Resultó que el "no está lejos" era sólo un decir. La casa de Emilio no estaba mucho más cerca del centro del pueblo que la de Joaquín, pero era una subdivisión más nueva. Su calle era linda, pero su casa parecía más triste y descuidada que las demás, como que consigues al principio de Los Sims cuando no tienes dinero, pero sí seis hijos y ninguna otra opción.
Corrieron bajo la lluvia hasta el patio trasero. El jardín estaba lleno de maleza, la hierba era más alta que Joaquín.Emilio lo invitó a pasar por la puerta al porche de atrás, cubierto por tela de mosquitero.
-Este es mi reino -dijo, quitándose la chamarra mojada.Joaquín se quitó su propia sudadera empapada, se escurrió el cabello e intentó encontrar un tema seguro para iniciar una conversación. No se quedó viendo el agujero del tamaño de un puño en el yeso de una de las paredes, ni que una de las ventanas estaba tapiada con cartón y cinta plateada. Sus ojos se plantaron en las paredes y el techo. Cada centímetro de espacio libre estaba pintado. El techo tenía una escena marina en verde ondulante y coral brillante, como si La noche estrellada fuera un océano. En los remolinos aparecían sirenas, peces, tiburones y, extrañamente, Optimus Prime con cola. Emilio lo descubrió observándolo.
-No es tan malo como parece. Solo intentamos pasar el rato y no chocar con Juan -dijo mientras bajaba unas cobijas de un librero-. A mi hermana Romy le gustan las imágenes, así que yo le pinto lo que quiera. A veces eso implica ponerles agallas a los transformers.Eran también las historias de infancia de Joaquín, mezcladas con los cuentos de un niño que, o creció demasiado rápido, o tenía un gusto impecable en cuanto a entretenimiento, dependiendo de tu perspectiva de qué era adecuado que vieran niños de primaria. Había una imagen de Vincent Vega apuntando con un arma hacia la cabeza de Elmo; Ryuk acechaba en una esquina, comiendo manzanas y Stitch cantaba junto a Maluma.
También había pinturas sobre algunas partes del suelo, así que daba la impresión de que las paredes eran cataratas.
Y detrás de él, pintada en la puerta que conducía al resto de la casa, estaba la Parca como Joaquín la imaginada, con una capa oscura, chorreando brea, su guadaña descansando suavemente en una de sus manos huesudas. Pero, como todas las historias en las paredes, esta tenía algunos cambios e hibridaciones, ridiculizándola. La Muerte llevaba una corona de flores azules y rojas, y alrededor de su cuello colgaba una placa en la que se leía "Ball so hard muhfuckas wanna find me". Dos pequeñas figuras bailaban a sus pies, enredándole los huesos de los dedos con un cordel: un niño pequeño con cabello color chocolate y un niño diminuto de piel morena. Ambos bromistas. Ambos sin miedo a la Muerte.-Ah, sí. Eso es lo más reciente -dijo Emilio con voz extraña, casi como si estuviera... ¿apenado? ¿Desde cuándo Emilio Marcos se apenaba? Se aclaró la garganta-. Yo, eh... pinté eso para ti.
Joaquín ya se lo imaginaba, porque aunque la Parca abarcaba toda la puerta, era el niño (no más grande que un antebrazo) lo que destacaba por su detalle. La silueta de su cuerpo brillaba en dorado, e incluso los lunares que bañaban su piel resplandecían bajo la luz.
Estaba bastante seguro de que la mayoría de los adolescentes habían fantaseado con la idea de que un chico los pusiera en un mural, pero esto era territorio peligroso. Los murales son una conocida puerta de entrada para los sentimientos, y él no podía caer en eso. Perderlo la primera vez fue horrible y le enseñó una valiosa lección de vida: si no dejas que nadie se te acerque, nadie te lastimará cuando se vaya. Y eso fue lo que hizo y lo que planeaba seguir haciendo.
Pero no puedes decirle eso a alguien que te pintó en un mural. No puedes aventarle su detalle en la cara y decir: "Lo siento, pero estoy demasiado dañado emocionalmente para apreciar que me pongan en un mural". Así que, mientras se envolvía los hombros temblorosos con la cobija, dijo:
-Es hermoso. -porque lo era.Afuera, el sol se ponía, con sus rayos de un naranja apagado colándose por las pantallas del porche, proyectando sus sombras en la pared y haciéndolos ver más altos que la Parca. Por un momento estuvieron muy juntos, el pecho de Joaquín casi pegado al de Emilio, ambos más grandes que la Muerte, y él pensó que sería muy fácil besarlo, y pensó que él quería que lo hiciera, pero a pesar del mural, no lo hizo.
ESTÁS LEYENDO
Una lista casi definitiva de mis peores pesadillas (AU EMILIACO)
Ficção GeralNo usar elevadores, no visitar espacios abiertos, no acercarse a las multitudes, mantenerse alejado de langostas, gansos, peces, agujas y espejos... Una adaptación a Emiliaco.