Capítulo 4

88 19 18
                                    


—¿Qué sucede? ¿que fue ese grito? —escuché gritar a mi madre en el pasillo, histérica

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Qué sucede? ¿que fue ese grito? —escuché gritar a mi madre en el pasillo, histérica.

De un salto abrí la puerta de mi habitación, aun con el corazón en la mano. Mis padres pasaron junto a mi, apenas mirándome e irrumpieron en la alcoba de mi hermana. Los seguí justo detrás, con Dakota a mi lado.

—Ya, ya. Tranquilo...—le susurré, acariciando su lomo. Podía sentir cuán nervioso estaba.

Al ingresar a la pieza me chocó la imagen que tenía junto a mi. El lugar en que habitaba la belleza y la serenidad había sido perturbado de tal manera que aquella cueva oscura ya no parecía ser la habitación de mi hermana. Podías notarlo al ingresar, un ambiente pesado que anteriormente no había advertido y que te erizaba la piel.

Essie se encontraba en la esquina más lejana a nosotros, arrodillada con su cabeza chocando contra la pared. No podíamos apreciar su rostro pues tiraba con fuerza de sus cabellos cubriéndose por completo.

Verla de aquella manera me hizo temblar aún más y me arrepentí de haberla dejado sola. Me adelanté a mis padres y caí con fuerza junto a ella.

Fue cuando noté que susurraba cosas sin sentido.

—Essie...—intenté llamar su atención.

—Era ella, ella, su cuello de rubí... el frío, la savia escarlata correr, el virus que corroe su alma...—balbuceaba. Entonces se volteó hacía mí, revelando su rostro bañado de lágrimas. Tomó mis manos con fuerza, acercándome a ella.— por favor, tienes de decirles...

Y esa sensación de verdadero terror ante lo que veía, por un segundo fue opacada por la incredulidad. En su pálido rostro de calidad fantasmal, la opacidad de sus ojos me parecía la cripta del más legítimo origen del caos. El más puro dolor de una joven acarreado a un pozo sin fondo en el que parecía estar cayendo desde hace un buen tiempo. Encallada en un mismo sitio, sin poder huir.

—¡Ness, trae un vaso de agua! —gritó mi madre, que sin darme cuenta, mientras elaboraba mis cavilaciones, se había encargado de contener a mi hermana, acariciando sus cabellos en tanto la estrechaba entre sus brazos.

Me levanté aún aturdida por la intensa mirada que había captado en mi hermana. Quizás sólo estaba sobreanalizando todo y Essie simplemente estaba sufriendo las consecuencias del luto.

Sí, debía ser eso. ¿Qué más sí no?

Baje las escaleras con prisa, dirigiéndome directamente hasta la cocina. Allí llené el vaso lo más rápido que pude y cuando me volví para regresar, observé el ventanal que daba al patio trasero. Por un segundo, hubo un instante, en que me pareció observar una silueta en la lejanía. Perturbada bajé la vista al suelo y volví a mirar. No había absolutamente nada.

¿Que estaba pasando conmigo?

Al volver a la habitación entregué el vaso en sus manos. En esos momentos Essie parecía haber vuelto en sí. Había recuperado el color natural de su piel y su mirada ya era fija, aunque permanecía algo distante.

Valle de lágrimas©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora