2. COTILLEOS

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La llegada de Tony no había pasado percibida para nadie. ¿Cómo ignorar semejante limusina, tan larga que tuvo que salir del pueblo marcha atrás al no caber por sus calles?

Tres chicos se habían acercado a cotillear nada más escuchar al vehículo deteniéndose ante la casa de los Collins, y habían tenido que aguantarse la risa al contemplar todo lo sucedido, desde el lametón del perro, pasando por las exclamaciones del chico pijo y acabando con su casi accidente con las maletas.

—Qué divertido—comentó uno de ellos mientras veían a Tony entrar en la casa junto al matrimonio.

Se trataba de un muchacho de cabello castaño, diecinueve años de edad y ligeramente fibrado por el trabajo físico.

—Es el nieto de los Collins—dijo otro de ellos, alto, rubio y más fornido que el castaño—. Al parecer, la hija de Madison tiene mucho dinero y el chico es un caprichoso, así que le han traído para que sepa lo que es trabajar de verdad.
—No va a aguantar ni dos días—dijo el tercero, un hombre de oscuro, haciendo que los tres se echaran a reír.


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—¡MANDAD A JARVIS A BUSCARME INMEDIATAMENTE!

La habitación de invitados, en la planta de arriba, era diminuta en comparación con la de su mansión.

Aquello era el infierno en vida. Las venas de las sienes de Tony estaban notoriamente marcadas por la rabia que invadía todo su cuerpo, haciendo que la mano que sujetaba su teléfono móvil temblara.

Allí no había ni televisión, ni ordenadores, sirvientes ni inteligencias artificiales que facilitaran su vida.
De las paredes de la habitación no colgaban cuadros pintados por artistas de renombre, sino algunos lienzos con dibujos de paisajes, bodegones y animales salvajes.

Todo lo que esa diminuta estancia ofrecía, además de un viejo armario, era una cama tamaño individual, con colcha tejida a mano, colchón viejo e incómodo cuyos muelles resonaban al más mínimo movimiento, y un escritorio de madera junto a la cama con una lámpara de tungsteno.

Apenas había dejado transcurrir unos segundos, al entrar en la casa, para encerrarse allí y telefonear a sus padres.

Anthony, cariño...—dijo su madre con la voz en hilo.

Al oírle tan alterado, fue incapaz de seguir hablándole. Le entregó el teléfono a Howard, pues sabía que ella no sería capaz de resistir.

Bastarían dos súplicas por parte de su hijo para ir ella misma a recogerle si era necesario.

Vamos a ver—Su marido, por el contrario, no se andaba con contemplaciones—. No quiero que vuelvas a gritarle así a tu madre.
—¿Qué es todo esto, papá?—le preguntó su hijo—. ¿Por qué me habéis traído a este lugar tan... pobre? ¡Si es una broma no tiene gracia, te lo advierto!
Deja las amenazas a un lado, Tony. No es una broma. Tu madre y yo ya no sabíamos qué hacer contigo. Yo he estado siempre tan ocupado, y tu madre quería darte lo mejor, ya que ella creció en ese pueblo y nunca pudo darse ningún capricho. Y ahora te has vuelto así, tan altivo, egocéntrico, alocado... No hemos tenido más opción.
—¡Pero papá!
Me niego a sentarme a observar cómo mi hijo, un heredero con una mente brillante, se echa a perder por las drogas y el alcohol.
—¡No tengo la culpa de que no hayáis sabido educarme! ¡Enviad a Jarvis inmediatamente! ¡No aguanto estar aquí!

Oyó un resoplido al otro lado de la línea.

¿Piensas dejar de gritar o tengo que colgarte? Esto te va a ayudar, Tony. Aprenderás a valorar las cosas y a desapegarte de lo material. Sé que va a ser duro, pero al final acabarás dándonos las gracias.
—Mira, papá—Se sentó en la cama y miró por la ventana. Había un par de vacas pastando a pocos metros del camino asfaltado—. Si queríais darme una lección, ¡felicidades! Lo habéis conseguido. Ahora sé cómo huele la mierda de vaca, un perro enorme y sucio me ha hecho un lavado de cara y mi ropa está hecha unos zorros. A partir de ahora, valoraré más todo lo que tengo, ¿vale? ¡Y ahora sacadme de aquí! ¡Dile a Jarvis que venga!—insistió.
Jarvis irá a buscarte...—le prometió—... a primeros de septiembre.
—¡¿CÓMO?!!

Luna llena (Starker, Thorki & Stucky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora