Fue uno de los peores fines de semana que había tenido en mucho tiempo. Me la pasé llorando a moco tendido en mi habitación, y como me negaba a salir, mamá prácticamente me obligó a que le contase lo que estaba ocurriendo. Y Nat también, porque fue a visitarme al ver que no respondía los mensajes.
Acabo de salir de clases, y voy sola de camino a casa. Nat tenía que hablar con uno de los profesores.
Estoy deseando llegar para comer chocolate y ver alguna película romántica que me deprima aún más.
Sí, un tanto masoquista por mi parte.
—Paula, espera —escucho su voz detrás de mí, y camino lo más rápido que puedo.
Es él.
Por más que trato de acelerar, acaba deteniéndome por el brazo.
—Suéltame, no quiero hablar contigo —murmuro, molesta.
—Me vas a tener que escuchar, te guste o no —dice soltándome, y me cruzo de brazos.
—¿Qué quieres?
Va más despeinado de lo habitual, aunque sigue estando atractivo, pero lo que más me llama la atención son sus ojeras. ¿Será que tampoco ha podido dormir?
—Que me perdones —pronuncia directo —Por favor.
—Ahora mismo necesito pensar.
—¿Pensar? ¿En qué? —inquiere —Tú y yo nos queremos, y eso es innegable.
—Pero me mentiste —señalo, dolida.
—Lo sé, pero, joder... ¿quién no se equivoca en esta vida? —menciona —Yo me equivoqué, sí, pero por algo dicen que de los errores se aprende. Y ahora más que nunca sé que no fuiste un juego para mí, ni lo serás.
Trago saliva, sin saber qué decir.
«No caigas, Paula».
—Vamos, bonita, no permitas que nuestra relación se vaya al carajo solo por un error —insiste, confundiéndome aún más.
—Por ahora quiero que nos alejemos unos días —contesto finalmente —Después ya se verá todo.
—Está bien... esperaré.
—Adiós, Iván —es lo último que digo antes de continuar con mi camino.
Mi mente es un completo caos. Una parte de mí quiere perdonarlo y lanzarme a sus brazos, pero otra quiere castigarlo un poco. Sin duda, le haré caso a esta. Es lo mínimo que se merece.
🌙🌙🌙
—Venga, Pau, acompáñame. Necesito esos pantalones —propone Nat antes de beber de su coca-cola.
—No tengo muchas ganas —me disculpo, cambiando de canal —Mejor vamos otro día.
—Vamos, cariño, sal y despéjate un poco, te hará bien —interviene mamá entrando al salón.
—Estoy de acuerdo con tu madre —menciona mi amiga.
Ruedo los ojos, suspirando.
—Está bien, vosotras ganáis —ellas intercambian una mirada con satisfacción.
Nos despedimos de mamá y nos dirigimos a la parada de autobús, ya que el centro comercial queda un poco lejos del barrio.
Al llegar, Nat me arrastra a su tienda favorita y buscamos los dichosos pantalones. Por suerte encontramos, los últimos que quedan, y Nat se mete corriendo al probador. Mientras tanto, camino por la tienda para echar un vistazo.
—Parece que el destino nos quiere unir
—oigo a alguien detrás de mí, cuya voz me resulta familiar.Me giro con el ceño fruncido, y alzo las cejas al verlo.
—Tú eres... el de la fiesta, ¿no? —no me acuerdo muy bien de aquella noche, pero sé que él me hizo compañía.
—Sí, soy Bruce —esboza una pequeña sonrisa —Tu ángel guardián.
—Gracias por cuidarme —le devuelvo la sonrisa —Y discúlpame, estaba un poco borracha.
—Tranquila, no fue nada —se encoge de hombros —Por cierto, ¿quieres quedar algún día? Para hablar un poco, simplemente. Sé que tienes novio.
Si es como amigos... ¿por qué no?
—Claro —sonrío —Te doy mi número y ya vamos hablando.
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Tú, mi debilidad © #2
Teen Fiction-¿Y por qué tendría que creerte? Una lágrima se desliza por su mejilla, y me siento tan miserable. Nunca me perdonaré el daño que le hice. -Porque, aunque me cueste aceptarlo, tú eres mi debilidad.