Capítulo 8

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Para mi desdicha, una vez más me encontraba en una situación que si no fuera por mi no tendríamos que pasar

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Para mi desdicha, una vez más me encontraba en una situación que si no fuera por mi no tendríamos que pasar. Desde el momento en que yo tiré la primera pieza de dominó, una ficha tras otra fue derribada, comenzando por la muerte de Selene hasta este momento. 

Así la oscuridad que me consumía se abrió paso lentamente para devorar con gusto cada parte de mi, que con mucho trabajo había permanecido en pie. El odio me carcomía, acaparando cada rincón del poco amor propio que tenía, logrando que la culpa volviera a golpearme, por ahora, inconscientemente. Por que en esos instantes, había algo más importante que requería mi atención.

El imponente tamaño de la bestia era lo que primero habíamos notado. Esta se plantaba a tan solo unos metros de nosotras, en una posición amenazante. Su pelaje era de un tono gris pero mayormente blanco y se encontraba crispado, respondiendo a su estado de ataque. Podía asegurar que si nos movíamos aunque solo un centímetro, él saltaría sobre nosotras para devorarnos y no podríamos hacer nada para impedirlo.

Con la mirada fija en sus fauces, me aseguré de que tenía a Essie bien sujeta. No dejaría que esos caninos que mostraba para intimidarnos fueran lo último que sintiéramos. Así que haciendo uso de la adrenalina que corría por mis venas, jale el brazo de mi hermana al girarme y comencé a correr. Ella me siguió, algo desconcertada, dando un traspié antes de comenzar a huir junto a mi.

Tenía un solo objetivo en mente, aquello que tendría que salvarnos de una posible muerte. Si no, no teníamos más opción que seguir huyendo del que ahora nos pisaba los talones. Podía escuchar bien entre los gritos de Essie como el lobo gruñía, jadeando por el esfuerzo que hacía para alcanzarnos. No estaba segura de que fuera el mismo que había visto antes, pero sin duda poseía la misma determinación.

Volvimos a caminar sobre las piedrecitas que bordeaban el río, al que dando un salto comenzamos a cruzar. El viento para entonces era tan violento que movía nuestros cabellos con fiereza y teníamos que procurar no dejar que nuestros cuerpos fueran llevados por su fuerza.

Entre el apuro y lo aturdida que me sentía, no me fijaba donde pisaba. Todo pasaba tan rápido -o era mi cerebro que no lograba procesar todo a tiempo-, que aquello me costó una caída. Mi pie resbaló contra una roca musgosa y enseguida sentí el agua mojar gran parte de mi pierna y costado.

Solté un grito por la sorpresa. Una temperatura gélida recorría las aguas y esas alturas poco captaron mis manos ya congeladas, débilmente aferradas a una roca. Essie se volteó con intención de ayudarme, con su rostro lleno de pánico mientras intercalaba su mirada entre la bestia y yo.

—¡Corre! —grité al verla parada, pero enseguida sentí como me levantaba con todas sus fuerzas. Tiró de mí hasta dejarme sobre una gran roca, obviamente ayudé en el acto y me levanté enseguida.

Ahora era ella quien tomaba mi mano con ahínco, aferrándose con tal fuerza que me dolían los nudillos. No me importó el dolor y volviendo a escapar con ímpetu terminamos por cruzar el río.

Valle de lágrimas©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora