5. AULLIDOS

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Siento la tarzanda! Mi vida es un puto caos


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Madison Collins era una mujer de avanzada edad, muy conocida en el pueblo al igual que su marido.

Humildad, hospitalidad y cercanía eran unos adjetivos que la describían a la perfección.
Siempre tenía una sonrisa preparada para dedicársela a todo el que se dirigiera a ella, y rara vez se la veía enfadada o agobiada.

Su aspecto afable hacía que se ganara el cariño de todos quienes la conocían. Incluso Tony, que apenas la había visto, ya empezaba a sentirse a gusto con ella aunque no llevara ni dos días allí.

Al entrar en casa, la encontró preparando café, y se acercó para saludarla con un beso en la mejilla.

-¡Vaya, cielo!-se sorprendió-. Veo que se te está pasando el enfado.
-Sigo enfadado con mis padres-le aseguró. Parker entró en la casa tras él-, pero el abuelo y tú no tenéis culpa de lo que me están haciendo. Por cierto, ¿dónde está?
-Ha salido a pasear-Miró tras su nieto descubriendo al muchacho-. ¡Hola, Peter!
-Señora Collins-respondió, sonriéndole-. ¿Qué tal está?
-Muy bien, ¿y tus padres?
-Mi padre en la panadería, y mi madre en el huerto.

Tony agarró una de las sillas de mimbre y se sentó frente a la mesa.

-Peter me ha estado ayudando a sacar a las ovejas. Y ha parido una.
-¿Ah, sí?-La mujer les acercó un par de tazas de humeante café con leche-. ¿A que es precioso?
-Precioso no es la palabra que usaría para describirlo.
-Se ha mareado-se burló Peter.
-¡Parker!

Era demasiado tarde para evitar que su abuela y el muchacho se rieran a la par.


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Steve Rogers paseaba por las calles del pueblo con las manos metidas en los bolsillos.

La tarde había refrescado un poco, y una suave brisa le susurraba en los oídos.

Se detuvo a la sombra de un árbol, sentándose bajo el mismo para descansar.

Los días de verano resultaban aburridos, ya que no había mucho que hacer por allí.
Dedicaba la mañana a ayudar en casa y en el huerto de sus padres (rara era la familia que no cosechaba sus propias hortalizas), pero las tardes se le hacían eternas.

A veces las pasaba en la librería de los Odinson, pero no siempre le apetecía presentarse allí y aguantar al matrimonio, así que a veces, como aquella tarde, optaba por dar un paseo.

Todo era más divertido en época lectiva, cuando se iba a vivir de lunes a viernes a su piso de estudiantes en la ciudad.

Arrancó inconscientemente una margarita que crecía a pocos centímetros del árbol, y cuando quiso darse cuenta se encontraba quitándole los pétalos al son del Me quiere, no me quiere.

Se ruborizó al ver lo que estaba haciendo, y arrojó la flor denigrada todo lo lejos posible de él.

Pero era demasiado tarde. Ya le habían visto.

-¡Ay, ay, ay, Stevie! No sabía yo que te gustaba jugar a esas cosas.

Barnes llevaba una camiseta sin mangas, dejando ver sus brazos musculados, y unos vaqueros hasta las rodillas.

Se acercó sonriendo al más joven, sentándose a su lado y buscando directamente su boca.

Rogers retiró la cara.

Luna llena (Starker, Thorki & Stucky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora