Capítulo 31.

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Narrador Omnisciente

Tan pronto como los del servicio pudieron resolver el problema, Stephen intentó tomar a Adriana para llevarla al hospital. Ambos chicos se sentían muy mal por lo que había pasado, pero de ninguna manera Ariel dejaría que él la llevara al hospital. Ariel al ver a Stephen tomarla en sus brazos corrió hasta él y tomó el brazo de Adriana.

—¿Que diablos crees que haces?—preguntó un Stephen con el ceño fruncido—¿Crees que tienes el derecho de tocar a mi mujer?—volvió a preguntar.

Stephen tenía la sangre hirviendo, sentía tanto odio por ese tal Ariel que no podía ocultar su desprecio bajo ninguna circunstancia.

Ariel lo miró y sonrió de lado, tenía una pequeña abertura en el labio y se quejó de dolor al mover la boca.

—En primer lugar, ella no es tu mujer, y en segundo, ella salió conmigo, bestia. —Stephen pensó en soltar a Adriana en el piso para golpearlo, pero uno de los trabajadores de la heladería se puso en medio de ellos.

—Por favor, no queremos más problemas aquí. Lleve a la chica al hospital, ¿que no ven que aún no reacciona?—Stephen la miró y la apresó más a su cuerpo.

—No dejaré que la lleves tú al hospital, si quieres que todo este problema acabe, toma tu auto y lárgate de aquí. —le dijo Stephen a Ariel.

Con mucha dificultad Ariel aceptó, tomó su auto y se fue. No quería hacer las cosas más grandes y tampoco quería seguir pasando vergüenza como si él fuese un don nadie.

Stephen subió a Adriana a su coche y la llevó hasta el hospital en menos de treinta minutos. Un tal doctor Chávez revisó a Adriana y todo parecía estar bien.

—¿Cómo está ella, doctor?—el doctor no lo miraba, parecía aún estar confirmando algo.

Después de unos minutos se quitó el estetoscopio de sus oídos y miró a Stephen a los ojos.

—Despertará, pero le pido de favor que no siga golpeando a su mujer. —Stephen alzó sus cejas y luego frunció el ceño.

—¿¡Perdón?!—preguntó indignado.

—No se haga el inocente, deje de pretender hacerse el macho o acabará con la vida de ésta mujer. —al escuchar eso Stephen bajo su asombro sonrió.

—Yo no la he golpeado, ha sido un accidente. —el doctor lo miró por encima de sus anteojos.

—No me importa en absoluto, cuide su mujer, porque los hombres no dan a luz. —Jooker cada vez se sorprendía más con cada palabra de aquel doctor.

—Le he dicho que yo no la he tocado,—se detiene y lo piensa un poco, claro que había sido él quien la había dejado así, no obstante, fue un accidente— o bueno, lo que pasó fue un accidente, nada intencional. —el doctor sonrió.

—Le repito que no me importa.

—¿Si no le importa por qué se mete?—le preguntó Stephen al doctor.

—Me he preocupado por la chica, se llevó un buen susto y eso provocó ese desmayo tan intenso. En una de esas hasta se puede morir de un infarto. —Stephen se asustó.

—Es mi culpa todo esto...—dijo cabizbajo y una lágrima salió de sus ojos, rápido se la limpió y miró al doctor—Yo amo esa mujer, ¿sabe? Pero han pasado tantas cosas que nuestro amor se ha desvanecido. Cada cosa que pasa deteriora más nuestra relación, ya no sé qué somos, solo sé que no quiero perderla. Muchos piensan que estoy obsesionado con ella, que no es amor, pero yo sé lo que siento, sé que la amo a pesar de todo. —el doctor se acercó y acarició su hombro.

La Dictadura De Jooker. ©✔️LIBRO 1 [CA2020] [TERMINADA] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora