La imagen de multimedia es el hospital, que por cierto, existe de verdad. No me juzguen si me equivoqué en algo sobre él porque no se más de lo que vi desde afuera por GoogleMaps. No se rían de mi.
Acabábamos de llegar al hospital Southern California y como habían dicho, estaba lleno de los familiares de Citrina en la acera, casi todos estaban allí reunidos hablando de todo un poco, riendo y carcajeándose de algún chiste que se hizo. Nos acercamos y de inmediato Ámbar se le tiró encima a Emerson, este se quedó sorprendido de su actitud ya que nunca se había comportado de esa manera en los dos años que llevaban de novios. Yo me había quedado un poco rezagado. Cuando Ámbar se dignó a soltarse de mi hermano, se dirigió a mi.
- Hola Remington. ¿Por qué viniste tú? No me digas que Emerson se acobardó por lo que pasó en el cumpleaños de mis hermanos – dijo tomándole el pelo a Emerson por lo que le hicieron sus sobrinos, la cara de este se volvió enfurruñada y yo no estaba logrando aguantar la risa. Tal vez no iba a ser tan malo como me lo esperaba. Tal vez.
Estaba en la camilla de mi habitación en el hospital, todavía no comenzaba el horario de visitas, por lo que estaba sola y sin nada más que hacer que pensar en todo lo que pasé estando en coma, en mi vida antes del accidente... el accidente. Recordé todo lo que pasó desde que desperté en la mañana hasta que todo se apago y se volvió oscuro en aquel cruce.
El despertador sonó como de costumbre a las seis y media de la mañana, me levanté de mala gana, ayer había tenido una discusión con mi jefe por una de las bandas que había hecho un desastre y él quería que yo lo ordenara pero que a la vez cumpliera con mis demás tareas, era imposible. Además de todo esto mi jefe me amenazó con despedirme, cuando hacía tres años que trabajaba para él, había escalado desde lo más bajo y por un par de tontos que hacían un desastre me amenazaba con tirar todo mi esfuerzo por la borda. Recordando todo esto mientras me duchaba, me enfurecí nuevamente y mi mal humor creció. Terminé de acomodarme y me fui a trabajar. Allí me encontré con uno de los integrantes de la banda que causó problemas ayer, era un hombre alto, bastante delgado y con el cabello negro parado como si hubiese puesto el dedo en un enchufe. Me dio gracia su aspecto y por un momento olvide que por culpa de uno de ellos discutí con mi jefe. Simplemente pasé por junto a él y me saludó como a cualquier otro de los que trabajaban allí, parecía ser alguien agradable.
Terminé mi jornada de trabajo con un mal humor colosal, no prestaba atención a lo que sucedía a mi alrededor. Al llegar a un cruce de calles vi a un puñado personas paradas pero las pasé de largo pensando que estorbaban. Cuando estaba a la mitad de la calle escuché una bocina, al levantar la vista vi una camioneta viniendo directo a mi. Luego de eso no vi nada más.
Tenía los ojos cerrados mientras recordaba y los abrí de golpe al recordar el rostro de aquel hombre. Era Remington, sin saberlo estuve trabajando en el mismo lugar que ellos por años y ahora resulta que uno de ellos es novio de mi hermana y otro ya es mi amigo. El mundo da muchas vueltas, eso es seguro.
Salí de mis pensamientos al escuchar la puerta abrirse, era Ámbar. Tenía la expresión de una chiquilla pícara que está a punto de hacer una travesura. Me daba miedo lo que podía pasar, con ella nunca se sabía.
- Adivina quien vino a verte – dijo subiendo y bajando las cejas de forma trviesa. Yo la miré pensativa intentando descubrir a quien se refería. No pude adivinar, así que me di por vencida negando con la cabeza en señal de rendición. Pero por el rabillo del ojo pude vislumbrar cierto sombrero que últimamente se me hacía muy familiar. Mis esperanzas se desvanecieron cuando mi hermana abrió la boca de nuevo.
- Vamos, que lo conoces lo suficiente como para saber que estaría aquí en cuanto se enterara de que habías despertado del coma. - dijo y se dio vuelta para abrir la puerta, chocándose de frente con alguien de gran estatura, la piel de un tono entre canela y dorado, con el cabello ondeado color azabache un poco más largo de lo que recordaba. Era de espaldas anchas y muy corpulento, por eso cuando se enojaba nadie se le acercaba y muchos salían corriendo, uno pensaría a primera vista que ese hombre era un guarda espaldas con ese aspecto, pero en realidad no era más que un simple profesor de matemática en una secundaria pública. No se puede decir que no era alguien atractivo y con cierto aire exótico, teniendo de esa manera a todas sus alumnas a sus pies, pero en cambio se había ganado el odio de sus alumnos varones ya que todas las chicas se interesaban más en él que en los de su edad.
Cuando Amos, mi amigo de la infancia, levantó su mirada de ojos aceituna, pude ver la preocupación y el alivio en ella. Para ser una montaña ambulante era una persona muy tierna y amable, lo que uno no se esperaría, pero claro, él no lo muestra a cualquiera, sino que para el resto era una persona fría e irascible de lo mas aterradora.
Amos se acercó con pasos largos y apresurados a la camilla en donde estaba sentada y se lanzó a abrazarme como si fuese la última vez que nos viéramos.
- Te extrañé, tontina – dijo llamándome por mi apodo de niña que él me había puesto, yo reí entre lágrimas por reencontrarme con mi viejo amigo.
- Yo también grandulón – dije abrazándolo mientras sentía el hombro húmedo por las lágrimas de él. Yo había cerrado los ojos mientras apoyaba mi rostro contra el cabello de Amos. Él era dos años menor que yo por lo que en nuestra relación yo era como su hermana mayor y lo trataba como tal. Escuché que la puerta se abría y volvía a cerrarse, mi hermana había salido y nos había dejado solos, y la verdad lo agradecía ya que hacía un par de años que no nos veíamos y quería ponerme al día con él.
Estaba caminando por los pasillos del hospital cuando, al mirar por una de las puertas que estaba entreabierta veo a Citrina sentada en una camilla. Se veía más delgada, pero su color de piel era más rosado y bronceado, no tan pálido que cuando la conocí. En su brazo que estaba a la vista para mi pude notar que habían un par de cicatrices en la parte superior de su antebrazo. Un movimiento me distrajo, alguien se acercaba a ella, por lo que di media vuelta para evitar ser visto por quién fuera que fuese. Apenas había dado un paso cuando la curiosidad me ganó y volví un poco mi cabeza para ver de quién se trataba. Era un hombre alto de piel morena y cabello azabache, parecía más corpulento que yo y de hombros el doble de anchos que los míos. Vi que el hombre se abrazaba a Citrina y ella le correspondía. Me di vuelta y seguí andando, en ese momento no quise ver nada más, sino que quería volver a mi casa, más específicamente a mi cuarto, no sabía por que tenía esas ganas de regresar si desde la mañana quería venir, me dije a mi mismo que era porque no quería molestarla, pero algo me decía que no era exactamente por eso.
Perdón por demorar tanto en actualizar la historia, pero no se me ocurría nada para escribir y seguir la historia que fuera medianamente bueno. Por otro lado puede ser que demore en volver a actualizar la historia ya que últimamente mi cabeza está llena de cosas y es un revuelo increíble así que va a ser difícil que salga algo coherente a ahí.
Sin más que decir, me despido.
Valery RedKiss
Baci!
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«El Espíritu de la Chica» (Palaye Royale) (Terminada)
RomanceEl espíritu de una chica sin nombre, que está en coma desde hace un año, solo puede volver a su cuerpo si ayuda a 100 personas. Pero... ¿Cómo podrá hacerlo si nadie puede verla, oírla o tocarla? Esta chica sin nombre, mientras busca a quién ayudar...