Capitulo 18 (Final)

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En estos momentos iba con Remington en la camioneta hacia la casa donde actualmente vivía Amos con su esposa, que era nada más y nada menos que Ruby, una de mis tantos hermanos. La abuela de Amos nos esperaba allí pues lo poco le había explicado a Amos por teléfono fue suficiente para convencerlo de concretar la reunión.

En cuanto se estacionaron frente a la casa una muy eufórica Ruby salió corriendo de la casa para abrazarme, y eso que nos vimos hace poco. De pronto algo me dijo que su alegría no era exactamente por verme.

- Oh, Cit, Cit, tengo que contarte algo. - decía saltando y chillando emocionada como una niña pequeña.

- Vale, vale. Cálmate. ¿Qué es eso que quieres decirme? Dilo de una vez - dije desesperándome por su actitud.

Por la puerta de entrada vi a la enorme figura de Amos asomarse y apoyar un hombro en el marco. Pude distinguir la sonrisa llena de ternura que esbozaba mirando a mi hermana y la expresión calmada y pacífica que tenía.

- Aquí hay gato encerrado - dije achinando los ojos mientras paseaba mi mirada de mi hermana a mi ahora cuñado.

- Estoy embarazada, Cit. Vas a ser tía. - dijo chillando. Me había dejado totalmente perpleja. ¡No hacía un mes que se habían casado!

- Santo cielo. - dije suspirando. Ya me esperaba un batallón de sobrinos más por parte de estos dos. - Felicidades a los dos. Y tu - agregué dirigiéndome a lo último a mi amigo de infancia - más te vale no terminar matando a mi hermana, gigante. - terminé haciendo que mi hermana terminara como un tomate y él se pusiera un poco nervioso, pues sabía que mi broma tenía una pizca muy notoria de verdad.

Remington miraba la escena a mis espaldas. Cuando me voltee pude ver un alivio que intentaba disimular sin mucho éxito. Sentí mucha alegría al notar eso. Era otro pequeño detalle que me afirmaba que era correspondida.

Nos adentramos en la casa donde comenzó nuestra reunión con la anciana gitana. Le relaté todo en detalle de lo que había sucedido, mientras estaba en coma y después hasta lo de anoche. Fue una sorpresa para Amos y Ruby pues lo había mantenido todo en secreto hasta el momento, y yo no era de las que les escondía cosas a ellos.

- No es muy difícil de explicar lo que te sucede, pequeña. - me habló la mujer mayor - El caso es que después de pasar con tu alma desprendida de tu cuerpo por tanto tiempo, esta se puede separar con facilidad de él ahora. Lo que te sucedió la otra noche no fue más que la respuesta a un anhelo. Debe haber sido lo suficientemente fuerte como para desprender tu alma durante la noche. - explicó.

Al ver que me quedaba callada intentando asimilar, sin lograr entender mucho, lo que había dicho decidió continuar con una explicación más detallada. El caso fue que yo ahora podía provocar, voluntaria o involuntariamente, que mi alma se desprendiera de mi cuerpo. Esto se debía a un fuerte anhelo del que podía no ser consiente, el cual fue mi caso hace dos noches. También dijo que podía llegar a controlar esto, logrando hacer lo que se llamaba un viaje astral, y que solo podía ocurrirme esto del desprendimiento mientras dormía. Dijo que no había de qué preocuparse y que estuviera tranquila con respecto al tema, que no era algo grave en realidad.

Aclaradas las dudas, nos despedimos de la mujer y la pareja. Subimos a la camioneta y yo era la que iba al volante, por lo que se me ocurrió una idea. Remington esperaba que lo llevara directamente a su casa, pero quería llevarlo a un lugar que me encantaba, era hermoso y muy romántico. Sería el lugar perfecto para mi confesión.


Citrina iba al volante mientras yo miraba distraído por la ventanilla. Sentía un caos total en mi interior. Habían sido muchas subidas y bajadas en mis ánimos durante los últimos dos días. Primero me deprimí, y admito que también me puse celoso, en cuanto la escuché hablar tan familiarmente con Amos por teléfono. Esa noche la pasé en una depresión muy profunda. Al día siguiente intenté calmarme un poco, pues iríamos con una mujer que podría arreglar el asunto del desprendimiento de su alma.

Luego, en cuanto me enteré de que Amos era el cuñado de Citrina, el cual recientemente se había casado con Ruby y ahora ambos esperaban un hijo, el alivio fue tan grande que por poco caigo de rodillas haciendo un tremendo papelón en medio de la calle. Bueno, aunque no sería peor que el que había hecho Ruby chillando como una niña en la entrada de la casa.

Perdido en mis pensamientos, no me di cuenta de que Citrina no me había llevado a mi casa hasta que detuvo la camioneta frente a un parque. Era un lindo lugar, tranquilo. Ella se volteó a mirarme, con la puerta de la camioneta abierta, antes de bajarse.

- Ven. Quiero mostrarte un lugar. - dijo con una sonrisa enorme en sus labios. Unos labios que últimamente me tentaban bastante.

Sin hacerme el de rogar, baje también y la seguí por un sendero de gravilla hasta estar frente a un árbol, muy antiguo por su tamaño. Su copa era espesa y amplia, y debía tener por lo menos unos ocho metros de altura.

De la nada, Citrina dio un salto colgándose del tronco rugoso y de forma irregular que le permitía treparse como un gato al árbol. Escaló hasta la primer rama, de la que sujetó para voltear a verme.

- ¿Qué esperas? Trepa. - me apremió volviendo a girarse para seguir subiendo.

Trepé lo más rápido que pude sin arriesgar mi vida. En cuanto llegué a donde ella, me senté en una rama lo suficientemente gruesa como para soportar mi peso. Ella miraba por un hueco de la copa del árbol. Más allá se podía ver el atardecer en tonos naranjas, rosados y violetas. Era una vista hermosa. En cuanto la luz comenzó a menguar, ella dijo que era tiempo de bajar pues de lo contrario terminaríamos matándonos.

Ya abajo, ella se tiro en las grandes raíces del árbol, palmeando el suelo para que me sentara a su lado. Los minutos pasaban en silencio, pero no era incómodo. Poco a poco, conforme caía la noche y la oscuridad se hacía más espesa, se comenzaron a notar unas luces verdosas en el hierba. Miles de luciérnagas adornaban la oscuridad como si de estrellas se tratasen, revoloteando a nuestro alrededor.

El rostro de Citrina brillaba de paz y alegría. Sin querer, de mis labios se escapó lo que venía guardando gracias a aquella increíble vista y atmósfera a nuestro alrededor.

- Te amo - lo dicho, dicho estaba. Esas simples dos palabras lograron que sus ojos se abrieran con sorpresa. Por un momento no dijo nada y su expresión no cambió. Me asusté y comencé a arrepentirme.

Sin previo aviso la escuché soltar una risilla, volteando a verme con una enorme y preciosa sonrisa en su rostro. Antes de darme cuenta, ella se había abalanzado sobre mi, rodeando mi cuello con sus brazos y besado como si su vida dependiera de ello.

Yo había caído de espaldas en la hierba, y ella seguía besándome con todo el amor que tenía guardado solo para mi, quién sabe desde cuándo. Cuando nuestros pulmones ya gritaban por aliento, ella se separó solo lo necesario para poder respirar y hablar.

- Se suponía que yo era la que iba a confesarse en este momento. - dijo de forma alegre y juguetona.

- Pues a la próxima se más rápida. - le respondí para atraerla de nuevo hacia mi y volver a besarla. Definitivamente estaba enamorado del espíritu indomable y espontáneo de esta chica.

«El Espíritu de la Chica» (Palaye Royale) (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora