21. REGRESAR

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 Empujó suavemente la puerta de su casa, entreabierta como de costumbre cada vez que sus padres se despertaban.

Para su desgracia, estos estaban justo enfrente desayunando y le vieron aparecer.

Su madre casi escupió su sorbo de leche.

—¡Steve!—exclamó el hombre—. ¿No estabas durmiendo?

El rubio se quedó paralizado unos segundos.

—Eeh... Sí. Pero... salí antes de que os despertarais.
—No es posible—negó su madre—. Los cerrojos estaban cerrados por dentro.
—Salí... por la ventana.

Intentó poner la cara más sincera que sabía.

—Mira, da igual—terció su padre, limpiándose la boca con la servilleta—. Quiero saber, es más, exijo saber qué demonios hacías anoche delante de esas bestias.
—Fuimos a buscaros—La excusa que Tony le había dado no era la más convincente, pero menos daba una piedra—. Ir detrás de las bestias era una idea descabellada.
—Dijisteis que no les hiciéramos daño.
—Porque ellos no estaban atacando—le explicó, ocupando una silla libre a su lado. Su madre le sirvió una taza de café—. Ya lo viste. Nos protegieron de la otra bestia.
—La cual nos estaba atacando—le recordó él, ceñudo.
—¿Cómo no nos iba a atacar si le habíais disparado a uno de los suyos? Papá, sé que es horrible que ataquen nuestro ganado, pero no han asesinado a ningún pueblerino, y no nos conviene enemistarnos con ellos.
—Hablando del ganado—se interpuso la madre—, ¿no deberíais estar ya trabajando?


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—Deberías irte.

Peter hablaba entre gorgoteos mientras Tony le daba besos por el cuello y acariciaba su cabello despeinado.

—¿Justo ahora?
—Mis padres ya se han despertado. Es sólo cuestión de tiempo que me llamen. Vamos—insistió.

Tony se levantó a regañadientes, alcanzando sus prendas y colocándoselas.

—¿Volverás a confinarte?—le preguntó.
—No lo sé. Necesito pensar en todo esto. Tampoco...—suspiró—... No sé si es buena idea que nos veamos.

El mayor, que terminaba de abrocharse el botón del pantalón, frenó en seco y le miró.

—¿Por qué?
—No te conviene salir con alguien como yo—respondió, poniendo carita de cordero degollado—. Soy peligroso.
—No hables así, Peter. Yo...

La voz de la madre del chico, llamándole, se hizo eco en la casa. Peter apremió a su amigo a que se vistiera y saliese cuanto antes por la ventana, sin dejarle continuar.

Minutos después, Tony volvía a hacer gala de su forma física para escalar por su propia ventana y ponerse el pijama, simulando que se acababa de levantar.

Su abuela le abrazó nada más encontrarlo en la cocina.

—¡Vaya susto el de anoche!—exclamó—. Menos mal que tu abuelo y tú estáis bien. No me extraña que hayas dormido tanto, cielo.
—Ya pasó, abuela—le dijo él.
—¿Quieres desayunar?
—No me vendrían mal unas tostadas—reconoció—, pero yo me las preparo.

La mujer cedió y ocupó una silla, frotándose las manos con nerviosismo.

—Has de tener cuidado, Tony. Esas bestias podrían haberos matado.
—A decir verdad—comentó, metiendo el pan en la tostadora—, nos protegieron.
—Tu abuelo me dijo que uno os intentó atacar—replicó, frunciendo el ceño.
—Así es—asintió, girándose y apoyándose en la encimera mientras la miraba—. Uno de ellos, el más joven y salvaje, pero el mayor se interpuso para evitar que nos lastimara, a pesar de que el grupo del abuelo les había disparado.
—Lo hice porque son bestias—Su abuelo entró en la cocina, sudado por el trabajo en el huerto, y se dirigió a la nevera para sacar la garrafa de agua fresca—. Bestias que no mueren cuando les disparas—Llenó un vaso hasta arriba—. Bestias que parecen humanos y lobos a la vez—Se lo llevó a la boca y lo engulló en pocos tragos.
—Suena a... hombres lobo—dijo Madison en voz baja, temiendo tener razón.
—¡Venga ya!—exclamó Tony, intentando burlarse de la situación—. No creeréis en esas leyendas estúpidas.
—Resulta un poco descabellado—reconoció la mujer—, ¿pero qué otra cosa pueden ser?

Su marido asintió.

—Salen en luna llena, no mueren con simples balas...
—Eran perdigones de plomo—aclaró Stark, poniendo los ojos en blanco.
—Que matan lobos—repuso él—. Sin embargo, a ellos les hizo poco más que pupa.

Tony se cruzó de brazos, nervioso por el derrotero al que les llevaba la conversación.

—Tonterías, abuelo. Eran demasiado grandes como para que les afecte esa munición. Seguramente sean una especie rara de lobos que haya mutado por cualquier factor medioambiental. Ya sabemos que cada día hay más contaminación y...
—Lo que sea—le cortó su abuela—. Hombres lobo o no, son igualmente peligrosos. Quiero que sepas, Tony, que esta mañana he llamado a tus padres para que manden a Jarvis a recogerte.
—¿QUÉ?

Una punzada se clavó en su estómago.

Semanas atrás, habría acogido aquella noticia con brazos abiertos y lágrimas de emoción, pero las cosas habían cambiado.

—Te queda poco tiempo por aquí—le recordó la mujer—. ¿Qué más da que te vayas una semana antes o después? Además, quiero tenerte lejos del pueblo ahora que las cosas se han puesto peligrosas.
—Quiero aprovechar mis últimos días aquí—le dijo, reacio a aceptar su partida de forma tan repentina.

Aún tenía que saber qué iba a pasar con sus amigos, y tenía que arreglar sus problemas con Peter. No quería alejarse del chico sin que hubieran hablado seriamente de lo que fuera que había entre ellos.

—Es lo mejor para ti—dijo Scott, apoyando a su mujer—. Hemos hablado largo y tendido desde lo de anoche, y hemos concluido en que ya has acabado tu lección. Te enviaron para enderezarte, y has superado la prueba con creces. Y ahora, sabiendo a lo que te expones, es mejor que regreses con tus padres a un lugar seguro.
—Este sitio es seguro si no salimos de casa en luna llena—les recordó.

Comenzó a oler a quemado, y se giró al recordar que el pan llevaba tiempo dentro de la tostadora.

Maldito aparato viejo sin cronómetro...

Mientras se peleaba para sacar el pan quemado, su abuela continuó:

—Si te pasara algo, no me lo perdonaría.
—¡Los lobos nos protegieron!—se hartó, girándose hacia sus mayores—. Ya te lo he dicho, abuela. Fue el más joven quien se descontroló, y seguramente se debió a que habíamos disparado a su familia.
—No hay marcha atrás, Tony—Su abuelo habló con voz dura, avisando con ello de que no quería más réplicas—. Mañana por la tarde vendrá tu chófer a recogerte.
—Sería buena idea que fueras haciendo las maletas.

Enfadado, Tony respondió con un gruñido, entremezclado con una exclamación, y subió los escalones de la casa para encerrarse en su cuarto dando un portazo.

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Hola, mi gente.


Este capítulo es muy corto, pero es que no lo tengo terminado y, como hace tiempo que no actualizo, no quería haceros esperar más.

Le falta poco para el final, pero aún no lo tengo transcrito. Dadme tiempo y tenedme paciencia '^^

¡Muchas gracias por leer!

Se os quiere!

Eider

Luna llena (Starker, Thorki & Stucky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora