Capítulo 9.

205 20 0
                                    

Narrador Omnisciente

Los meses siguientes fomentaron la relación de Adriana y Stephen. Todos los días se iban juntos a la universidad, uno que otros días se quedaban en la casa de Adriana viendo alguna película o charlando con mamá suegra. A todas partes a las que iban se tomaban de la mano y se daban un par de besos sin importar quién los viera. Adriana había perdido la vergüenza a las relaciones íntimas y eso le encantaba a Stephen, porque si perdía el miedo podía intentar muchas cosas que la llevarían al cielo.

Stephen cuando se enamoró de Adriana tenía diecinueve años, él había repetido un curso en la secundaria y por eso él y Adriana cursaron el último año juntos, quiere decir que es mayor que ella, y por lo mismo tiene muchísima experiencia en mujeres y mundos bajos. Todo lo que sabía lo practicó con Adriana, pero con ella fué paciente y disfrutaba cada instante que tocaba su piel. Para él eran pétalos de rosas que debían ser tratados con mucha delicadeza para no ser marchitados.

La relación era tan seria que Stephen Jooker decidió presentar a Adriana con sus padres, quería que su madre viera lo linda que era su novia. La madre, la señora Jooker, y Adriana se llevaban muy bien, muchas veces iban de compras al súper.

Una relación sencillamente perfecta.




***

—¿Adriana? ¡¿Adriana que te pasa, hija!?— preguntaba la madre viendo a su hija tirada en el suelo desmayada. Sin saber lo que debía hacer en realidad, salió corriendo y llamó a una ambulancia, ayuda que llegó en unos veinte minutos.

Adriana estaba interna en el hospital, la madre estaba muy nerviosa porque aún no había recibido noticias desde la tarde, quería saber cómo estaba su hija. Llamó a Stephen, con tantas sorpresas lo había olvidado, le dijo que estaban en el hospital porque Adriana estaba muy mal.

Stephen no terminó de escuchar y salió bastante alterado a buscar su coche. En el camino por culpa del tránsito maldijo a unos cuantos y mandó al diablo a otros, estaba muy nervioso y preocupado, lo único que pasaba por su mente era Adriana.

—¿Cómo está? ¿Que le pasa? ¿Que tiene?— preguntaba Stephen desorientado.

—¡Cálmate, hijo, todavía no me han traído noticias. — se preocupó más.

Puso sus manos en el rostro y se dejó caer en el sofá de la sala de espera. En unos minutos su mundo se había derrumbado, y aunque no sabía lo que pasaba exactamente, no podía evitar preocuparse y pensar que quizás le pasaba algo malo a su chica y que él no lo podía evitar. Se había prometido así mismo que siempre la cuidaría, que pondría en riesgo su propia vida si era de salvar la de ella. Se sentía el hombre más impotente de todo el mundo.

La Dictadura De Jooker. ©✔️LIBRO 1 [CA2020] [TERMINADA] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora