Capitulo 17

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En cuanto sentí aquella leve caricia en mi mejilla, inevitablemente solté un suspiro. Aunque era algo simple, para mi, se sentía demasiado bien. Era una sensación cálida y reconfortante que enseguida se me incrustó muy profunda y dulcemente en el pecho. Era una sensación que parecía irreal, de un alivio y una esperanza sin razón alguna. Pero eso tuvo un final abrupto que me descolocó un poco. En cuanto se separó y se fue de la habitación, la sensación de calidez que me llenaba antes fue cambiada por una de vacío.

Al principio no entendía el por qué de esas sensaciones que se asemejaban a una montaña rusa. Hasta que, como si de un rayo que pasa fugazmente por la mente de uno se tratase, la respuesta me llegó como una revelación. Aunque no me sorprendí del todo, era como si de cierta manera yo ya lo supiera muy en el fondo.

Me tumbé boca arriba en la cama y me puse a pensar ¿Desde cuándo he estado enamorada de Remington? . Esa pregunta rondaba mi cabeza. Aunque no le di demasiada importancia porque sabía que no tenía una respuesta exacta. No hubo un momento exacto en el cual me enamorase de él.

De a poco una euforia fue creciendo desde mi vientre. Era lo que llamaban las mariposas en el estómago. Era una sensación agradable que creció hasta el punto de explotar en un chillido en mis labios que callé con mis manos. Una sonrisa se estampó en mi rostro mientras seguía mirando el techo. Se me cruzó algo por la mente. Un pequeñísimo detalle. No sabía a ciencia cierta lo que Remington sentía por mi, si bien podía adivinarlo por su manera de actuar en las últimas semanas.

Sabía cuál era la solución a todo esto, era simple y el camino más certero. Tenía que confesarle lo que sentía. Y no creía poder esperar hasta mucho después. Quería hacerlo ya y desenredar el asunto. Por más de que hubiera una mínima posibilidad de que me rechazase, cosa que no creía, quería hacerlo. Fuese cual fuese el resultado.

Después de meditar tanto tiempo sobre lo que sentía, se cruzó por mi mente otro pequeñísimo problema. No se por qué tenía la sensación de que mi vida, últimamente, estaba llena de problemas.

Pues bien, debía arreglar o averiguar lo que me pasaba con respecto a mi alma que se escapaba por ahí en la noche. De repente recordé a alguien que podría ayudar. O saber quién tendría la respuesta al dilema por lo menos. Amos era descendiente de gitanos. Su abuela materna, más específicamente, era gitana.

Recordé algunos días de mi infancia en los cuales, la mujer, en aquella época con no más de unos cincuenta y cinco años, nos explicaba ciertas cosas de sus creencias, ya que si bien se había apartado de su grupo para quedarse con su marido, no las había dejado de lado. Recordé un momento en específico, la mujer hablaba sobre algo de almas. Yo no recordaba exactamente qué decía. 

Perdida en mi mente, no escuche cuándo Remington entró en la habitación y me sacó de mis cavilaciones cuando habló.

- ¿Se puede saber que es todo eso que murmuras? - en cuanto lo escuché di un pequeño salto en la cama incorporándome. Sin querer terminé por sonrojarme como una chiquilla por que me había escuchado. El murmurar en voz alta lo que cruzaba por mi mente era una manía que tenía desde pequeña.

- No me prestes atención. Es manía. - dije fijándome mejor en Remington. En sus manos traía una bandeja con lo que suponía era el desayuno.

Soltando un suspiro divertido se acercó a donde estaba sentada, apoyando mi espalda en la pared, y colocó la bandeja a mi lado y sentándose del otro lado de esta. Me fijé en lo que había en la bandeja. En una esquina había un tazón con cereales, junto a este un frasco de mermelada de frutos rojos, en medio un plato con algunas tostadas calentitas y crujientes en el punto perfecto, un azucarero, y en la otra esquina una taza generosa de un café bastante cargado.

Vi como él tomaba el tazón de cereales, me señalaba la bandeja indicando que me sirviera, y comenzaba a comer tranquilamente. Tomé la taza de café y antes de poder preguntar si tenía azúcar el me dijo que no se había animado a ponerle azúcar y que terminara por quedar empalagoso. Le eché algo de azúcar al café, unté con un poco de mermelada una de las tostadas y comencé con mi desayuno. Tenía que admitir que Remington de alguna manera había acertado en mis gustos.

- Te voy a pedir algo, no comentes que traje esta mermelada. Se la robé a Stan. - comentó con una sonrisa pícara en sus labios. Yo no pude evitar corresponderle con una sonrisa cómplice. - Por cierto, déjame alguna tostada, glotona. - agregó cuando me vio tomar una tercera tostada. Increíblemente estaba comiendo más de lo normal en el desayuno. En mi defensa tenía que decir que aquello, a pesar de extremadamente simple, para mí era perfecto y un manjar delicioso.

- Oye, Remington. Hace un momento recordé a alguien que podría saber qué es lo que pasa con lo de mi alma. Necesito hacer una llamada. - dije rebuscando a mi alrededor por mi bolso.

- Tu bolso se quedó en el sofá. - dijo leyendo lo que hacía.

- Oh, gracias. Ya regreso. - dije saliendo como un viento a buscar mi bolso y regresando de inmediato. Tomé mi teléfono y le marqué a Amos.

En cuanto respondió, comencé a conversar con él como siempre lo hacíamos. Con familiaridad. De reojo pude ver la expresión de Remington. Era algo entre la molestia y el dolor. Cuando me di cuenta que eran celos, inevitablemente se me pasó una punsada de seguridad que reafirmó lo que ya suponía. Remington, aunque fuera un poco, me quería.

Cuando terminé de organizar un encuentro con Amos y su abuela, me despedí y colgué el teléfono. No quería seguir torturando a Remington, parecía muy desolado.

- ¿Vienes conmigo mañana por la tarde? La abuela de Amos es gitana y tal vez pueda aclarar esto.

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Perdón la demora, pero voy a decir una cosita. Este es el penúltimo capítulo de esta historia. Tal vez dentro de muy poco suba el final. Por favor comenten sus opiniones sobre esta humilde historia (>_<) .

Valery RedKiss

«El Espíritu de la Chica» (Palaye Royale) (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora