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—¡Ven y discúlpate! —grité por décima vez. Tú ni siquiera me mirabas, estabas cegada con que tenías la razón en todo, ¡como siempre! ¡Qué novedad!

—¿Disculparme? —chasqueaste la lengua, encogiéndote en tus hombros. —¿Por qué? —finalmente me miraste. ¡Me miraste como si no me tomaras en serio! Y siquiera lo haces.

—¡Por lo que dijiste! ¡Por lo que le dijiste! ¡Por lo que ME dijiste! —te paraste. Sé cuando te cansas de discutir y esta ocasión no es la excepción.

—Mira, no me voy a disculpar con Perla por cerrarle en culo, y no me disculparé contigo por... ¡Siquiera sé qué te dije!

—Me dijiste que no querías a “tu” bebé cerca de Perla —rodaste los ojos de nuevo. Te cruzaste de brazos.

—¿Qué te molestó de eso?

—¡Todo! ¿Sabes? —reí —Perla tiene razón: ni siquiera sé si es mío —retrocediste y colocaste una mano en tu vientre —en todas las veces usamos condón.

—No hablas en serio —entrecerraste los ojos. ¿Me estabas retando, maldita zorra?

—¡¿CÓMO ESTÁS SEGURA QUE NO?! —grité con fuerza. Tú te tapaste los oídos con ambas manos.

—¡VAS A CREERLE A UNA LOCA QUE NO TE RESPETA EN VEZ DE A MÍ!

—¡ESA LOCA NO ME RECHAZÓ MILES DE VECES PORQUE SE SENTÍA INSEGURA MILES DE VECES Y TAMPOCO ME PIDIÓ PARA TENER SEXO POR UN DESPECHO! —tú me miraste sin creértelo. ¿En serio dije eso?

—T-Tú... —miraste alrededor. Te sentiste pequeña. Lo supe porque comenzabas a encogerte en tu lugar y a mirar desesperada a todos lados, buscando alguna escapatoria —... Hiciste lo mismo.

—Ah, ¿sí? Hasta donde sé tuve sexo con la persona que amaba, ¿y tú? —levanté las cejas. Intentaba calmarme, pero no podía evitar lastimarte. Acariciaste tu vientre, aquel bulto de tan solo cuatro meses. Te quedaste en silencio, reconociendo que perdiste. Yo reconocí que te hice daño, por ende, me acerqué a ti.

—No, aléjate —retrocediste y te mantuviste firme. —Tú... —asentiste. Sabías dónde hacerme daño —... Tienes razón, no sabes si siquiera es tuyo —escupiste con odio esas palabras. Sabía que estabas mintiendo, es la única forma donde me duele: darme la razón aunque quiera no tenerla. —Es de otro, ¡¿eso querías oír?! —exclamaste. Miraste tu protuberancia y la acariciaste como si esta, estuviera llorando, como si quisieras protegeroa. Comenzaste a caminar hacia la habitación, yo suspiré.

—Vamos, Spinel —me puse nervioso al ver cómo metías tus cosas en un bolso algo grande —¡Spinel! ¡No seas así!

—¿Que no sea así? —reíste y te colocaste el bolso en el hombro, comenzaste a caminar sin siquiera mirarme.

—Spinel, por favor, hablemos —supliqué.

—No, no —te acercaste a la puerta del apartamento que tenías y colocaste tu mano en el pomo. —Tienes razón, Nora, ¡tienes toda la razón! —volviste a gritar.

—Spinel, es tu casa... —me apoyé en la pared, mirando cómo abrías la puerta.

—Sí, pero no te quieres ir, así que yo me iré —te encogiste de hombros y saliste de ahí. Maldije a lo bajo y miré el alrededor. El lugar más acogedor, repentinamente se sintió frío.

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¿Les gustó el capítulo? :00

¿Creen que el bebé realmente sea de Nora o de alguien más? Díganme de quién creen que es ;)

Todo esto se puso feo, uy. Habrá que esperar otros ocho capítulos para saber qué pasará.

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Spinel | Stevnel [Nora Au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora