𝓓𝓲𝓮𝓬𝓲𝓷𝓾𝓮𝓿𝓮

698 24 33
                                    

Era Jessica. La niña que me saludó ayer.

—¡Hola, Jessi!—sonreí con emoción.

Me contó ayer que tenía cáncer, más no tocamos mucho el tema y tampoco quise intervenir. Esta vez cargaba con algunos tubos que entraban en sus fosas nasales e iban conectados a un aparato con ruedas.

—¿Cómo has estado, Elle?—me preguntó.

—Bien—traté de contar tranquila pero no pude—¿qué tal tú?

—Estoy bien—subió sus hombros—pero tú no. Es por la mamá de Shawn, ¿cierto?—intuyó.

Se supone que nadie sabe esto.

—¿Qué te hace pensar eso?—pregunté curiosa.

—He visto a Aaliyah y a su novio, también a Shawn y a su papá, pero nunca vi a su madre, así que supuse que era ella—me explicó tomando asiento a un lado mío.

—Eres muy astuta—ella rió.

—Me lo dicen a menudo—volteó hacia el reloj colgado en una pared—ya casi es la hora para tomar mi medicina y tengo que estar en mi habitación antes de que me encuentre Gina—dijo con nervios haciéndome verla divertida.

—Así que te escapaste—sonreí.

—No—me miró cómplice—solamente salí a buscar una paleta sin decirle a mi enfermera—ambas reímos.

—Yo no sé nada—fingí cerrar mi boca con un cierre y luego tirar el candado.

—Gracias—me sonrió—toma—me dio una de sus paletas.

—Son tuyas y...—negó segura—gracias, Jessi—acepté su regalo.

—Supongo que la necesitas más que yo—se levantó de su asiento—nos vemos pronto—se alejó pero detuvo su paso segundos después—¿te gustaría acompañarme a comer a las tres?—me propuso.

—Me encantaría—respondí alegre.

—Genial—asintió—te quiero, Elle—rió con ternura haciendo que mi corazón se encoja.

—Yo igual te quiero, Jessi. Cuídate—le mandé un beso con la mano que ella tomó y colocó en su mejilla causando nuestras risas.

La vi irse y después de unos minutos, todos llegaron para comer un refrigerio y luego fuimos a la oficina del doctor quien nos presentó los recientes análisis que no decían nada muy diferente de los de ayer, así que me tocó consolar a Shawn por un buen tiempo hasta que James me llamó diciéndome que todo estaba en control, hablé con mis hijos quienes se la estaban pasando muy bien en un centro comercial y luego ellos conversaron con Shawn también.

—Voy a la máquina expendedora, ¿quieren que les traiga algo?—les pregunté mientras el chico se alejaba unos pasos para poder hablar con mayor comodidad.

—Así estamos bien, pero gracias, Dani—respondió Manny por todos.

Asentí y comencé a caminar por un par de pasillos hasta lograr ver la máquina expendedora de bebidas en una esquina.

—¡Corran!—paramédicos pasaron a toda velocidad a lado de mi.

Me asusté así que para no ser un estorbo, me hice a un lado pegándome a la pared.

—¡Más rápido!—dijeron otros que iban atrás.

—¿Qué sucede?—preguntó una enfermera mientras detiene a una de las chicas que está corriendo.

—Es Jessi—dijo agitada volviendo a su camino con la señora morena.

Sentí un vacío en el estómago, me dio un vuelco. No puede ser ella, debe de estar bien, tal vez hablen de alguien más. Ella está por concluir su tratamiento, tal vez sea algo que no sea grave.

Para asegurarme de que no estaban hablando de la Jessi que yo pensaba, caminé desconcertada detrás de los paramédicos. Ni siquiera podía escuchar algo más a parte de mi corazón latiendo cada vez más fuerte mientras me iba acercando a la multitud de enfermeros dentro de una habitación hincados frente a la puerta abierta.

Mis respuestas llegaron...

Jessi estaba en los brazos de una enfermera rubia que lloraba su nombre.

—Mi niña, debí haber estado contigo—se repetía una y otra vez a sí misma.

La menor tenía los ojos cerrados y su piel se encontraba más pálida de lo normal. El demás personal estaba llorando mientras yo seguía parada sin entender cómo pasó.

—¡Cierren la puerta!—un chico gritó y otro más hizo lo que indicó.

La desgarradora imagen se quedó detrás del objeto de metal.

Seguía en estado de shock, aunque las lágrimas no tardaron en aparecer, una tras otra. Mis manos temblaban, mi boca soltaba sollozos, mi cabeza dolía.

En la mañana la vi, llevaba esa sonrisa que la caracterizaba, me contó su travesura tan espontánea, curiosa e inteligente. ¿Cómo puede ser esto posible?

Me demostró que no importan las condiciones en las que estemos viviendo, siempre hay que ver el lado positivo de lo que sea que sintamos que esta mal. Que hay que saber sacarle una sonrisa a las personas que también necesitan de nuestro apoyo, que no todo gira a nuestro alrededor, y que nada de nuestra vida está en nuestras manos.

Recordé esa primera vez que la vi. Llevaba el cabello rapado, una bata de hospital, caminando como si fuera a la escuela, algo tan normal para ella. Y sin vergüenza se acercó a mí a pedirme una foto y un autógrafo, entablamos una conversación demasiado divertida como si nos conociéramos de toda la vida. Me dijo que quería ser igual que yo.

En mi mente pasó el momento de la mañana, cuando me preguntó si la quería acompañar a comer. Se supone que eso sería dentro de media hora, y ahora, eso se quedó en una simple promesa incumplida volando alrededor sin ser atrapada por ninguna de las dos.

También, entre mis nublados recuerdos pasó cuando ella me dio una paleta, y supe que aún la traía conmigo. Comencé a buscarla en los bolsillos de mi chamarra hasta que la encontré. Una sonrisa inocente se formó en mi boca.

Cuesta trabajo comprender a la muerte.

El sonido de la puerta abrirse me hizo voltear para ver a todos saliendo cabizbajos de ahí dejando el cuerpo cubierto con una manta.

—¿Eres familiar?—preguntó un chico acercándose a mí.

—Una amiga—respondí viendo cerrarse la habitación de nuevo.

—Era la mejor de este hospital, sus bromas nos encantaban, le ponía felicidad a este lugar.

—Era tan pequeña—mi garganta se cerró.

—¡Maldito cáncer!—bufó—hace una hora tuvo una recaída, la dejamos para que descansara y...sucedió esto. Ya no aguantó—soltó un sollozo.

—¿Llamaron a sus papás?—lo miré antes de que se fuera.

—Vienen en camino—contestó.

—¿Puedes darles mi número y decirles que tan pronto como puedan me llamen?

—Claro, anótalo aquí—me dio un papel y un bolígrafo para anotar mi número telefónico.

—Gracias.

En cuanto terminé de escribir con nervios recorriendo mis dedos, se lo di, él me dedicó una complicada sonrisa y me dijo que todo saldría bien antes de marcharse.

Me puse a pensar en la mamá de Shawn. Y aunque sé que no debería de estar pensando en ella en estos momentos, no paraba de imaginarme que podría suceder algo así con ella.

Caminé unos pasos más y me deslicé por la pared que está aún lado de la máquina expendedora. Llorar era lo único que podía hacer.

𝓝𝓾𝓮𝓼𝓽𝓻𝓪 𝓱𝓲𝓼𝓽𝓸𝓻𝓲𝓪 ・*:.˛ ˚𝗦𝗠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora