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Respiré ondo. Estaba aterrado. Acomodé mi ropa y salí a la calle. Estaba algo sofocado, debía de admitir pero tenía que hacerlo.

—¡Steven! —me sobresalté. Maldita sea, Connie, ¿por qué siempre me interrumpes? Me giré y la miré. —¿Qué haces vestido así?

—Uh... Iba a visitar la tumba de mi madre —susurré.

—Pero ¿por qué así? —se acercó. Parecía algo extrañada. Oh, no, me rechazará. Sé que soy un fenómeno, un asco, ¡solo no lo digas!

Había una palabra que recorría mi mente:

Corre.

Y sin más lo hice: salí corriendo como si no hubiese un mañana. Soltaba leves jadeos y mi vista se nublaba por las lágrimas. ¿En serio estaba haciendo esto? ¿Estaba huyendo de la realidad que tarde o temprano debo enfrentar? ¿En serio no quería admitir que soy un... Error?

Detuve mi paso al adentrarme al cementerio. Caminé con cuidado, persuasivo y respiré agitado. Giraba mi cabeza de vez en cuando, esperando que Connie no estuviera cerca. Y aunque supiera que tendría una gran discusión con ella sobre esto, era mejor esconderme para que no sepa el asqueroso bicho que soy.

Me senté enfrente a la lápida y la observé.

—Mamá —hablé tembloroso. ¿En serio estaba hablando con ella? Sentía una extraña calidez en mi cuerpo frío. —Mamá —repetí. Quería recuperar el aliento. —Lo siento. Sé que querías una niña y salí yo y ahora... —bajé la mirada. Mordí mi labio inferior, ¿y qué si me sentía mal con mi cuerpo? ¿Y qué si me vestí de chica para suplantar a Sadie porque tenía miedo de cantar en público? ¿Y qué si había cortado mi cabello enrulado largo por unas simples burlas? —¡Y estoy cansado de sentirme un bicho raro! —mi voz se quebró. Pude sentir cómo mi corazón comenzaba a doler con fuerza y las palabras se iban a mi garganta —no es algo simple siempre sentirme el excluido. Lars... Él es... Perfecto... ¡Y me odia! ¡Me odia por ser un chico! ¡Me odia, mamá! ¡Apuesto que Connie también me odia! ¡Todos me odian por ser así! Solo les doy lástima. Apuesto que... Tú también me odiabas... Por algo nos dejaste, ¿no? Te cansaste de lo tan repugnante que soy. Yo... ¿Debería seguir tus pasos? —mis manos temblaron —¡¿debería también suicidarme?! ¡No merezco vivir! ¡Me lo dieron todo y lo rechazo por un simple capricho! ¡Pero este capricho duele! —intenté limpiar las lágrimas, pero eso arruinó aún más mi maquillaje —¡duele ser así, mamá! ¡Duele querer sonreír y no poder! ¡Duele tener que forzarme a ser un chico normal! ¡No soy normal! ¡Soy repugnante! ¡Un bicho raro! ¡Me gustó un chico! ¡Me siento más cómodo como chica! ¡Y-Yo...! ¡Me gusta una chica que siquiera me reconoce! —grité. Había explotado. Respiré con fuerza e ignoré las gotas de mis lágrimas mezcladas con el rímel que caía por mi mentón. Ignoré todo. Solo me acosté en aquella tierra con pétalos de rosas podridos. Jadeé y cerré los ojos. Abracé mis piernas. Efectivamente sentía mi vestido sucio, mi cuerpo sucio. Mi mente asquerosamente sucia. —Mamá... —repetí —... Lo siento —y me embriagué en el sueño.

Spinel | Stevnel [Nora Au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora