYMUNTAAAAA.
Ahhhh. Ha gritado mi nombre y encima mal.
Notos el peso de la mirada de la multitud.
Tierra trágame... YA.Mi nivel de pánico aumenta y no puedo hacer otra cosa que empezar a correr. Pero me persigue.
Intento escabullirme entre la gente. Miro hacia atrás. Bien. Creo que ya no me sigue.
Necesito parar un segundo para coger aliento. A ver Raymunda piensa, debes alejarte de ese ser repugnante. Quizá debería ir a la terraza a tomar el aire y despejar mi mente.
* * *
Para cuando subo me encuentro con un espacio vacío, tan solo hay una silueta al final del todo. Intento evitarla sentándome en los sofás más alejados pero instantes más tarde oigo una voz (LA DE HUNTER).
—Oye, perdona por lo de antes. Me ha soprendido verte, no me diste la impresión de se una influencer de categoría.
Me muerdo el labio e intento contenerme.
—Mira, Raymunda, yo tampoco es que quiera estar contigo pero mi hermano me ha encargado una misión. Te he de dar una carta. No me preguntes porque no tengo idea sobre su contenido.
Hace sonar una campana y de la nada aparece un hombre con una bandeja. En ella se encuentra "la carta".
Veo como Hunter se levanta. Justo antes de irse suelta unas palabras que cambiarán mi vida para siempre.
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Waterlove
HumorYo, Raymunda, influencer mundialmente conocida, tuve que ir a comprar huevos un día. Me perdí y encontré a alguien... Mi vida se puso patas arriba. ¿Será esta una historia con final feliz?