Capítulo 4

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Murder caminaba sin rumbo fijo, en un principio su objetivo solo era el de alejarse del pueblo, lo había conseguido pero ya no le parecía tan buena la idea, menos ahora que estaba hambriento. A pesar de tener hambre, no iba a retornar con la cola entre las patas, debido a las ofensas de Luna, su enojo continuaba en su corazón mientras que en su cabeza enumeraba los insultos que debió haberle dicho. Se apartaba cada vez más de Jaenis, lejos de la gentuza que él menospreciaba. A cada rato le asaltaba la duda de regresar o no, a pesar de ello seguía sin detenerse. Todo lo que había a su paso era un suelo seco e infértil, duro de cultivar, eso explicaba la calidad de los vegetales. Esto le hizo recordar lo dicho por Luna, que ellos se quedaban sin alimento por él, empezó a experimentar un ligero sentimiento de culpa, algo nuevo que en su mundo nunca sintió. Quería apartar de su mente esas palabras, olvidarlas pero eran un fuerte eco en su cabeza que no lo dejaba en paz. Sabía que ella estaba lejos pero era como si la tuviera cerca repitiendo lo que dijo, una y otra vez, al oído.

Tan metido estaba en sus reflexiones que no se dio cuenta de que era vigilado por unos ojos oscuros, que se escondieron detrás de unas rocas cercanas a Owen. Luego se escuchó un ruido, similar al escuchado por él la primera vez que intento escapar, esta vez era un poco más fuerte y terrible. De esto si se percató el chico, al oír el sonido, la carne se le volvió de gallina, su respiración era entrecortada y su corazón estaba agitado.

Creyó que era una de las bestias de las que Sancha le advirtió, le fue imposible no sentirse aterrado. Se quedó a la espera de lo que fuera acontecer, sujetando el mango de la espada, no se oyeron más ruidos. Al profesar que nada ocurriría prosiguió su camino, los pensamientos que lo atormentaban regresaron más molestos que antes. La imagen del pueblo apareció en su mente. A pesar de no ser un lugar atractivo, fue el primer sitio donde lo aceptaron pero no por su dinero. Pensando en el volteo la cabeza para ver si aún era visible, en cuanto lo hizo lo que vio no fue de su agrado.

Era un monstruo parecido a un lagarto, con escamas azules y duras que le cubrían todo el cuerpo, un hocico grande lleno de dientes tan finos como agujas y filosos como una sierra. Ojos verdes luminosos, una cola parecida a una manguera. El lagarto se mantenía sobre dos patas, con el hocico abierto chorreante de baba de un color amarillo, media aproximadamente 2.40 m y sus garras era tan rojas como la sangre que llevaba años haciéndole derramar a sus víctimas. Prince solo pudo salir corriendo, fue lo único que se le ocurrió en ese momento, olvidando defenderse con la espada.

El lagarto no quiso perder su presa así que corrió detrás de él, su velocidad era tan increíble que obligó a Owen a agotar todas sus energías, en poco tiempo la distancia entre ambos se acortó, el joven ya casi estaba en el poder del lagarto. Sus garras estuvieron a punto de dañarlo pero un cuchillo atravesó su mano. La bestia soltó un grito lastimero, sus ojos intentaron encontrar el causante de su dolor, y lo hicieron. Frente a él se hallaba un sujeto con una capucha rojiza que le cubría el cuerpo, ropas parecidas a las de un asesino. Apareció de la nada, ni siquiera Owen se había percatado de su presencia. Con gran destreza lanzó dos cuchillos que dieron justo en los ojos del monstruo.

Cegado y sin saber cómo ubicarse el lagarto solo podía quejarse del dolor, gritando con todas sus fuerzas, no tuvo mucho tiempo para esto, el encapuchado con ayuda de otro de sus cuchillos lo perforó varias veces sin descanso. El cuerpo del lagarto estaba gravemente dañado, lleno de cortes profundos y de sangre, cayó al suelo sin vida. Owen se desmayó impresionado por la escena pero solo duro unos minutos. El sujeto ignoro al reptil y se concentró en el joven.

Murder se incorporó de un golpe y sin pensarlo dos veces desenvaino la espada. Se puso en posición de guardia a la espera de cualquier movimiento del extraño. Éste solo se limitó a observar sus movimientos. Después de un rato habló, su voz era un tanto fuerte y desagradable.

—Nunca desenvaines tu espada si no estás listo para pelear —Owen continuaba en la misma posición, sin siquiera pestañear.

— Además, te tiemblan las manos. Baja eso, si quisiera matarte ya lo habría hecho.

El joven bajó su arma y con desconfianza le dijo. —¿Qué quieres? Dinero no tengo.

— Eso se nota, esas ropas que usas son desastrosas —esto que dijo el desconocido no le agrado al chico, siempre uso las mejores ropas y de las marcas más famosas, ahora se había rebajado a vestir como un vulgar aldeano

—Estas son las mejores ropas que habían en ese pueblucho de porquería, además tu no vistes mejor, no eres crítico de moda y mucho menos designer (diseñador)

— ¿Designer? Que palabra tan rara ¿Con lo de pueblucho te refieres a Jaenis?

—Sí, así es ¿por qué lo preguntas? —la arrogancia de Owen no tenía límites, a pesar de estar hablando con una persona que acababa de asesinar a un lagarto frente a sus ojos, seguía con esa actitud.

—Viví un tiempo en ese lugar pero me fui, motivos personales.

—Lo mejor que hiciste, también quiero deshacerme de esa gente —hablo con desprecio cruzando los brazos.

—Está oscureciendo será mejor buscar refugio y hacer una fogata —el sol estaba a punto de meterse.

Murder miro hacia el horizonte y se percató de que la observación del desconocido era correcta, este le pidió que viniera con él si no le importaba. Al chico no le quedaba otra salida que no fuera aceptar.

Encontraron un sitio para dormir cerca de un árbol viejo y seco, carente de hojas. Con algunas de sus ramas hicieron una fogata que fue encendida por el encapuchado, frotando una piedra con otra. El olor de la carne asada de lagarto invadía el ambiente, a Owen le asqueaba que él pudiera comérsela y asarla como si fuera pescado, pedazos de carne introducidos en un delgado palo. Antes de cocinarla, limpio la carne, eliminando las escamas con su cuchillo, no fueron difíciles de quitar para él. El joven se esforzó por ignorarla y centrarse en el fuego que lo calentaba, era una noche friolenta y si no se hubiese encontrado con ese hombre ahora la estaría pasando muy mal.

Su compañero inició una conversación con una pregunta.

—¿Por qué te fuiste de Jaenis?

— ¿Por qué te fuiste tú? —esquivó la pregunta con otra.

Calmadamente el desconocido respondió.

—Te dije que fueron motivos personales. Cometí un error.

—¿A quién mataste?

Esa pregunta lo dejó sin habla y durante unos segundos se quedó pensativo, él mismo rompió su silencio.

—Eso pasó hace mucho tiempo, cuéntame de ti.

—No tengo nada que contar.

—Si es así dejémonos de hablar como señoras chismosas y empecemos a comer—le ofreció un trozo de carne que Owen rechazó, alegando no tener hambre. El sujeto se quitó la capucha, lo primero en aparecer fueron dos orejas largas, luego le siguió un hocico fino con bigotes negros. Esto impresionó más al muchacho que el lagarto que lo atacó. Tenía a su lado un tipo con cara de zorro, su pelaje era del mismo color rojizo de todos los zorros, lucia avejentado y con varias arrugas. Owen intentó decir alguna cosa pero lo único que dijo fue...

—Tú eres un zor...

—Sí, soy un zorro, un hombre bestia para ser exactos. No es nada impresionante, abundamos bastante. No entiendo esa reacción tuya.

—Es que jamás creí que fueras un zorro, no tienes cola

—Mi cola fue cortada.

—¿Por eso te fuiste de Jaenis?

El zorro enojado le gritó.

—Basta, ahora seré yo quien haga las preguntas aquí ¿Quién eres? Tienes un acento extraño y dices palabras que nunca escuche antes. Te diré que he viajado mucho y nadie se expresa como tú lo haces; te impresionaste cuando me viste como si fuera la primera vez que ves un hombre bestia. Habla —le amenazó, de modo que Owen temiendo correr la misma suerte del lagarto, contó toda la verdad.

The Lost Glory  [ #Prewings]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora