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Cuando Jungkook era pequeño tuvo que pasar por diversas situaciones duras. Desde que su padre se fue, hasta el día en que falleció su madre. Aún así no podría decir que su vida a sido mala, pues fueron muchos días soleados y llenos de amor en su hogar también, aunque él desea que las cosas se hubiesen desarrollado de otra manera.

Fue un 15 de agosto, el día en que una parte de su corazón se marchó junto con ella. Recuerda haber estado en la primaria, cuando su hermano Yoongi fue a recogerlo con un semblante duro y ojos rojos, algo extraño para el menor, pues él siempre le recibía con una gran sonrisa. Le preguntó lo que sucedía, pero se negó a darle una respuesta concreta, sólo se agachó frente a él con sus labios temblorosos y lágrimas no derramadas en sus ojos, asustando al más pequeño que solo atinó a acariciar una de sus mejillas buscando brindarle tranquilidad con el toque, pero contrario a eso las lágrimas se hicieron presente en el blanquino rostro de su hermano.

"J-jungkook, mamá..." murmuró Yoongi tragando sonoramente queriendo bajar el fuerte nudo que se instalaba en su garganta.

"¿Le pasó algo a mamá?, Yoongi, dime por favor" el menor no era tonto, sabía que su madre había estado presentando bajas de salud, su corazón había comenzado a fallar.

"Tuvo un ataque" suspiró el chico con fuerza bajando su mirada, incapaz de enfrentar la de su hermanito.

"Debemos ir a verla Hyung, no debe estar bien, ¡quiero estar con ella!" exigió el pequeño con clara desesperación buscando safarse de las manos de su hermano sobre sus hombros.

"No lograron salvarla, no sobrevivió, su corazón estaba muy débil, ella..." mordió su labio inferior al notar los ojos del pequeño llenarse de lágrimas. "Mamá falleció, Jungkook" soltó las palabras que no quería decir, las mismas que eran imposibles de evitar.

"Y-yoongi no bromees con esas cosas, ¡no puedes jugar con eso!, dime dónde está" Jungkook creía que era una vil jugarreta de esas que Yoongi solía hacer, pero su rostro sombrío no tenía ni una pizca juguetona.

"¡No es verdad, no es verdad!, mamá es fuerte, ella lo prometió, me dijo que no iba a dejarnos. H-hyung por favor diga que es mentira... ¿Por favor?" las mejillas abultadas del infante fueron mojadas con amargas y saladas lágrimas que se desbordaban sin reparo de sus pequeños ojos negros.

"Lo siento mucho, Jungkook" entonces ambos hermanos se abrazaron y lloraron en medio de la calle, consumidos en el dolor.

Días después, todos sus familiares se encontraban en el funeral de Jeon Hyesung. El cielo lloraba junto con todos ellos, pues el sol no tenía el valor de salir ante tan desgarradora imagen. Ambos hermanos buscando sostenerse temblorosos entre sollozos y quejidos lastimeros mientras observaban como el cuerpo sin vida de su madre iba en descenso hacía aquel oscuro agujero de tristeza. Pronto el sarcofrago se cubrió de tierra y lo único que quedó de aquella dulce mujer fueron los recuerdos y la lápida en dónde se hallaba tallado su nombre.

Los días de Jungkook dejaron de tener sentido a partir de allí, su madre era el motor en su vida, la inspiración y el color que brindaba significado. Pero si ella no estaba allí no valía la pena.

Ya no le parecía interesante charlar con su hermano sobre su día, ni siquiera el ramen o su dulce favorito. Su corazón se oscureció, su voz lo abandonó y sus sueños se convirtieron en pesadillas.

Él sólo quería ver a su mamá, ni siquiera pudo despedirse.

Los juegos eran aburridos, ya no quería integrarse con sus compañeritos, después de todo su madre no se hallaba para contarle sobre sus aventuras.

Se sentía roto.

Fueron duros meses los que siguieron, el dolor era profundo y los ataque de pánico comenzaron. El invierno nunca le pareció tan helado como el de ese año. Su familia y su hermano buscaron animarlo de diversas formas, a todos les dolía, pero sin duda, la pérdida fue mucho más severa para el menor y todos sabían que sería de esa manera. El vínculo que tenía con su madre era sagrado.

Y claro, con el tiempo, Jungkook adquirió la madurez para tratar de hacer su vida y salir adelante, como le prometió a su mamá, pero nunca fue el mismo de nuevo. Siempre había un dejé de tristeza en su mirada, su sonrisa no salió de nuevo, sus palabras se hicieron inexistentes.

Hasta que, un día de primaria cualquiera notó el alboroto de sus compañeros incrementar en el salón, al parecer había llegado un niño nuevo. A Jungkook no le pareció gran cosa en su momento para los gritos y cuchicheos de todos, era igual que ellos, otro niño buscando aprendizaje, ¿no?

Fue entonces cuando lo vió, lucía tan animado y contento, Jungkook lo envidiaba por ello.

Pero, su felicidad se le contagio también y su sonrisa provocaba a la suya sin importar cuánto quisiera evitarlo. Sus ojos inevitablemente lo buscaban y su voz traía consigo la calma que Jungkook había considerado perdida. Nadie, ni siquiera él mismo podía comprender exactamente el impacto que surgió con la venida de aquel sol andante, con sus chistes y acciones locas, pero divertidas.

Lo veía siendo amable y dulce con todos, la personalidad del pequeño castaño era demasiado agradable, todos querían ser sus amiguitos, pero el niño nunca alardeaba sobre ello, con una gentil sonrisa decía "¡Bienvenido, compañero!" e incitaba a todos a jugar juntos y llevarsen bien. Era como el pegamento, uniendo y fortaleciendo.

Jungkook también quería hablarle y fallaba en cada uno de sus intentos, la timidez que desarrolló con el tiempi se estaba convirtiendo en un obstaculo difícil de rodear. Un día, demasiado frustrado no pudo evitarlo y rompió en llanto, ¡él quería hablarle!, pero no podía. Graciosamente, aquel llanto fue el que llamo la atención del niño de cabellos castaños, quién con preocupación se acercó al azabache en los columpios y no dudó en darle un abrazo fuerte como los que su mamá solía proporcionarle cuando estaba triste.

Jungkook por otra parte se congeló, fue un gesto tan inesperado que ni siquiera le dió tiempo de reaccionar, pero su barriguita fue invadida por un cosquilleo.

"Los abrazos son banditas gigantes, cubren la herida y cuidan que no se infecte. ¡Yo seré tú bandita! te protegeré de todas las cosas que busquen dañarte y te cubriré cuidadosamente hasta que sanes" esa voz, esas palabras, esa persona. Calmaron su interior, sus pensamientos y la felicidad que pensó no saborear de nuevo se abrió paso desde lo más recondito de su ser.

Fue el primer y único acercamiento que tuvo a aquel niño por mucho tiempo, pero fue el mejor día de su vida y algo floreció de nuevo en su interior, una luz, una esperanza.

Aunque se separó de él, nunca le olvidó, su recuerdo traía felicidad y en sus sueños pedía volver a verlo de nuevo.

Al parecer, su estrellita de la suerte, había atendido a cada uno de sus deseos, cuando ingresó a la secundaria y lo vió entre tanta gente. Jungkook jura poder reconocerlo incluso con solo escucharle respirar. Entonces lo supo, aquel era el amor del que tanto le hablaba su madre. Ese amor que trae paz, con el que tú corazón se conecta y se hace uno, la persona elegida, mi alma gemela, Jung Hoseok.

Aunque no hablase con él, verlo era suficiente. Jugando, distraído o concentrado, no podía apartar sus ojos de encima suyo y lejos de sentirse un acosador, sentía que se enamoraba un poquito más cada día.

Y Jungkook había considerado imposible tenerle tan cerca de nuevo, pero allí estaban, en esa cabina de fotos, tonteando y riendo como si se conocieran de toda la vida. Con su corazón latiendo potente contra su pecho y la voz emocionada en su cabeza repitiendo una y otra vez que estaba junto con la persona que le gusta.

Y de nuevo, Hoseok se convirtió en su bandita gigante.

Su madre fue, es y será siempre su persona favorita en el universo, es su estrella de la suerte. Hoseok es el amor de su vida y está dispuesto a luchar por él.

𝘤𝘢𝘭𝘭𝘢𝘥𝘰 𖥻𝗸𝗼𝗼𝗯𝗶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora