20. EN BRAZOS AJENOS

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El día comenzaba a establecerse cuando Tony decidió detenerse primero ante la casa de los Parker.
Necesitaba comprobar que Peter había regresado sano y salvo.

Accedió por la parte trasera. Laica ladró al escuchar cómo saltaban la valla, pero al ver que era Tony dejó de hacerlo y se acercó a saludarle, apoyando las patas delanteras en su estómago.

El chico la acarició de forma fugaz y escudriñó la ventana de la habitación de Peter.

Al igual que la suya, no estaba demasiado lejos del suelo. La ventana estaba semiabierta, y había un árbol crecido no muy lejos de esta.

Encajó sus deportivas en un pequeño saliente del tronco, usando las hendiduras que encontraba por el mismo para trepar poco a poco.

Laica observaba al chico desde abajo, moviendo la cola y lloriqueando de forma mustia.

Tony alcanzó el alféizar de la ventana, apoyándose en una gruesa rama que lo separaba de la misma por poco menos de medio metro. La abrió del todo y entró.

Hubiera quedado bien hacerlo con delicadeza, pero su pie derecho tropezó y cayó al suelo de la habitación.

Se levantó con la misma velocidad con la que se había caído, mirando hacia la cama.

Peter no estaba. En su lugar, quedaba la señal que su cuerpo había dejado sobre el colchón, cuyas sábanas beiges se encontraban arrugadas y parte de la misma rozando el suelo.
La puerta de su habitación estaba cerrada con cerrojo.

El hecho de que no hubiera llegado le preocupaba, pero se intentó tranquilizar pensando que acababa de amanecer. Estaría, en esos momentos, recién transformado en su forma humana, y probablemente regresando.

Se tumbó boca abajo en la cama, hundiendo la nariz en la almohada.

Aspiró su olor inconfundible, que le trajo recuerdos cercanos de mañanas compartidas, abrazos y las dos ocasiones en las que se habían entregado por completo el uno al otro.

Entonces, le vio entrar por la ventana.

Llevaba la ropa mojada y sucia, y los brazos llenos de arañazos. A pesar de la temperatura agradable, tiritaba.

Se asustó al ver a Tony sobre su cama.

—¿Qué...? ¿Qué haces...? ¿Cómo has...?
—No soy el único que sabe escalar—se sentó, sonriendo—. Deberías quitarte esa ropa antes de que te resfríes.

Se acercó a él, sujetando los bordes de su camiseta húmeda y sacándosela por la cabeza.

—¿Qué sucedió?—le preguntó el chico, que a pesar de su preocupación se dejó desnudar.
—No lo recuerdas, ¿verdad?—Tony dejó caer la camiseta, y se agachó para sacar sus pies de los zapatos y calcetines mojados.

Lo hacía con tanta delicadeza que Peter se quedó ensimismado antes de recordar que debía responder:

—No... no demasiado. Sé que os tropezasteis conmigo, y tengo algunos recuerdos, como que me dispararon en la espalda.
—Imagino que Thor y Bucky te han contado todo—Desabrochó sus pantalones, más pesados a causa del agua.
—S... sí... cuando...—Le costaba hablar a medida que el mayor le iba desnudando poco a poco—...bueno, hace un rato, cuando volví a ser yo.
—Ya...

Sus dedos sujetaron la goma elástica de los boxers.

—Tony—lo llamó con la voz en hilo—. No creo que sea...
—También están mojados—La mirada oscurecida del otro, que lo miraba desde abajo, denotaba un creciente deseo—. Déjame quitártelos.

El chico asintió, permitiendo así que los bajara, descubriendo sus genitales que en esos momentos permanecían encogidos por el frío.

Se ruborizó, tapándose la zona que en esos momentos encontraba demasiado pequeña.

Tony sonrió y se levantó, mirándole de cerca.

—¿Ahora te avergüenzas de mí?
—Es que...—murmuró—. El... el frío...

Tony le sonrió, posando sus manos sobre las caderas del otro, cuya piel estaba erizada.

—Métete en la cama para que te tape.

El chico obedeció, y Tony arropó su cuerpo entumecido para tumbarse seguidamente a su lado.

—Llevo días sin verte, Underoos. Te echaba de menos.
—Yo también—reconoció, y suspiró de manera profunda—. Lo siento, Tony. Siento lo que te dije, y el haber estado tanto tiempo sin dar señales. Necesitaba estar a solas conmigo mismo.

La sonrisa del mayor indicaba que no le guardaba rencor, y el beso que a continuación le procuró reafirmó sus pensamientos. Peter vio su rostro envuelto en las manos calientes de su amigo, que no tardó en colocar su cuerpo vestido encima de él.

Bajo el amparo de su calor, Peter comenzó a desentumecerse, manteniendo sus ojos cerrados mientras saboreaba aquellos labios con lentitud.

Tony sonrió contra su boca cuando notó que algo duro y saliente le presionaba el bajo vientre.

—Veo que ya no tienes frío—le dijo, bravucón, haciendo reír a Peter.
—No si me besas así.

Ahogó una exclamación al ver que Tony se perdía bajo las sábanas y su boca se hacía con su miembro.

—To...Tony...—jadeó, con el placer del vaivén instalándose en su cuerpo—. Mis padres duermen...
—Pues no grites—le respondió, su mano agarrando la longitud y sacudiéndola de arriba abajo.

Se retorció, agarrándose al cubrecolchón mientras aquella boca le procuraba intensos lametones en su glande, donde ponía el límite de la subida de su puño cerrado.

Su cuerpo se arqueó contra la boca que, de nuevo, que engullía su zona más sensible sin ningún tipo de piedad, y sus ojos se escondieron tras los párpados semiabiertos mientras notaba los primeros ramalazos del orgasmo sacudiéndole.

Puso una mano contra la frente de Tony y presionó para apartarle, pero no se lo permitió, y tragó gustoso su semilla a medida que supuraba entre gemidos que intentaba esconder tras la palma de su otra mano.

El mayor se dejó ver, de nuevo sobre él, y Peter se dejó besar por los labios que ahora tenían un ligero sabor a su propio semen.

—Apuesto a que ya no tienes ni pizca de frío—le dijo, besando su mejilla.
—No, ya no—Rodeó su cuello—. ¿Y tú? ¿No tienes calor con esa ropa?
—Qué bravucón—se burló—. ¿Qué pretendes?
—Que me folles. ¿Qué otra cosa te esperas?

Ayudó a Tony a quitarse todas las prendas y se colocó boca abajo, sintiendo el pecho del chico contra su espalda mientras su intimidad se perdía una y otra vez en su interior, estocada tras estocada.

—No te haces una idea de lo mucho que me gustas—confesó Tony, con la boca cerca de su nuca.

Pudo distinguir la marca sutil de un mordisco sobre la zona. El que le había dado Bucky para mantenerle lejos de los pueblerinos.

—Tony...—Enmudecía con cada intrusión, que golpeaba placenteramente su próstata—. Yo... Dios...—Cerró los ojos con fuerza y apretó los dientes—. Tú a mí también me gustas.

Stark se sentó y palmeó sus muslos, invitándole a acomodarse en ellos. Peter no dudó en sentarse a horcajadas encima de él, abrazándose el uno al otro mientras el miembro erecto de Tony volvía a hundirse en sus entrañas.

—Peter...
—Tony...

El clímax encontró al mayor y descargó dentro del castaño, que apoyó la cabeza en su hombro y apretó los dientes para no gritar al sentir cómo lo llenaba.

Tan satisfechos y exhaustos, tan a gusto en los brazos del otro, terminaron por acurrucarse juntos sobre el colchón y quedarse dormidos. 


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Ya tocaba que Peter y Tony se reencontrasen de nuevo.


Luna llena (Starker, Thorki & Stucky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora