Capítulo 1

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Recuerdo haber tenido una niñez muy apacible, llena de risas con mis hermanas y de correr libremente por el bosque que rodeaba nuestro hogar

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Recuerdo haber tenido una niñez muy apacible, llena de risas con mis hermanas y de correr libremente por el bosque que rodeaba nuestro hogar. Recuerdo vívidamente el viento chocar contra mi rostro, el olor a humedad y eucalipto. Aromas característicos del bosque al que todos en la actualidad prefieren mantener distancia. Allí tengo muchos recuerdos felices de mi infancia y de mi ahora solitaria adolescencia.

Saint Woods se caracterizaba por ser un pueblo rodeado de bosques, montañas y extensos ríos. Por lo tanto, era inevitable que algunos de los tantos animales que vivían allí se acercaran a la urbanización y provocarán estragos. Un claro ejemplo de esto era un accidente ocurrido cuando aún era una niña y solía escaparme por los alrededores de mi hogar, persiguiendo ardillas y mariposas.

Un día mi padre llegó a casa por la mañana, muy cansado y demacrado. Él se sentó con pesar junto a nosotras y nos prohibió volver a jugar en el bosque. La noche anterior había tenido que atender en el hospital a un matrimonio que había sufrido un terrible accidente y que lamentablemente había fallecido. No había dado detalles, pero el accidente había ocurrido en la carretera que inevitablemente limitaba con el bosque y al parecer habían colisionado con un animal que había intervenido en su camino. Recuerdo que las personas hablaron mucho tiempo de aquel accidente, parecían terriblemente afectados por ello, pero nunca hablaban frente a sus hijos. Aún así se rumoreaba que la pareja había sido atacada por bestias, algo que yo preferí no creer, sobretodo porque eran rumores.

Desde ese día ya nadie suele acercarse, excepto cazadores furtivos y adolescentes borrachos e idiotas. Los pueblerinos están aterrorizados y por ello prefieren alejarse de los bosques. Mis padres y hermanas también son parte de las personas que temen, sobretodo viviendo a las afueras del pueblo. Yo en cambio, formaba parte de aquellos que siguen adentrándose en los espesos bosques sin temor. Aunque la verdad, no creo que seamos muchos.

Por mi parte, la belleza y tranquilidad de los paisajes eran como un hechizo del que nunca podré desprenderme. La naturaleza se convirtió en algo importante para mí desde la niñez. Los animalitos, la tierra, hojas caídas y el sonido del río. No encuentro la razón por la que tengo que temer, han sido años de pasear por el extenso bosque y perderme es prácticamente imposible. Además, cuento con la protección de mi fiel amigo, el único ser con el que he logrado establecer un lazo indestructible.

Dakota es un lobo joven, y tan sólo un cachorro cuando lo vi por primera vez. Para entonces ya había sucedido la tragedia que mantuvo alerta a todo el pueblo y muchos pueblerinos aún permanecían alterados. Los cazadores ilegales abundaban en los bosques y las autoridades comenzaban a tomar medidas drásticas contra ellos por la matanza que estaban creando.

Papá y yo volvíamos a casa después de hacer unas compras. Ya estábamos lejos del centro del pueblo y el bosque se extendía a nuestra izquierda mientras que un sector residencial a nuestra derecha. Cantábamos alegremente una canción ochentera, de las que tanto nos gustaban, cuando de pronto algo parecido a un perro pequeño se cruzó en nuestro camino. Papá frenó lo más rápido que pudo y nos detuvimos, podía sentir mi corazón golpeando fuertemente mi pecho. Tras unos segundos de agitación, detuve la música con las manos temblorosas y mi padre me observó preocupado.

Valle de lágrimas©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora