2/50: Polillas

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El miedo número cuarenta y nueve en la lista de Joaquín eran las polillas, gracias a un encuentro especialmente traumático con una polilla común cuando estaba en la secundaria y el insecto se le metió a la boca.

Joaquín estaba en el porche bajo la lluvia, con los codos apoyados sobre las rodillas, vestido con una sudadera amarilla y sus jeans negros rotos de las rodillas. Su lista casi definitiva de las peores pesadillas estaba abierta junto a él. 49. Polillas y también los hombres polilla estaba encerrado en un círculo.
Emilio llegó en su motocicleta y corrió bajo la lluvia, cubriéndose la cabeza con las manos. A Joaquín le alivió ver que no se había vestido como el Hombre Polilla, lo cual le agradecía.

-Caray, Joaco -dijo al verlo-. No hay muchas personas a las que les quede bien el color amarillo. -Luego se sentó junto a él, no tan cerca como para tocarlo, pero lo suficiente como para que Joaquín pudiera sentir el calor que irradiaba mientras su piel le secaba la ropa mojada. Emilio olía mucho a... Emilio.
-Estoy bastante seguro de que te dije que iba a retapizar un sofá hoy -dijo Joaquín, dándole unos pequeños golpecitos a su teléfono.
Joaquín le envió el mensaje al despertar esa mañana con el pánico de tener que verlo de nuevo. Le pareció que valía la pena intentarlo. Al no recibir respuesta, se resignó al hecho de que Emilio Marcos era un parásito difícil de exterminar, así que fue a sentarse al porche para esperarlo, con una mezcla de miedo y curiosidad.
-Y por eso traje esto- aclaró Emilio, abriendo su mochila para sacar una engrapadora industrial y hacerla girar sobre sus dedos.
-¿Alguna vez me dejarás saltarme un miedo?
-Nop.
-¿Qué excusa puedo intentar la próxima semana?
-Tienes que ir a grafitear propiedad pública.
-Eso no es justo. Sabes que no haría algo así.
Emilio sonrió.
-Sí. Ese es el punto.

Momentos después ya se encontraban dentro de la casa, arrodillados frente a un sofá destartalado.
-¿En serio fuiste a comprar un sofá que necesitaba ser retapizado sólo para no tener que enfrentar tu miedo a las polillas?
Joaquín volteó a verlo. Sus rostros estaban muy cerca.
-Lo encontré en la calle y lo arrastré dos cuadras hasta mi casa, pero sí.
-Qué asco. Este sofá definitivamente es una escena del crimen.
-Y por eso tenemos que retapizarlo.

Tres horas y media después, Emilio, Joaquín y Renata estaban sentados en el sofá. Era espantoso, una monstruosidad verde y llena de bultos y flores. No eran muy buenos en el oficio del retapizado. O quizá eran excelentes, pero el sofá simplemente estaba más allá de toda esperanza.
De cualquier modo, la situación no era buena en el tema del sofá, pero a Pulgoncé no parecía molestarle. Estaba en el hombro de Emilio, ronroneando como una podadora mientras jugaba distraídamente con sus orejas.

Estaban viendo El mensajero de la oscuridad y pasándose un tazón de palomitas entre ellos.
-¿De dónde salió este horrendo sofá? -preguntó Renata entre bocados de palomitas. Joaquín y Emilio se encogieron de hombros sin quitar la mirada de la pantalla. Estaban en la parte en la que un tipo recibe una profecía de su lavabo acerca de que noventa y nueve personas morirán. Emilio pausó la película.
-¿Quieres que crea que le tienes miedo a un lavabo parlanchín? -preguntó.
-Ese lavabo, con ayuda de las polillas, predijo la muerte de noventa y nueve personas -aclaró Joaquín.
-No hay que meterse con los lavabos psíquicos -agregó Renata.
-Ese labavo rebelde necesita tomarse un tiempo para reconsiderar sus decisiones de vida. Vamos. Basta de procrastinar. Busquemos polillas.
-¿Estás seguro de que no quieres ver otra película antes? -preguntó Joaquín con tono esperanzado.
-Nah.
-Bueno. Pero si mi lavabo comienza a lanzar profecías, serás el primero en saberlo.
-Oye Ren, ¿quieres venir? -preguntó Emilio.
-¿A dónde van?
Emilio le susurró algo al oído.
-Por Dios. No.
Y así fue como Joaquín supo que iba a ser malo.

Llegaron al santuario de mariposas pasado el mediodía. Era una enorme estructura de cristal, como un invernadero, sólo que más grande, y estaba tan lleno de plantas que parecía parte del set de Jurasic World. Había una cuota de entrada, pero Emilio dijo: "Ajá, no lo creo", así que buscaron una puerta lateral y pese a las protestas del corazón de Joaquín, que latía desesperadamente, se colaron sin pagar.
-Que conste en actas que me incomoda profundamente esta descarada violación a las reglas -dijo él, pero Emilio lo hizo callar mientras se ponía la GoPro en la cabeza.
-¿Podrías guardar silencio un par de segundos y ver dónde estás?

Una lista casi definitiva de mis peores pesadillas (AU EMILIACO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora