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Sabito observó con cuidado, desde la distancia, el lugar en el que Giyuu estaba parado, descansando un momento tras la pelea contra la Luna Superior Tres, Akaza. Estaba muy herido, pero podía mantenerse perfectamente frente al fuego. Pensó entonces que sería bueno acercarse, pero nuevamente volvieron todos esos pensamientos que lo volvían loco. No, no era un buen momento.

O al menos eso pensaba él.

De hecho, anhelaba acercarse de una maldita vez. El joven estaba ya en mal estado tras ir contra la Luna Superior Tres y aún quedaba ir por Muzan, lo que era mucho peor.

Un nudo se formó en su garganta, entonces, las palabras de Makomo comenzaron a resonar en su mente, repitiéndose de forma constante y de una manera tortuosa. Quiso acercarse, pero, joder, sentía que las cosas no iban a terminar bien.

Giyuu había mejorado. Parecía que por fin comenzaba a estar mejor con su recuerdo y empezaba a aceptar que él no estaba a su lado, y aunque era consciente de que no iba a dejar de aferrarse a su memoria porque lo amaba, estaba bien. Porque esa era la mejor opción y lo sabía. Solo quería que Giyuu lo superara y avanzara.

Cuando escribió esa carta era un niño; no era consciente de que olvidar a alguien es lo peor que uno puede intentar hacer, y algo imposible ya que, ¿cómo podría hacer eso? ¿Olvidar a alguien que de verdad amas, de verdad es posible? Si lo fuera, no sería amor. Eso fue algo que fue notando con el paso de los años, algo que su familia le hizo comprender bien después de no haber podido hacerlo mientras vivían, cosa que agradecía de verdad.

Por un momento, el pelirrojo cedió. Dio un paso hacia delante, pero el joven de pendientes hanafuda pareció despertar, lo que le hizo retroceder. ¿Cuántas veces lo había hecho ya ese día? Se preguntaba.

Entonces fue consciente de algo: nuevamente, le quedaba poco tiempo para pasar en el mundo de los vivos, y lo peor, su tiempo para mostrarse hacia una persona en específico también acababa. Probablemente debería marcharse y volver una vez que estuviera preparado.

O cuando Giyuu estuviera peor.

Siempre solían hacer cosas así: iban o cuando estaban muy heridos, inconscientes —como la familia de Tanjiro— o inclusive antes de que esa persona muriera. Ir así de repente era extraño.

Entonces, se marchó decidido.

🌻

— ¿Aquí de nuevo?— Makomo observó con el ceño fruncido, extrañada.— ¿No que te habías decidido de una vez?— Sabito rio nervioso.

— Mi tiempo estaba acabando.

— Ya se acabó hace años.

— Calla, no me refería a eso.— La joven rio suavemente.

— Lo sé, soy consciente de ello.— Dijo mientras se ponía en pie.— ¿Qué harás entonces?— Preguntó curiosa.

— Esperaré a que esté como en la antigua pelea.— Comentó, decidido.— Ya está.— Sonrió de forma inocente. Makomo soltó un suspiro, no estaba del todo convencida de ello.

No era una luna superior, no era un demonio cualquiera. Era Muzan, el inigualable Muzan, con una fuerza y resistencia excepcional, y contra Akaza, junto a Tanjiro, ya había acabado mal. ¿Qué iba a pasar ahora, que estaba malherido e iba a enfrentarse a él? Aunque fuera junto a más personas, eso no pintaba bien.

Pero nada.

Makomo decidió dejar de darle tantas vueltas a eso y olvidar lo que había oído hacía ya un tiempo.

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