𝓒𝓾𝓪𝓻𝓮𝓷𝓽𝓪 𝔂 𝓭𝓸𝓼

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Días después

Narra Shawn

—Shawn, ¿podemos hablar?—preguntó Camila sentándose a un lado mío en el sofá.

—Si, dime, ¿qué pasa, Mila?—le sonreí.

Últimamente había dejado de ser modesta y ha intentado que lo nuestro sea algo más cómodo para ambos. Me hacía sentir bien, así que traté de ser menos duro con ella.

—Antes, hazme la promesa de que luego de decirte todo vamos a seguir juntos y todo seguirá bien, por favor—me miró angustiada—¿puedes?—la miré confundido.

—Me estás preocupando, Camz.

—Promételo, Shawn—pidió—por favor—sus ojos comenzaron a cristalizarse.

—Si—no tenía muchas opciones para responder.

—Bien, yo...aamm...yo—después de dar un jadeo soltó varias lagrimas continuas.

No sabía que es lo que estaba ocurriendo pero se veía indefensa, y lo mejor que pude hacer fue abrazarla mientras pasaba mi mano lentamente por su cabello.

—Ya, tranquila—le susurré—dime qué es lo que sucede, y por qué estás así—se aferró a mi.

—Te mentí—respondió en un hilo de voz.

—Lamentó decirte que muchas veces lo has hecho—me retracté al instante de haber dicho eso.

—Lo sé, y lo lamento. Pero esta vez es diferente—sorbió su nariz.

—Cuéntame—le di un beso en su cabello para que continuara.

—No hay bebé.

Me detuve con mis caricias al momento en que una presión en mi pecho apareció.

—¿De qué hablas?

—No estoy embarazada—rompió en llanto.

Esto no podía ser real, mi sorpresa debe ser en vano.

—¿Te confundiste?, ¿lo perdiste?—comencé a buscar las posibles situaciones.

—Te mentí, nunca hubo un bebé—se separó de mi con notable rostro apenado.

No. No. Esto era demasiado.

—¿Por qué?—una lágrima cayó por mi mejilla.

Me había costado trabajo comprender que Camila esperaba un hijo mío, pero entendí que era eso, un hijo mío como Dean y Madi. Recordé la felicidad de verlos por primera vez, de tenerlos en mis brazos y mi corazón se ablandó al tener el deseo de volverlo a repetir. Así que empecé a darle un sentido, a querer a ese bebé, a emocionarme; pero todo se fue a la maldita basura por su culpa.

—Shawn, lo siento tanto—ni siquiera podía mirarme—pensé en mi y no en ti. Ya no podía cargar con esta mentira—sollozó.

—Yo no...—me levanté sin seguir intentando poder armar una oración coherente.

Me fui de allí y subí las escaleras yendo directamente a mi habitación. Lo único que podía hacer es llorar, era esa la manera de sacar mi odio hacia Camila, sobre todo la tristeza que me invadía.

𝓝𝓾𝓮𝓼𝓽𝓻𝓪 𝓱𝓲𝓼𝓽𝓸𝓻𝓲𝓪 ・*:.˛ ˚𝗦𝗠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora