9. EL PANTANO

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Cuando Tony salió de casa, ya con su bañador tipo slip puesto bajo los pantalones cortos veraniegos, Peter le estaba esperando con una toalla colgando del antebrazo. El muchacho había desistido de usar camiseta, y estaba vestido únicamente con un bañador en forma de calzonas que hacía las veces de pantalón corto.

—¿Vamos?
—Eres demasiado pálido como para ir tan desprotegido—le advirtió el mayor.
—Me he echado crema solar factor cincuenta, tranquilo—sonrió, y tomó el camino que llevaba al pantano.

Tony le siguió varios pasos atrás, ya que se había quedado mirando fijamente el arañazo de la espalda.

Habiendo transcurrido unos días, ya no se presentaba enrojecido y con pequeñas costras. En su lugar, una fina línea blanquecina quedaba como prueba de que la piel había sido dañada.

Cruzaron el bosque para llegar al pantano, que se encontraba en un claro del mismo.

—Aquí es—le avisó Peter.

Dejó la toalla a la sombra de un árbol y se acercó a orillas del agua.

Tony lo imitó, situándose junto a él y mojándose los pies.

—Iug... No tiene buena pinta.
—No seas gallina. Vamos.

Vio a Peter meterse en el agua. No quería quedar mal delante de él, de manera que se deshizo de la ropa y le siguió.

Peter ya se había mojado entero y daba varias brazadas, con el agua cubriéndole a la altura del pecho.

El otro, resignado, comenzó a meterse y a hundirse lentamente en el pantano.

Peter le salpicó, provocándole y haciendo que le devolviera el salpicón con ambas manos.

—¡No me molesta! ¡Ya estoy mojado!—se carcajeó.
—¡Te vas a enterar, Underoos!

Se terminó de hundir en el agua, buceando hasta él. La revuelta hizo que ambos se intentaran hundir el uno al otro hasta que, en un determinado momento de la divertida pelea, Peter quedó enganchado con sus piernas a las caderas de Tony como si se tratase de un koala.

—¿Por qué me miras con esa cara de travieso?—le espetó el mayor, a lo que el castaño respondió escupiéndole agua que había tomado del pantano y mantenía dentro de su boca—. ¡AAAG! ¡Asqueroso!

El chico se rió, pero no se quitó de encima. Seguía encaramado en él sin muchas intenciones de soltarse.

No supieron quién de los dos empezó, quién dio el paso ante ese primer beso.
Las piernas de Parker se sellaron con más fuerza en su cintura, y las manos de Tony recorrían su espalda resbaladiza.

Fue el mayor quien lo bajó de sus caderas cuando empezó a notar que se excitaba.

—Parker, yo... soy hetero.
—Pues la llevas clara—le dijo el chico—. En el pueblo no quedan mujeres de nuestra edad. Todas se han ido a vivir a otro sitio.

El castaño estaba gratamente sorprendido de sí mismo. Desde que conocía a Stark, había pasado de disimular su timidez a envalentonarse sin dificultades.
Ahora, que le tenía tan cerca y tenía claro que le gustaba, no pensaba echarse atrás. Rozó su nariz con la contraria.

—Inténtalo...
—No... no puedo—negó Tony, pero no se apartó—. Esto no es normal.
—¿Por qué no?—Las manos del mayor seguían sujetando su espalda—. Te irá bien. Hazme caso.

Lamió su cuello. El mayor soltó un gemido, dejando los ojos en blanco, y decidió que se dejaría llevar.

¿A quién tenía que rendir cuentas en aquel pueblo? Nadie le conocía. No le importaba lo que pensaran de él, y menos que le criticasen por desfogarse con otro hombre.

Luna llena (Starker, Thorki & Stucky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora