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Cuando está oscureciendo, me despido de Iván y llamo a Nat mientras me dirijo a la parada de bus.

—Adivina quién fue al hospital.

—No jodas que esa perra.

—Ajá —pongo los ojos en blanco —No sé cómo demonios se enteró, pero afortunadamente la sacaron de la habitación.

—Es una completa acosadora —menciona Nat —Y pensar que algún tiempo fuimos amigas...

—Al menos esto nos ha servido de lección —suspiro, sacando el dinero de mi bolso. Ya no tardará en llegar el bus.

Entonces todo sucede muy rápido. Alguien me agarra por la espalda y después siento un fuerte golpe en la sien.

Mis ojos pesan cuando logro despertar. Aturdida, miro a mi alrededor. Arrugo la nariz por el mal olor y la suciedad del sitio. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy?

Entonces todo cobra sentido cuando Alice aparece en compañía de dos matones.

—¿Ya se despertó la bella durmiente?

Intento levantarme, pero no puedo. Estoy atada de pies y manos.

—Suéltame, demente —digo con rabia.

Esta se acerca, quedando de cuclillas frente a mí.

—¿Te gustó la bofetada que me diste? —sonríe de manera perversa —Ahora es mi turno... —mira a sus perros, y estos no tardan en golpearme en el rostro.

Siento la sangre en mis labios, pero no me inmuto.

—Suéltame si eres tan valiente —murmuro, riendo —Ah, no, que me tienes miedo y por eso usas a tus matones.

Me da una fuerte bofetada.

—Cállate, o juro que te mato con mis propias manos.

—¿Piensas que así tendrás a Iván? —suelto una carcajada —Qué ilusa.

—Bajadle los humos a esta perra —se dirige otra vez a los perros —Está demasiado altiva.

Ellos obedecen y me golpean fuertemente en las costillas, causando que me encoja de dolor...

—¿Estás más calmadita?

No emito ninguna palabra. Ella sonríe satisfecha y coge una silla para sentarse.

—Bien, te contaré una pequeña historia.


Nat

Aprieto el teléfono contra mi oreja cuando escucho un golpe.

—¿Paula? ¿Amiga? ¿Estás bien? ¡Contéstame! —la llamada se corta, y siento cómo mi corazón se acelera pensando lo peor. Salgo de casa corriendo para ir a buscar a Alex.

Él me recibe frunciendo el ceño.

—¿Nat? Me dijiste que hoy no tenías ganas de hacerl... —se queda callado cuando se percata de mi angustia —¿Qué ocurre?

—Algo malo le ha sucedido a Paula, lo sé —digo con lágrimas rodando por mi mejilla —Sé que ha sido esa perra.

—¿Qué? ¿Pero cómo? ¿No está con Iván?

Niego con la cabeza.

—Me habló mientras iba de camino a la parada y... —cubro mi boca, sintiendo un nudo en la garganta —Y de repente escuché un golpe.

—Hay que pedir ayuda —murmura Alex, atemorizado.

—Hablémosle a Bruce, él puede saber algo —digo, recordando lo que me contó Paula sobre él.

—¿A Bruce?

—Sí, ¿tienes su número?

Asiente, cogiendo su móvil con manos temblorosas.

—¿Aló? ¿Alex?

—Escucha, Bruce, soy Nat, ven a casa de Paula, por favor —suplico —Ha pasado algo.

—Enseguida voy —cuelga.

No tarda en aparecer y le cuento lo sucedido. Él trata de procesar mis palabras.

—A ver, Nat, ¿dijiste que Paula iba saliendo del hospital, dirigiéndose a la parada?

Asiento repetidas veces.

—¿A dónde pudo llevársela? —dice Alex confundido.

—Si no recuerdo mal, cerca del hospital hay un ring abandonado...

Alex y yo intercambiamos una mirada.

—Vayamos ahí, entonces. No hay tiempo que perder —ordena Alex.

Entonces la imagen de Iván viene a mi mente. Sé que sigue ingresado, pero nos matará si se entera de que no le dijimos nada...

—Adelantaros vosotros, yo voy a buscar a Iván.

—¿A Iván? ¿Estás loca? —dice Alex.

—Alex, déjala, cuanto más seamos mejor —interfiere Bruce.

Tú, mi debilidad © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora