Capítulo 10

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Dejando atrás a Ness para que se despidiera de su grotesco lobo, aproveché de subir al coche y hablar de algo con mis padres

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Dejando atrás a Ness para que se despidiera de su grotesco lobo, aproveché de subir al coche y hablar de algo con mis padres. La noche anterior había logrado caer rendida y no había abierto los ojos hasta esta mañana. Tenía las energías suficientes para comenzar el día como un rayo de sol y con muchas ganas de hablar. Me había vestido con el mejor conjunto que tenía y al mirarme al espejo me veía simplemente perfecta. Estaba muy feliz, algo me decía que tras una noche terrorífica, hoy todo iría normal.

Tenía que serlo.

Tras dejar mi bolso en el asiento, me asomé donde estaban mis padres sentados para hablar con ellos. Intentaba convencerlos de sacar el viejo auto de la cochera para que no tuvieran que preocuparse por llevarnos a clase cada día. Me estaba hartando de llegar en el auto de mis padres. Quería ser como los demás y tener mi propio coche. Y ya que no me permitían tocar el volante hasta ser mayor de edad, usaría las habilidades de manejo de mi hermana.

—Ness sabe manejar muy bien, ¿porqué no la dejan hacerlo? Así ustedes no tienen que preocuparse por llegar a la hora al hospital —les dije esbozando una sonrisa inocente. Sin embargo no pareció funcionar, al menos no con mamá. Me giré hacia mi padre que tenía la vista pegada sobre su revista, intentando no caer ante mis encantos ni ceder.— ¿Que dices, papito?

—Pregúntale a tu mamá —murmuró, refugiándose en su revista. Solté una mueca. Mi mamá lo tenía bien entrenado.

Volví a mirar a mi madre.

—Mami...—canturré, agitando mis pestañas con toda la dulzura que podía. Ella ni se inmutó.

—No.

¿El hombre de la casa? ¡JA! Esta era la mujer de la casa.

—¡Pero si Ness podría manejar hasta con los ojos cerrados! —solté, alzando la voz. Ya me había alterado.

En eso entra la nombrada.

—Sí, puedo hacerlo, aunque preferiría que no. —dijo Ness sentándose junto a mi. Cerró la puerta y se hizo espacio entre los asientos y yo.— me refiero a manejar con los ojos cerrados. Sería peligroso.

Todos la miramos extrañados. Pocas veces respondía a las estupideces que decían las personas, sobre todo las mías. Esta vez parecía estar de mi parte y me gustaba. Estas ocasiones eran escasas.

—Aunque...—añadió— si puedo manejar bien.

—Es cierto, pero no puedes conducir sin licencia.— Sentenció la castaña, nuestra querida madre, siempre cerrada a cualquier petición que le pareciera peligrosa.

—¡Pero podría tenerla! —intentó replicar Ness.

—Entonces hazlo.

Mi madre echó a andar el motor y partimos rumbo a la escuela. Esa era la señal de que la discusión había terminado.

Valle de lágrimas©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora