Pasó un mes desde que desperté del coma. Remington vino a verme casi a diario, pero siempre esperaba para entrar cuando el horario de visita estaba por terminar. Las enfermeras ya tenían por costumbre entrar y sacarlo de allí a la hora de la merienda. Nos habíamos vuelto muy cercanos.
Hoy regresaba a casa, a la manzana Blacke. No pasaban las cinco de la tarde y yo ya estaba lista para irme. Mis piernas no estaban en el mejor estado, seguían débiles a pesar de la fisioterapia que me hicieron. De cualquier manera no soportaba más el estar en el hospital. Al terminar de ponerme la ropa, salí al pasillo donde me esperaba uno de mis hermanos, Camilo. Él me llevó a casa y en cuanto entré vi que la puerta trasera estaba abierta. Mientras mi hermano subía las cosas que traje del hospital, yo me acerqué a la puerta. Realmente no estaba sorprendida de que estuvieran armando un festejo por mi vuelta a casa. Era de esperarse. Cualquier escusa les bastaba para que comenzaran a festejar.
Me puse a observar el ir y venir de personas por todo el lugar. En medio del alboroto pude ver el sombrero desaliñado de Emerson. Mi familia ya lo había acogido como un integrante más. Mi mirada siguió vagando hasta encontrarme con algo curioso. Un cabello negro que se parecía a un erizo en medio de la multitud. ¿Cómo había terminado allí?
Me di vuelta y me fui hacia las escaleras. Mi hermano demoraba demasiado. En cuanto llegué arriba vi la puerta de mi taller abierta. Ahí yo hacía y guardaba los materiales que usaba para mis cosas, la mayoría adornos o pinturas. A Camilo siempre le gustaron las cosas que hacía y de hecho se llevaba unas cuantas como regalos. Me asomé a la puerta y lo vi en el balcón, miraba el revoltijo de actividad que había en el jardín. En la boca tenía un cigarrillo.
- Aprovechando el momento para fumarte uno mientras Stella no te ve. - dije, aunque él no se sorprendió. Volteo ligeramente para mirarme.
- Ella sabe perfectamente que fumo. Solo no quiero hacerlo en medio de tanta gente, y menos de niños. - dijo. Sep, el grandullón de dos metros de altura era una persona sensible y bastante tierna. Nada similar a lo que su aspecto de matón sugería.
- Lo sé.
- Entonces no molestes, ratón. - me dijo, llamándome por el apodo que me había puesto de niña porque me había descubierto robando queso de la heladera. Des pues de unos minutos, bajamos y nos fuimos al jardín donde todos comenzaron saludarme en bienvenida. Cuando Emerson se acercó, pude ver que Remington venía detrás de él.
- Bienvenida de vuelta. Te presento a mi hermano, Remington. - dijo presentándolo ya que supuestamente no nos conocíamos.
- Un gusto. - fue mi única respuesta y seguí saludando al resto de los que estaban a mi alrededor.
El festejo siguió durante horas, conversaba con varias personas de mi familia y algunas amistades. Más seguido de lo que a mi me gustaría admitir, mi mirada iba a parar en Remington. Lo gracioso es que la mayoría de las veces la suya se había posado en mi. Cuando los festejos terminaron yo me fui a mi casa. Volví a lo cotidiano y me puse una ropa cómoda para dormir. No era exactamente un pijama y solo porque esta noche estaba fresco, me puse un pantalón holgado.
Sin más ceremonias que soltarme el cabello y lavarme los dientes me tiré sobre la cama, no necesitaba sacarme ningún maquillaje pues no usaba. Me abracé a la almohada y doblé las piernas haciéndome una bolita en la cama. Solía dormir en esa posición y las sábanas terminaban arrolladas a los pies de la cama, o directamente en el suelo. No demoré en dormirme y pasaron un par de horas en blanco antes de que comenzara un sueño muy extraño. O bueno, tal vez no tanto.
Era de madrugada, el reloj de pared marcaba las doce y un minuto de la madrugada. Estaba en mi habitación, acostada en mi cama. Me levanté y al mirar atrás, mi cuerpo estaba allí, plácidamente dormido entre una maraña de extremidades, cabellos, almohadas y sábanas. Asumiendo que no era más que un sueño, salí de mi habitación hacia la planta baja y de ahí a la calle. En un momento se me ocurrió visitar al viejo coronel, y en un pizcar de ojos estaba en la segunda planta de las ruinas. Hacía poco había descubierto el nombre del último reincidente del lugar. James Hawke. Un hombre que vivía allí con su familia a fines del siglo XVIII, se habían ido del lugar porque el fantasma de un coronel los atormentaba durante las noches. Luego de eso nadie se atrevía a vivir en el lugar. La casa quedó como herencia para sus hijos, pero ni ellos ni su descendencia se atrevían a vivir en ese lugar.
Sonreí pensando que el coronel, incluso en sus primeros años de fantasma, era insoportable con sus bromas. Escuché una voz a lo lejos, cantaba alegremente y a todo pulmón en una de las habitaciones del fondo. Era inconfundible. Me acerqué al hueco donde antaño hubo una puerta y vi al coronel paseándose alegremente por el lugar. En cuanto se percató de mi presencia se detuvo de golpe en su canto.
- Mi niña, qué sorpresa - dijo casi a los gritos. - Pensé que habías vuelto a la vida. ¿Cómo es posible que sigas aquí? - preguntó ahora preocupado. La sonrisa que tenía en el rostro fue desapareciendo de a poco.
- Esto no es un sueño, ¿cierto?
- No. Estoy bien consiente de que no lo es. - dijo acercándose poco a poco. - ¿Será posible que hayas vuelto a quedar inconsciente?
- Yo me había acostado a dormir. Por favor, dime que es un sueño. - dije comenzando a desesperarme.
- Bien. Visto que no te puedo convencer de que no es un sueño, espera a la mañana. Si despiertas, ven a verme durante el día. Si no lo logras, nuestros temores se harán realidad.
- Vale. - dije a punto de ponerme a llorar de la desesperación.
Pasé todo el tiempo con el coronel vagando por la ciudad, debido a los visitantes nocturnos, sin señales de que mi alma regresara a mi cuerpo. Cuando el alba hizo acto de presencia, poco a poco comencé a sentirme soñolienta. Cuando el sol estaba por salir por completo de detrás del horizonte yo ya no era consiente de nada.
Abrí los ojos de golpe. Estaba acostada en mi cama, en la misma posición en la que me había visto en el sueño. Me levanté de un salto y me acerqué a la puerta ventana que daba a un balcón. Acababa de amanecer. Como un viento me arreglé medianamente para salir. Bajé las escaleras y me dirigí al cobertizo. Saqué de allí mi vieja bicicleta de paseo, de color celeste. Salí de mi casa y pedalee lo más rápido que pude hasta las ruinas Hawke. Al llegar a ellas entré al segundo piso donde estaba el coronel asustando a un par que salió despavorido.
- Mi niña, que alivio. Por un momento pensé que te habías ido al más allá cuando te esfumaste. - dijo con un evidente alivio en su rostro.
Mi cara estaba medio descompuesta por el temor. ¿Qué había pasado? ¿Cómo terminé por separarme de mi cuerpo de nuevo?
Y este es el siguiente capitulo. Je je, la inspiración está volviendo a mi. Que bien se siente!!! Espero no haber perdido mi toque con tanto tiempo de silencio. Díganme que tal les van pareciendo los nuevos capítulos. Voy a intentar subir tan seguido como pueda los capítulos.
Valery RedKIss
Baci!!
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«El Espíritu de la Chica» (Palaye Royale) (Terminada)
RomanceEl espíritu de una chica sin nombre, que está en coma desde hace un año, solo puede volver a su cuerpo si ayuda a 100 personas. Pero... ¿Cómo podrá hacerlo si nadie puede verla, oírla o tocarla? Esta chica sin nombre, mientras busca a quién ayudar...