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Ver a través de la ventana se ha vuelto más divertido que escuchar cómo la maestra nos da su sermón de cada día. Es muy exigente, nada parece agradarle. Sus palabras ya están grabadas en mi mente, desde que empezó el año no ha dejado de decirlo.

"Miserables, ¿creen que serán algo en la vida?", "Excelencia, es a lo que debes aspirar", "No pierdan el tiempo con estupideces de adolescentes, todas esas cosas no les servirán cuando salgan a enfrentar la vida"

Demasiado cruel para ser una persona que debería impulsarte a buscar lo mejor de ti mismo, a superarte cada día. Sé de muchos chicos que ya se han cambiado de escuela sólo por aquella maestra, otros que ya han perdido el interés en aprender.

Parece cómo si nos preparase para la guerra.

Bueno, ¿quién puede culparla?, aquella docente tiene una visión diferente de la vida. Vivió en una época dónde todo era sangre, gritos y pelea. Sí, su mente es muy cerrada a pesar de todo. Vale, respeto sus ideas, pero no me agrada que quiera meter en la cabeza de los jovenes algo erróneo sobre el futuro, puesto que ella no sabe lo que será.

Cada persona forja su camino de acuerdo a las decisiones que toma y las cosas que aprende en el transcurso de su vida.

Por ello es que dejé de prestarle atención a sus palabras, simplemente me preocupo por entregar los trabajos a tiempo y ser activo con temas que sólo respectan a su clase, nada más.

Barro con mis ojos el campus, los arboles que se sacuden suavemente con la brisa. Todo es tan calmado desde aquí, es fácil perderse entre los tonos de verde y escapar de la realidad un rato.

Ser un estudiante de último año no ha sido fácil, hay más presión encima, porque nadie quiere repetir el año y todos quieren obtener las mejores notas para entrar a una buena universidad. Todos son competitivos, casi parece un campo de batalla por ver quién es el mejor, el más hábil.

Está bien que desees ser mejor en algo, destacar, cada uno tiene su talento. Sólo que no hace falta pasar por sobre los demás, hundirlos y acabarlos. Y es algo que ninguno de mis compañeros pueden comprender del todo.

Siempre estando alerta, cómo si alguno fuese a saltar a tus espaldas con un puñal esperando a clavarlo.

Siempre hay un ambiente pesado, parece que la tranquilidad no es una opción. La amabalidad y solidaridad desaparecen una vez que entras por las puertas de aquella institución, las caras cambian, las intenciones también.

Un suave escalofrío recorre mi cuerpo al pensar en cosas cómo aquellas, así que sacudo mi cabeza y trato de pensar en otra cosa. Por suerte las palabras cargadas de veneno que nos dedica la maestra ya han acabado, así que cuando vuelvo mi vista hacía el pizarron ya está lleno de letras, de las cuales saco un resumen y anoto en mi cuaderno. Ese tipo de cosas siempre me ayudan en los exámenes finales.

Al sonar la campana me encargo de recoger mis cosas con calma, dado que ya es la hora del recreo, no tengo prisa alguna.

Mis amigos siempre se reunen en la cafetería, pero hoy no tengo ganas de ir allí. Así que al colgarme la mochila sobre el hombro salgo del salón mientras tarareo una canción que había escuchado en la mañana mientras me preparaba para el instituto.

Camino con despreocupación por los pasillos atestados de estudiantes, los cuales ahora se han formado en su grupo de amigos y otros que guardan sus libros en los casilleros. Con mis manos guardadas al interior de mis bolsillos y la cabeza alta, para evitar de está manera chocar con alguien.

Finalmente luego de una corta caminata llego a las mesas de afuera, aquellas que la mayoría del tiempo se encuentran solitarias. Dejó mi mochila sobre una de ellas y prosigo a tomar asiento, extiendo mis manos sobre la superficie de madera y hundo mi rostro entre ambos. Tiemblo levemente cuando una corriente de aire impacta contra mi espalda, pero al mismo tiempo es refrescante. Un día cómo ese es cuando más deseo estar sólo, mi cabeza ha comenzado a doler un poco entre las últimas horas y realmente no tengo ganas de empezar o unirme a una conversación.

Suelto un suspiro y levanto mi cabeza nuevamente, abro mi mochila y saco de allí un paquete de snacks, lo abro y con traquilidad comienzo a ingerirlos. Quedan alrededor de quince minutos de recreo, un buen tiempo para quedarme allí y disfrutar de mi aperitivo.

Mientras mastico lentamente recorro el lugar con mis ojos, no hay nada nuevo, pero es entretenido. Hay pocos chicos circulando por ahí cómo era de esperarse. Nuevamente me acerqué a mi mochila y está vez extraje mi teléfono de allí, lo desbloqueé y comencé a ver algunas cosas en las redes sociales, respondiendo algunos mensajes que provenian sobre todo de parte de mis amigos quienes reclamaban el por qué de mi ausencia.

Minutos más tarde los timbres resonaron en el lugar dando por sentado el recreo, hora de volver a clase. Tome mi mochila en una mano me la colgue en el hombro y me levanté mientras observaba el teléfono, claro, descuido mío al no prestar atención a la persona que venía en camino.

Mi cuerpo impacto contra otro, no fue demasiado fuerte, solo lo suficiente para que las cosas que estaban en mis manos eventualmente fueran al suelo. Solté un leve jadeo al notar cómo la mayoría de mis snacks ahora se encontraban en el suelo junto a mi teléfono, no iba a armar una escena, después de todo había sido un accidente.

Antes de agacharme la persona con quién choque ya lo había hecho, con manos temblorosas recogió el paquetito y el teléfono, no hablo en ningún momento, ni siquiera cuando me extendió los objetos. Su mirada estaba gacha, parecía apenado, su fleco de color negro cubría su rostro, no podría estar seguro.

Tomé ambas cosas y al mismo tiempo la persona desapareció a paso firme sin mirar atrás. Extraño, fue lo que pensé.

Pero no podía quedarme a cavilar sobre dicha actitud, ya iba tarde a la clase del profesor Lee.

𝘤𝘢𝘭𝘭𝘢𝘥𝘰 𖥻𝗸𝗼𝗼𝗯𝗶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora