Mamá y papá nunca discutían, era muy raro y muy grave si pasaba. Incluso papá me contó que cuando ella estaba embarazada, discutieron y él se tuvo de ir de la casa porque ella misma lo echó. Estaba furiosa. Yo siempre me reía por esa anécdota, imaginándome a papá como vagabundo. Era gracioso. Hasta que de verdad presencié una discusión.
—¡No vas a dejarnos solos, ¿escuchaste?! —gritó mi padre nuevamente. —¡Estoy trabajando todos los días y ¿en serio quieres irte con esas engreídas?!
—¡Greg! Te pedí miles de veces que no las llames así y aunque lo sean, no tengo opción. Pink es demasiado irritante y caprichosa, además, no entiendo por qué te importa tanto —se cruzó de brazos.
—¡Esos “amores de persona” te hacían la vida un infierno! ¡¿Estás loca?! ¡Apuesto que sí, maldita sea! —volvió a gritar. —¡¿Sabes qué?! ¡Voy a llevarme a Steven conmigo, tú vete con esas zorras!
—¡Greg! No te atrevas a dejarme tirada —él rió.
—¿Por qué? Tú también nos ibas a dejarnos tirados —habló irritado y me miraron. Mi padre sin dudarlo, me agarró de la mano y me pidió que juntara mis cosas.
—Steven, hazle caso a tu madre. ¡Él nunca está con nosotros! ¡¿No te das cuenta?! —gritó esta vez ella, agarrándome el brazo.
—Mamá... Me duele —supliqué.
—¡Déjalo en paz, Rose! —me arrancó de los brazos de mi madre y le dio la espalda, comenzando a caminar a mi habitación. Comencé a meter mis cosas en mi mochila y mi madre apareció.
—Greg... Hablemos —suplicó acariciando su mano.
—La única forma que podamos “hablar”, será cuando no te vayas —ella sollozó.
—Greg... Te amo, por favor, no me dejes —suplicó.
—Tú nos está dejando —ella bajó la mirada.
—Soy un monstruo —miré a mi padre que solo asintió levemente.
—Pero está bien eso... Ellas te convirtieron en uno —ella forzó una sonrisa. —Yo también soy uno —unieron sus frentes.
—Claro que no, Greg —lo besó con algo de pasión. Me giré y miré mis cosas. El peluche de un león rosado que me tejió mi madre.
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Spinel | Stevnel [Nora Au]
Fanfiction⚠Precuela y secuela de Nora. Siempre supuse que yo era la que estaba mal, la fallada, y más cuando tus ojos y los míos sabían que debían conocerse.