Capítulo 15.

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Adriana

Billy y yo fuimos al centro comercial con Diego y Stephen, íbamos a comprar nuestro look para la fiesta que había en la noche. Billy no se decidía por ningún vestido, algunos muy sexys, otros muy cultos y así. Yo había tomado un blanco que tenía puesto un maniquí, no era sexy y tampoco culto, era justo mi medida y como a mí me gustaban.

—Billy, ¿no piensas decidirte por uno?— le pregunté mirándola incrédula.

Suspiró mirando dos vestidos que tenía en las manos.

—Es que no me decido, Adriana.— rodé los ojos.

—Iré por mis zapatos.— asintió.

Miré los diferentes modelos que habían, estaban hermosos. Me decidí por unos zapatos de taco alto completamente cerrados, tenían diamantitos pequeños por los lados y eran bastante cómodos.

Ví a Stephen y a Diego probarse ropas y me acerqué. Stephen tenía puesta una camisa negra y se probaba unos lentes oscuros.

—Mi amor, ¿no te gustaría usar por primera vez una camisa blanca para que estemos combinados?— puse cara de gatita adolorida para que aceptara.

—Sí, amor, está bien.— Fuí por una camisa de su talla y esperé que se la probara.

—Cretino te queda muy bien.— le dijo Diego.

—¿Sí?— me preguntó para que diera el visto bueno.

—Excelente. Ahora vamos por los zapatos negros y el pantalón negro fino. —Miré a Diego —Recuerden que es una fiesta decente y debemos estar presentables.— el asintió poniendo la mano en su frente.

—Sí mi capitana.— reímos.

Billy se había decidido por un vestido azul cielo, unos tacones negros y unas joyas que hacían juego con el vestido. Stephen pagó mi cuenta y Diego se ofreció a pagar la de ella, pero ella bajo ninguna circunstancia aceptó. Salimos en silencio del centro comercial y nos dirigimos a la peluquería. Los chicos iban a otro lugar diferente y nos dejaron ahí para pasar por nosotras luego.

—¿Por qué no aceptaste que Diego pagara tu cuenta?— le pregunté en cuanto entramos a la peluquería.

Me miró indignada.

—¿Debí dejar que me la pagara? Tú no lo aceptarías si Stephen no fuera tu novio.— asentí.

—No sé si debiste dejar que pagara tu cuenta, pero me parece extraño porque nunca te enojas cuando te regalan cosas. — se quedó pensando.

—Mejor entremos. — soltó para no hablar del tema.

Inmediatamente nos atendieron y en dos horas Billy y yo estábamos como nuevas. Llamé a Stephen y fueron por nosotras. Ellos también habían ido a la peluquería para hombres, estaban distintos y con otro corte de cabello.

Miré a mi amorcito y me arrojé en sus brazos, lo besé y le susurré que lo amaba muchísimo.

—También te amo, princesa hermosa.— sonreí. —¿Quieres algo de comer?— miró a los demás—¿Se les antoja algo? Vayamos a comer.

Nos subimos al coche, fuimos al restaurante y en una hora ya estábamos en mi casa.

—Bueno princesa, Diego y yo nos retiramos.— lo abracé y lo besé nuevamente.

—¿Vendrás por nosotras en la noche?— asintió.

—¡Claro! ¿O tienes otro galán?— arqueó una ceja.

—Claro que no, bobo. Tú eres mi galán, mi único galán.— lo miré fijamente a los ojos y le di un tierno beso.

Diego carraspeó su garganta como para llamar nuestra atención.

—No olviden que Billy y yo estamos aquí, no queremos que nos abran los ojos. — reímos a carcajadas.

Pronto los chicos se fueron, me senté en el sofá y comencé a quitarme los zapatos.

—¿Me dirás la verdad?— le pregunté a Billy que veía la televisión.

—¿A qué te refieres?

—Lo sabes bien. La Billy que yo conozco acepta lo que sea que le regalen, y raramente, hoy no quisiste que Diego pagara tus cosas.— la miré atenta.

—¡No quise y punto!— me gritó.

—¿Ves que no estás normal? Hasta me gritas.— puso el control remoto en su cara— confía en mí y dime qué es lo que pasa.

—No quiero hablar.

—Insistiré. — advertí.

—Adriana...— rodó los ojos y se tapó la cara con uno de los cojines.

—Y por si fuera poco no lo miraste en toda la tarde.— la señalé con mi dedo índice. —¡Habla ya!

—Diego me gusta. — se sonrojó y volvió a tapar su rostro.

Eso me sorprendió bastante.

—¿De cuando acá?— me interesé más en el tema.

—Hace mucho que no salgo con nadie porque él me empezó a gustar, varias veces he querido decírselo, pero sus acciones me lo impiden. —fruncí el seño.

—¿Cuáles acciones?

—Siempre está metido en los antros con mujeres, eso me lastima fatalmente. — la abracé.

—¿Quieres que hable con él?— le pregunté y negó.

—Te suplicó que no le digas, prométeme que no le dirás.— asentí.

—Está bien. Sabes que si no quieres que diga algo yo no lo diré, tonta.— sonrió. —Ahora vamos a darnos una rica ducha porque los chicos vendrán por nosotras. Si corres con suerte quizás él mismo te declare su amor.— dije pícara.

Diego me gustaba para ella, era el mejor amigo de mi novio, su sombra, su aliado. Si ellos lograban estar juntos los cuatro saldríamos a pasear y la pasaríamos muy bien, hasta iríamos juntos a la universidad.

La Dictadura De Jooker. ©✔️LIBRO 1 [CA2020] [TERMINADA] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora