Capítulo 7

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—Deja de moverte —solté irritada

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—Deja de moverte —solté irritada. Al ingresar a la cabaña, el lobo no se había detenido por ningún momento a descansar. Estaba ansioso, caminando por todas partes y revisando el reducido espacio.

Preferí ignorarlo, eso hasta que lo escuché gimotear con angustia al dar con la fotografía que yo antes había botado al suelo por el susto. Se había detenido frente a esta para olfatear con interés.

Me apresure para recogerla, temiendo que la dañara. Podría ser importante para alguien, aunque pareciera haber sido olvidada en la cabaña. La volví a depositar en su lugar, deseando tener algo para que permaneciera resguardada del polvo y la humedad, pero entre las hojas destintadas no había nada más con que cubrirla.

Resignada la dejé allí, esperando que así como había permanecido ligeramente intacta hasta ahora, si la dejaba seguiría a salvo.

—Es hora de irse —volteé a ver a Dakota que al olfatear la mesa empolvada estornudó. Aquello tuvo un efecto positivo en mi, que distanciada de mis previas cavilaciones, necesitaba protegerme de la agobiante realidad.

Con una tímida sonrisa asomándose, lo invité a seguirme fuera del lugar. No sin antes cerrar bien, retome el camino de regreso sin detenerme. Volver al exterior, con el frío calando mis huesos y el miedo latente, fue suficiente para que olvidara el cansancio y caminara rápido.

Cruzamos el río sin gran dificultad, solo mojando mi calzado que se liberó del barro que había adquirido en el camino. Durante el trayecto, algo ansiosa, me giré varias veces para comprobar que nadie nos seguía. Estaba odiando seguir en el bosque, sentía la imperiosa necesidad de volver a casa donde me sentiría a salvo.

Una vibración en el bolsillo de mi chaqueta me alertó. Saqué de allí mi celular y advertí que tenía varios mensajes por llamadas perdidas de mi madre.

—Ay, no...—murmuré preocupada, sobretodo al chequear la hora. No lo había notado antes, pero mi estómago se sentía vacío por el hambre, y con mucha razón pues ya era hora del almuerzo. ¿Qué le diría?, ¿que me había perdido por el sendero de la vida?

Di un salto al escuchar el repentino sonido de llamada. Descolgué automáticamente.

—¿Hola? —salude temerosa. Mis manos estaban tan heladas que sudaban, o tal vez por los nervios.

—Ness Ilona Roux, ¿dónde estás? —escuché la voz claramente disgustada de mi madre.

Balbuceé unas palabras antes de responder con coherencia.

—Hola, mamá —fingí tranquilidad al hablar mientras fijaba mi vista en el camino — Fui a ver a Selene.

—¿Cómo te has demorado más de cuatro horas? —inquirió.

—Es que... perdí la noción del tiempo —respondí, con cierto tono de duda.

Supliqué mentalmente que me creyera. Aunque lo había intentado, penosamente mi respuesta había sido lo contrario a lo que necesitaba. Ahora probablemente tendría que escuchar como enumeraba las mil razones de porque iba a ser castigada por mis acciones. Sobretodo las consecuencias de estas. Estaba segura de que mi cerebro no resistiría y se activaría el modo de autodestrucción.

Valle de lágrimas©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora